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- Te vas a casar con Geraldine el mes que viene. 

Y la sonrisa que le dirigió a Bruno terminó por romper con su paciencia.

- ¡¿Qué?! - dijo levantándose de su asiento.

La cara de su madre se transformó, pasó de alegría a enfado, la familia de apellido Corbalán se mostraron visiblemente incómodos, el padre de la joven lo miró enojado.

- ¡Bruno! - terminó gritando con furia, para luego decir apretando los dientes - esa no es la forma de tratar a los padres de tu futura esposa. 

- No me voy a casar con alguien a quien no quiero. - casi escupió, la joven miró al suelo queriendo largarse de ahí, la noche había sido peor de lo que había imaginado.

- Mi hija es la muchacha más educada y amable que hay en todo el pueblo, es mejor de lo que podrías tener, tiene un corazón de oro, es una persona hecha y derecha, no como la jovencita con la que te paseas por todos lados en el pueblo. - dijo, parándose del asiento inclinándose sobre la mesa, exclamando lo último.

Alma asintió, con la furia reflejada en el rostro. Sentía vergüenza, vergüenza de que su hijo reaccionara así, de que nunca siguiera ninguna de sus reglas, de que sólo pensara en él y no en la familia. Sentía vergüenza al sentir la mirada de la madre de la chica sobre ella, como si le pidiera que corrigiera a su hijo. 

Todos quedaron en silencio palpando la tensión del momento, las hermanas de Bruno se pararon con el ceño fruncido y se situaron junto al joven, que trataba de calmar su enojo.

- Con el debido respeto, señor, no me quiero casar con su hija, y no me importa lo que ella sea o no, usted debería hacer eso mismo y no andar de chismoso viendo lo que hacemos o no. - dijo, cerrando su mano en un puño.

Julieta se dio cuenta de eso y entrelazó sus dedos con los de su hermano, notando el temblor en la mano de este.

El hombre rió con ironía - ¡Pero si no hace falta andar de chismoso! Es de lo único que se habla en el pueblo, de ti y esa… vulgar señorita que nada tiene que hacer aquí. ¡Todos quieren que se largue! 

Pepa y Julieta se miraron con preocupación, Bruno parecía furioso. 

- Papá… vámonos ¿si? - se levantó su hija de la mesa, queriendo huir de allí.

Ella ni siquiera quería casarse con alguien que era totalmente desconocido para ella y mucho menos con el Madrigal del cual todos advertían, era un alivio para ella que el joven se opusiera. Casarse con él para ella sería un martirio, su padre la había obligado, su madre se mantenía en silencio mientras era fuertemente regañada por su padre. Él quería nietos. Ella no quería hijos.

Bruno tomó aire, intentando ser de lo más educado posible, no quería manchar el apellido de su familia peor de lo que ya había ensuciado, - Señor, por favor, le pido que no hable así de alguien que no conoce, no vuelva a hablar así de ella. 

- ¿Ah, si? ¿Por qué piensas que debería hacerte caso?

- Porque - intervino Pepa, para sorpresa de Bruno - no está demostrando que sea un hombre decente al insultar a la - miró con duda a Bruno, quien asintió con la mirada seria -... novia de mi hermano. Al insultarla, nos está insultando.

La madre de la chica se giró indignada a Alma, quien se había quedado estática con la mirada inyectada en furia.

- Usted no nos dijo nada al respecto, señora Madrigal - dijo en tono seco, tomando sus cosas y agarrando de la mano a su hija y empujando a su marido, quien había quedado atónito ante la noticia -. Vámonos, no hay nada que hacer aquí. 

- No, por favor - reaccionó Alma, corriendo tras ellos -, podemos encontrar una solución. 

Bruno se aferró al brazo de su hermana, sintiendo que todo giraba demasiado rápido a su alrededor, sus hermanas lo miraron con preocupación, preguntándole algo, pero él no era capaz de entender. 

Era más que obvio que el padre quería casarlo con su hija para formar parte de los dones, estaba seguro que lo iban a presionar a tener hijos para poder presumirlos como trofeos, y eso le había sentado muy mal. No se había dado cuenta de en qué momento había corrido escaleras arriba para vomitar en el baño, Julieta le acariciaba la espalda, pidiéndole a Agustín que le trajera un vaso de agua, pero Félix se había adelantado, la mujer le agradeció y tomó el vaso de su mano, extendiéndoselo a su hermanito. Félix se disculpó y volvió a hacerse cargo de los niños, quienes estaban asustados por los gritos y ver a su abuela enfadada, pensaban que hicieron algo mal, pero Félix sonrió con tristeza y les dijo “son cosas de adultos”. 

Bruno quedó con la vista clavada en la tapa del retrete, escuchando a su madre suplicarle a la familia que cambiaran de opinión, pidiéndoles disculpas por el desvergonzado de su hijo. Había comenzado a temblar y palidecer, se sentía usado. Julieta le tocaba la frente, preguntándole algo con la preocupación reflejada en su rostro, pero él no oía. Había visto, casi en cámara lenta, cómo Pepa le dedicaba una mirada de preocupación e iba tras su madre. Y eso le hacía sentir mal, estaba siendo una carga para sus hermanas, quienes habían decidido defenderlo, lo cual agradecía en parte, pero no quería ser un problema para ambas.

- ¡Mamá, por amor de dios! - escucharon la exclamación de Pepa en el pasillo.

Bruno tomó del vaso de agua, enjuagándose la boca y sentándose en el suelo, tomando aire y preparándose para lo que seguía. 

- ¡¿Tienes una mínima idea de lo que has hecho?! - exclamó su madre desde la puerta del baño, hecha una furia - ¡lo arruinaste todo! ¡¿tienes una idea de lo que me costó convencerlos?! ¡Nunca piensas en la familia, me da tanta vergüenza que seas mi hijo!

- Mamá, por favor, no empeores las cosas. No se siente bien. - dijo Julieta con seriedad, estaba comenzando a enojarse y Agustín se dio cuenta de ello, por lo que se paró frente a esta cuando su madre dio un paso adelante.

- Ah, perfecto ¿ahora todos adoran a Bruno? ¡Sólo quiero lo mejor para esta familia! ¡¿es tan difícil de entender?! - gritó, sin darse cuenta que tras su grito una grieta comenzaba a formarse en la esquina de la pared del baño.

Ninguno, salvo Bruno, reparó en ello. Pero terminó por restarle importancia, estaba demasiado ocupado intentando no vomitarle a los pies al pobre Agustín que los estaba defendiendo de su furiosa madre, quien terminó yéndose tras tirar insultos al aire. 

- Bruno… - se acercó Pepa. 

El joven se incorporó de a poco, tratando de mitigar el mareo, y les sonrió con tristeza a todos los presentes, que lo miraban con pena. - No importa… de todas formas nunca fui suficiente para mamá.

Julieta y Pepa se lanzaron a darle un abrazo con lágrimas en los ojos, Agustín salió del baño para darles su espacio.

- No seas bobo… simplemente quiere-

- Lo mejor para la familia, lo sé, Julieta. No hablemos de eso, yo… voy a salir a tomar un poco de aire ¿si? - dijo con un nudo en la garganta - no me esperen.

Sus hermanas no hicieron el intento por detenerlo, entendían que el pobre necesitaba su espacio y sabían que iba a estar a salvo. Siguieron a un perdido Bruno por las escaleras, viendo cómo se alejaba con lentitud por la oscuridad de la noche. 

- Mamá se pasó de la raya… - dijo Pepa en un hilo de voz.

Julieta le dio la razón.

Tímido • Bruno MadrigalWhere stories live. Discover now