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Poco a poco la casa se fue reconstruyendo con rapidez, gracias a la ayuda del pueblo. La familia se asentaba en las casas que algunas familias les prestaban como símbolo de su gratitud por sus años de hospitalidad. La relación entre la familia fue mejorando, aceptaban las pequeñas discusiones y las diferencias, pero ya no aparentaban ser perfección, eran su versión más verdadera. Alma se había convertido en una persona más suave de lo que era, de a ratos volvía a las exigencias de antes pero cuando veía las miradas de sus familiares se disculpaba por su error. Incluso había comenzado a aceptar a Mia como un miembro más de la familia, tratándola con su debido respeto, lo cual era difícil de aceptar para esta, era demasiado el daño que había causado en las personas que quería, no podía tapar el sol con un dedo, pero nunca dejó de tratarla con el respeto, se disculpó demasiadas veces por haber sido grosera el día del derrumbe. Pero Alma le restó importancia, diciendo que era su culpa, Mia no dijo absolutamente nada, su silencio era más que suficiente.

La familia se comenzaba a adaptar a la presencia de Bruno, sus sobrinos comenzaban a recordarlo con más claridad, sus hermanas se volvieron de lo más afectuosas y apegadas a él y eso lo agradecía mucho, porque tantos años en soledad, en compañía únicamente de sus roedores, hizo que extrañara un abrazo de verdad. Todos sus sobrinos estuvieron de acuerdo en que lo recordaban más alto, lo cual generó tantas risas que se guardó como un chiste interno, Bruno se reía con un sonrojo en las mejillas, disculpándose por ser bajito.

Los meses pasaban pero Mia seguía observando a Bruno como si fuera irreal. Diez años en total. Parecía un sueño. No. Parecía que por fin había despertado de su pesadilla. No quería volver a dormir. Y Bruno notaba la mirada de la muchacha, siempre terminaba recordándole que estaba ahí y que no se iría de nuevo, pero él la entendía, entendía su shock. Después de todo, muchos lo dieron por muerto, no sería sorpresa que ella también lo hiciera.

- Pero yo no te di por muerto, Bruno - le dijo un día cuando él le expresó lo que sentía -. Es sólo que creí que no volverías, no sabía si estabas vivo o no, fue muy… difícil. Supongo que eso lo sabés.

Él asintió. - Sí, yo estaba junto a ti todo el tiempo. 

Mia lo observó con una media sonrisa. Estaban sentados en el techo de la casa en la que se hospedaban bajo la mirada de las estrellas, habían subido luego de que ella fuera hasta su habitación porque no podía dormir. Ninguno pudo dormir. 

- ¿Todo el tiempo, eh? 

Bruno se sonrojó. - N-No todo el tiempo, sólo cuando me necesitabas… enviaba a mis ratitas ¿sabes? 

Mia lo miró sorprendida, sintiendo un calor instalarse en sus mejillas, se sentía lindo el hecho de que nunca había estado tan sola como se sentía, le tranquilizaba saber eso. Pero más lindo se sentía el saber que él nunca la había abandonado realmente, que había cuidado de ella incluso dentro de las paredes, y eso hacía que en su pecho se instalara la calidez que sólo él sabía causarle, sonreía como tonta.

- Uh… entonces, supongo que cuando el jaguar me asaltó ¿fue obra tuya? 

Bruno asintió, recostándose en el techo para observar las estrellas e ignorar la mirada profunda de la mujer. 

Se ve bonito, pensó. 

- Wow… gracias. 

Bruno cerró los ojos y suspiró. - De verdad lo siento mucho, no se suponía que debía ser así… pero si yo me quedaba Mirabel iba a ser atacada por todos, por mi culpa, yo… debía protegerla. Perdón, Mia. 

- Está bien, sabés que te perdono, bonito. Me lo explicaste muchas veces y lo entiendo, a pesar de que la pasé muy mal, fue una decisión difícil de tomar, fuiste muy valiente, y eso me hace sentir orgullosa. 

Tímido • Bruno MadrigalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora