Capítulo 10. Omega en celo, problemas al vuelo

4.3K 500 180
                                    


Oven

El calor de este primero de septiembre es abrumador, y eso que pensaba que no podría haber día más horrible que el del enlace del alfa y la cosa pestosa.

Pero no, me equivocaba. Y la cosa pestosa, es decir, nuestro querido omega, Blue, se ha puesto en celo y todos estamos revolucionados.

Sus gemidos pueden casi escucharse en nuestros barracones, una cosa bárbara y bizarra. Como comprenderéis nadie ha follado tanto en su vida como ahora.

Esta generación que está siendo gestada en estos momentos será bendecida en una ceremonia a la Diosa. Bla, bla, bla.

Me importa una mierda, no sabes lo que es un barracón de gente gimiendo desconsolada, de entregarte a cualquiera por un deseo poco satisfactorio.

Porque tú no eres un omega, ni lo vas a ser en tu puta vida.

Solo estoy deseando que acabe el celo del coso apestoso a bollo de leche, porque lo que hice ayer con Slate aún me tiene traumatizado, y no quiero volver a verle en la vida.

Le lloré y supliqué, yo.

¡Diosa, llévame pronto!

Pero quien me preocupa es Mop, con este calor y con un gorro de lana en la cabeza, casi no se le ve ni el pelo ni la orejas, casi diría que ni los ojos. Y lo peor es que no me lo quiere contar, no quiere hablar del tema, y yo me tengo que ir a limpiar caca de alfa, mientras le dejo con esa mierda de gorro y sudando como un pollo.

Me topo con demasiadas miradas, ojos que nunca me miran, es el celo, y nuestra parte más animal, pero solo tienen que olerme para rechazarme. Ningún alfa es tan estúpido como para querer follar conmigo, o casi ninguno.

Pensaba que me había desecho de él, desde que me llamó por mi nombre y me tuvo llorando como un puto gamma llorón. ¿Sabes que odio más que haberle suplicado a Slate por un poco de polla beta? Haber llorado delante de ese alfa. Y haberme sentido reconocido segundos después, lo odié porque jamás alguien me ha reconocido de ese modo, como si yo fuera algo único.

A ver, no me malinterpretes, que yo soy la leche, son los demás que no se dan cuenta.

Pero desde entonces no le he visto, hasta ahora, claro. Y ya empezamos mal.

La tiene enorme, dura, y me mira como un demonio, un demonio follador.

Y por primera vez tengo miedo real, miedo real de él.

Porque la cosa que aparece por mis baños no es tan humana como me ha mostrado las anteriores veces, no es un alfa en control, y por mucho que yo haya fantaseado con ese rabo, las posibilidades de acabar mal son demasiado altas, lo veo en su mirada.

Se me acerca tan rápido que el escobazo que le doy no vale para una mierda, se rompe el palo contra su pecho, ¿de qué puta mierda está hecho este tipo?

—No quieres hacer esto, grandullón. —Intento razonar con él, pero se me tira encima como la mala bestia que es.

Un bocado suyo me rompería el cuello en dos, yo lo sé, él lo sabe, hasta la Diosa lo sabe. Pero no me muerde sino que huele, y casi respiro tranquilo, en cuanto se intoxique con mi olor se quitará. Pero no, solo gruñe y gruñe más fuerte. Está claro que a este alfa lo dejaron caer al nacer, ¿qué coño le pasa?

—¡Hueles a ese beta! —me grita casi dejándome sordo—. Le voy a matar.

Y escucha, que yo mientras no me mate a mí me va todo bien, pero es que sus palabras están tan cargadas de intención que sé que Slate es beta muerto.

GammaWhere stories live. Discover now