17 | Atrapar las estrellas

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♫ Photograph ― Ed Sheeran ♫

Diablo

Cuando subimos a la azotea del edificio, por fin siento que puedo respirar.

Mis pulmones se recargan de aire nuevo y limpio. En las alturas el mundo siempre pesa un poco menos. No es un edificio demasiado alto, pero tiene buenas vistas. Se entremezcla lo urbano con la naturaleza a lo lejos; el límite entre la tierra y el cielo.

Me encanta venir aquí. Es donde puedo ser yo por unos instantes.

Miro a Quinn y su rostro iluminado me dice que esta locura merece la pena. Ni siquiera sé por qué la he traído, pero tengo claro que le vendrá bien respirar un poco, cambiar de aires.

Tal vez incluso las ideas fluyan en su mente con más facilidad.

―Esto es...

―Impresionante ―completo.

Le indico sin palabras que puede sentarse en la esquina de la azotea, solo con un gesto que ella comprende al instante.

―Ahí están las mejores vistas.

―Gracias ―musita. Si no fuera porque las sombras me impiden fijarme mejor, diría que incluso tiene las mejillas sonrojadas―. ¿Significa mucho para ti? Este lugar, me refiero.

Nos sentamos y me preparo para darle una respuesta que se ajuste a lo que verdaderamente implica este sitio, el espacio que ocupa en mi corazón.

―¿Quieres la respuesta corta o la larga?

No duda.

―La que te haga sentir mejor.

―Es... complicado. Mi vida es complicada, más bien. Solía subir aquí con una persona importante. Nos gustaba señalar las estrellas y jugar a encontrar la más grande y brillante de todas, ¿sabes? Aquí podíamos ser críos; no existen las normas en esta azotea. Ni las responsabilidades ni los problemas. Es liberador.

―¿Era tu novia? ―pregunta. No puede contener su curiosidad. Esboza una tímida sonrisa, pues no quiere inmiscuirse demasiado―. Con la que subías aquí.

―No. ―Esbozo una sonrisa agridulce cargada de recuerdos―. Venía con Oliver.

―Ah. Sí, lo siento. No estaba tratando de asumir tu sexualidad ―se disculpa. Entrecierra los ojos, como si hubiese metido la pata.

Es demasiado mona.

―No, no... ―me río―. Oliver... Oliver era mi hermano.

Pronunciar ese verbo en pasado duele. Duele muchísimo. Tanto que las palabras arden en mi garganta y me escuece el corazón. Es una herida abierta que no llega a cicatrizar.

―Oh. ¿Puedo... preguntar qué le pasó? ―suaviza mucho la voz y eso me calma. Quiero volver a agarrar su mano, aunque no lo hago. Sería raro e impropio de mí―. Si no te apetece hablar no pasa nada, no quiero...

―Tranquila, Quinn. ―Hago memoria, pese a que conozco esa historia de memoria. Sin embargo, voy a omitir la parte más importante de todas. No estoy preparado para hablar de ello aún. Es demasiado―. Oliver murió hace unos años en un accidente de tráfico.

No dice nada, pero veo cómo el terror empaña sus ojos. Y yo siento que podría echarme a llorar en este momento.

Cuando hablo sobre la muerte de mi hermano, la reacción habitual suele ser la de vomitar unas palabras de consuelo o de ánimo que, en muchas ocasiones y sin mala intención, me presionan. Como si quisieran obligarme a estar bien.

Siempre, DiabloWhere stories live. Discover now