4 | Ni en sueños

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♫ drivers license ―Olivia Rodrigo ♫

Quinn

―Oye, pelirroja, ¿no te parece que conduces muy deprisa?

Juro que estoy a punto de detener el coche en plena carretera. Si no lo hago es porque aprecio mi vida e intento respetar la seguridad vial, aunque está claro que las normas no están escritas a prueba de idiotas.

¡Que conduzco rápido, dice! Será...

―Oye, si tanto te disgusta mi manera de conducir... ¿Por qué no te vas andando y me dejas en paz de una vez? ―Resoplo. No quito los ojos de la carretera―. Ni que estuviera deseando estar aquí contigo.

―Es por esa salida, la segunda.

Reduzco las marchas y la velocidad cuando llegamos a la rotonda y, de pronto, siento que él vuelve a respirar de nuevo. Recarga el aire de sus pulmones. Me pregunto por qué está tan asustado y qué es lo que le genera tanta tensión. No creo que conduzca tan rápido como para que se agarre de esa forma al asiento, ¿no? La verdad es que no me considero ninguna conductora temeraria; solo sobrepaso el límite de velocidad un poquito, como casi todos los conductores. Además, él no parece uno de esos tíos que viven con miedo; no es como yo.

No tiene pinta de pasarse la vida pensando que fracasará. Creo que tiene muy claro lo que quiere hacer y, no sé, a lo mejor una cosa no tiene nada que ver con la otra, pero creo que algo sí que influye.

―Escucha, Ethan.

―Diablo.

―Como quieras, pero no me interrumpas más ―le ruego, antes de continuar―. Voy a llamar a mi madre y te aviso porque se va a activar el altavoz. Por favor te lo pido, por lo que más quieras, durante la llamada ni respires.

―Pues espero que seas rápida; paso de morir dentro de un coche.

―Eres idiota.

―Me lo dicen a veces ―dice, sonriendo. Se peina con los dedos su cabello oscuro, las ondulaciones desenfadadas que se dibujan en su pelo. Me fijo en su piel morena que, incluso esta época del año en la que el sol no nos visita demasiado, parece bronceada de forma natural. Su reloj de pulsera negro destaca gracias al contraste con su tono de piel.

Le pido que pulse él los botones de la pantalla y obedece, un poco de mala gana. El teléfono da un par de tonos antes de escuchar la voz de mamá al otro lado.

―¡Mami! ―exclamo, tratando de aparentar normalidad.

―¡Hola, cariño! Es un poco tarde, ¿dónde estás? ―pregunta, algo extrañada.

―Eh... ―titubeo un poco hasta encontrar la excusa perfecta, evitando mentir―. Me he enrollado un poco en la biblioteca; ya sabes, cuando me pongo a leer artículos no puedo parar. ―A mi lado, Diablo parece estar a punto de estallar de la risa y yo tengo que contenerme por su culpa―. Me he puesto a hablar con un compañero de estudio y se nos ha hecho un poco tarde. Le estoy acercando a su casa, que el pobre no tiene coche.

―Claro, hija, qué buena eres. Me alegro de haberte educado así. ¡Dale recuerdos a tu amigo de mi parte! Ha sobrado un poco de puré de patata ―me recuerda; se preocupa mucho por mí. Siempre dice que hay que alimentarse bien para estudiar tanto―, puedes comértelo con lo que quieras. Nosotras iremos ya a dormir, pero ya sabes que, si necesitas cualquier cosa, puedes despertarnos. Al menos a mí. Tu hermana está un poco cansada ―admite―. Los gemelos no han tenido un día sencillo.

A veces me da rabia perderme tantas cosas, pero es lo que hay. Tengo que aplicarme al máximo y esforzarme todo lo que pueda para lograr mi meta. No puedo olvidarlo.

Siempre, DiabloWhere stories live. Discover now