Capítulo 38. Algo más que amigos

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Slate

Las escapadas con materiales a la zona gamma es ya una rutina, no es que sea una gran contribución, pero al menos la pared de la zona norte está medio arreglada.

Mop me acompaña todas las tardes antes de su turno en la cocina, los gammas ya me saludan sin miedo, me sonríen, y me dejan regalos de lo más variopintos.

Hoy una gamma me ha regalado unas ramitas de lavanda.

Miro a Mop sorprendido, y él solo sonríe algo tímido encogiéndose de hombros.

—Es su manera de darte las gracias por lo que estás haciendo por nosotros —dice sonriendo.

No mentiré en decir que cada vez que nos reunimos su olor no me afecta, el olor de Mop es realmente fuerte, pero después de un rato te acostumbras, como al de todos ellos.

—¿Me pasas esa paleta? —le pido a Mop que siempre es un ayudante diligente.

Esparzo la mezcla sobre la pared alisándola.

Tengo que pensar en la pintura, aunque dudo que de esta pueda sustraer mucha, quizás si hago desaparecer algunas de mi actual obra, Clay tenga que pedir más, pero no puede ser muy evidente.

Mop está aprendiendo lo más básico, pero aún es incapaz de esparcir la mezcla correctamente y le quedan parches que sobresalen demasiado.

—Tienes que ser más suave —le digo moviéndome a donde él está y tomándole por la muñeca en la que tiene la llana.

Él se tensa un poco al sentirme, pero se deja guiar con movimientos suaves.

Me inclino un poco sobre él queriendo llegar a uno de los puntos más bajo de su trabajo y le escucho ahogar un pequeño gemido.

—¿Puedes tú solo? —le pregunto y él tarda en responder, negando suavemente sin querer mirarme, los sonrojos de Mop son algo a lo que me estoy acostumbrando. Y que secretamente me divierten.

Mop jamás me pediría algo más, aunque sé que es lo que quiere, su cuerpo y sus expresiones son como un libro abierto.

No hace tanto de su celo, pero a veces me parece una cantidad de tiempo amplísimo. ¿Cómo hemos llegado a esta situación? A una donde tengo a un gamma en una postura demasiado íntima y sin hacer nada con él.

No puedo evitar pensar en como Oven ya me hubiera jodido la cabeza con su incontinencia para insultar o cómo hubiera frotado su culo contra mí.

Mop no, Mop no es así, pero sin embargo me mira como no me ha mirado nunca nadie.

Por eso me separo de él.

—Yo creo que ya lo tienes —le digo un poco afectado por la cercanía de nuestros cuerpos.

Él asiente tan rojo como su pelo, y yo no puedo evitar considerarlo tierno.



Mop

Mi momento favorito del día es este, cuando Slate viene a mi barracón a arreglarlo.

Él no tiene porque hacerlo, de hecho, podría meterse en un lío y la manada está bastante agitada con el tema de Hammer y Oven, dudo que se tomen a bien que les estemos robando a los betas sus materiales para sus viviendas.

Pero no voy a negar que no me importa asumir el riesgo por pasar estos momentos con él.

Mis compañeros y amigos nos dejan todo lo a solas que pueden. También me he enterado que le están agradeciendo en la medida que ellos pueden a Slate, detalles que me hacen sonreír.

Él se los merece todos.

De algún modo también me siento orgulloso de él, de lo que él es y cómo se maneja en la manada. Es un buen beta, el mejor bajo mi punto de vista.

Pero reconozco que no soy imparcial, cada día caigo más y más por él, miro la pared que estamos arreglando por las noches y sonrío recordándole allí, en mi mundo.

Él es un buen... amigo, le miro de reojo cuando se despega de mí volviendo a su parte de la pared.

Y eso tiene que bastar, es como me ve, y está bien. Aunque en las cocinas siempre bromeen con que él es mi beta, yo sé bien que no lo es, que yo no le gusto de ese forma.

Pero en la noche, en mi cama, rodeado de mis iguales, mirando a esa pared pienso en cómo sería. En cómo sería si él sí me quisiera de esa forma, si él me besara, si él quisiera compartir su mesa conmigo en el comedor, como hacen Hammer y Oven. Mis fantasías son tan altas a veces que hasta me asusto, me asusto cuando recuerdo esa tarde en la casa beta recién terminada, en imaginar cómo le recibiría cuando él llegara de trabajar. Cómo yo lo tendría todo preparado, y cómo él me contaría su día y yo él mío. En cómo me abrazaría y me diría que me quiere, y en cómo me llevaría a nuestra habitación, una solo para nosotros y haríamos el amor.

Son tal altas mis fantasías que siempre me caigo de ellas dándome de bruces con la realidad.

Le miro recoger las cosas, se hace tarde y yo tengo que volver a la cocina, le veo limpiarse las manos, y no puedo apartar mis ojos de él.

Mis fantasías son tan altas, pero ya no me importa. Siempre he querido yo solo, puedo quererle, no necesito que me corresponda, porque el sentimiento de quererle me hace feliz.

Le tiendo un trapo para que se seque, y él lo toma mirando lo que hemos avanzado en unos días.

—Se me olvidaba, te he traído algo —me dice Slate.

Yo me quedo sorprendido. Sobre todo cuando le veo sacar unos zapatos, unos zapatos nuevos.

—Creo que son de tu talla, el zapatero dice que sin saber el tamaño de tu pie es complicado, pero bueno...

—Gracias —digo emocionado, si no son de mi talla me va a dar igual, es un regalo suyo, un regalo de Slate. Y noto que me voy a poner a llorar.

—Ey, no, no —se acerca hasta a mí— ¿por qué lloras? ¿Tan feos son?

Trata de hacerme reír, y no puedo evitarlo, tan cerca de mí que me elevo sobre mis puntas y le doy un beso en los labios.

Ya sé que no debo, que no soy Oven, que no soy...

Pero Slate me devuelve el beso, me lo devuelve multiplicado por mil y noto que ya no toco el suelo, pero mis pies no lo han abandonado.

Pero Slate me devuelve el beso, me lo devuelve multiplicado por mil y noto que ya no toco el suelo, pero mis pies no lo han abandonado

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Mi Mop necesita amor, mucho, mucho y Slate es el indicado.

Este beta creo que nos ha ido ganando poco a poco.

¡Feliz martes!

Besos

Sara

GammaWhere stories live. Discover now