Capítulo 4. Por los pelos

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Oven

No me las voy a dar de gamma inocente, porque otra cosa no seré, pero soy la hostia de realista y estoy vivo por los pelos.

¿Pero sabes qué pasó? Que me echaron de la cocina. Y es el trabajo que más me gusta, limpiar no se me da bien, recoger no se me da bien, en realidad pocas cosas que otros cabrones pueden hacer por ellos mismo se me dan bien.

¿Pero a alguien le importa? Claro que no, a nadie. Una vocecita tocapelotas me decía que me lo tenía merecido, que la había cagado a lo grande, nadie, y absolutamente nadie, manda a la mierda a un alfa.

Pero se me nubló el juicio cuando los tres se rieron de mí como unos desgraciados, quizás mi vaso estaba demasiado lleno, quizás yo tengo un vaso de chupito mientras que otros tienen una jarra gigante de cerveza, como Mop. Quizás.

La cosa es que estoy limpiando una de las letrinas públicas, ¡planazo!

¿Se puede caer más bajo?

No, no se puede caer más bajo, o eso creía yo. Porque sí puedes hacerlo, si el beta que está jodidamente obsesionado contigo se entera de que te han sacado de las cocinas y te tiene ahora todo para él.

Slate, sí, Slate estaba allí mirando como limpiaba la mierda de él y de sus compañeros, y la mueca en su rostro se la hubiera borrado a golpe de escobilla. Verás como no se ríe más.

Comienzo a sospechar que tengo un problema con que se rían de mí, la verdad.

—¿Qué has hecho esta vez? —me dice, con ese tono arrogante, los betas tienen un olor muy débil, pero Slate huele a todo lo que no me gusta, y mira que estoy en una puta letrina.

—No me jodas, Slate, hoy no —le amenazo entre dientes, armado de una escobilla maloliente.

—¿Dónde te metiste el otro día? Te estuve buscando —me dice el desgraciado.

—Deberías superarme, Slate, búscate una buena beta y déjame en paz.

Yo sé como provocar grandes catástrofes, parece que tengo un don para el mal.

Slate me empuja contra la pared, y por primera vez me doy cuenta de la poca cosa que es Slate. Sigue siendo más grande que yo, pero cualquiera es más grande que yo. Y es que antes no tenía nada con que compararlo, solo hacía unos días había tenido a un alfa, al primer alfa de Los Primeros contra mi cuello, y Slate a su lado parece un puto niño pequeño.

Un niño pequeño al que yo le pongo muy cachondo, yo no estoy bueno de la cabeza, pero Slate tampoco.

Slate no pregunta, nunca pregunta, siempre me aprieta contra él, me come la boca y se aprovecha de que en el fondo me gusta demasiado así.

La pared de aquellas letrinas no son el mejor lugar para tener sexo, pero yo ya he perdido los pantalones, y Slate me ha metido los dedos por el culo.

No os he contado una cosita de los Gamma, pero tenemos una especial inclinación por el sexo. Luego me arrepentiré, me cagaré en mi vida y en lo fácil que se lo pongo a Slate siempre, pero cuando me mete los dedos tocando justo el punto donde me derrito empieza todo a importarme una mierda.

Ha sido una semana de mierda, me merezco un buen polvo.



Slate

No quiero mostrar lo enfadado que estoy, porque no debería molestarme tanto que un gamma me rehúya, pero desde la noche del enlace ando como loco queriendo tener a Oven así.

GammaWhere stories live. Discover now