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Caminó entre los escombros de la mano del adolescente, intentando no derrumbarse frente al niño, escuchaba a todos preguntarse qué era lo que sucedía, qué iba a pasar con el Milagro, tuvo que abrazar a Camilo al escuchar su voz rota diciendo que había perdido sus poderes, sintió cómo este comenzaba a llorar en silencio, Mia le acarició el cabello mirando a su alrededor preocupada, nadie parecía lastimado. Olvidó toda la furia que sentía antes, ahora le preocupaba el hecho de que Casita se había derrumbado.

- Tranquilo, peque, ya vamos a encontrar solución, no te pongas mal, estás bien, todos están bien y es lo que importa ¿si? - dijo con suavidad, tomando el rostro del chico para limpiarle las lágrimas, dándole una sonrisa pequeña.

Nunca lo había escuchado llorar, le rompía el corazón. 

El chico asintió y se escondió en sus brazos, buscando apoyo. Pepa le dirigió una mirada preocupada, Mia moduló un “está bien” y la mujer asintió, agradeciéndole en silencio.

- ¡¿Mirabel?! - escuchó Mia a Julieta exclamar con miedo - ¿dónde está Mirabel? 

Mia vio cómo todos comenzaban a ponerse nerviosos nuevamente, llamando a la joven por todas partes, Mia se unió a la búsqueda intentando no llorar de la angustia y miedo que llevaba en ese momento. No soportaría que otro ser querido desapareciera por años, no soportaría que fuera la pequeña Mirabel que a todos lados la seguía desde que era apenas una bebé. 

Mia nunca había sentido ese temor tan fuerte, el que hacía que el andar de sus piernas sea pesado, que gritara aún con un nudo en la garganta, que la obligara a guardar sus sollozos para después, simplemente era demasiado para ella. Tenía demasiado miedo de que Mirabel desaparezca como Bruno lo hizo, y la llamó con la voz quebrada por horas, sintiendo su garganta desgarrarse al igual que su corazón, el miedo que tenía era indescriptible. El sólo pensar que la adolescente podría desaparecer tal como lo hizo Bruno le causaba escalofríos. Sólo era una niña, no merecía nada de lo que tuvo que pasar.

Terminó siendo arrastrada a los escombros nuevamente por Luisa, quien había notado su estado y la obligaba a descansar.

- Yo la busco, tia, descansa, la vamos a encontrar, ¿okay? - le dijo, frotando sus hombros con sus manos sin ejercer demasiada presión, no quería lastimarla más de lo que se veía. Mia le sonrió con lágrimas en los ojos, aceptando la botella de agua que le extendía. No había notado lo sedienta que se encontraba. - Quédate aquí ¿si? Por favor.

Le dijo mientras se alejaba, Mia ni siquiera le pudo asentir en respuesta. Sentía sus músculos doler con intensidad y un temblor instalarse en ella de nuevo, no podía creer lo que había sucedido. No podía creer las palabras tan horribles que Alma había dicho, como si fuera un juego tonto, sin pensar en el daño irreparable que podría generar en Mirabel, que quien sabe donde se encontraba en ese momento. 

No se había dado cuenta de que no muy lejos de ella un hombre de ruana verde que nadie registró, para su alivio, tomaba un caballo y partió hacia las altas montañas con desesperación, miedo, y nervios. Esperando, al igual que todos, que la joven Mirabel no siguiera sus pasos.

- ¿Mia? - dijo Agustin, tomando asiento a su lado. - ¿Te sientes bien?

La mujer negó, temblando como si fuera invierno en lugar de verano. - No, la verdad es que no… no logro dejar de temblar… ¿Ya encontraron a Mira’? - preguntó con desesperación, el hombre suspiró.

- No, aún no…

Las horas pasaban, la búsqueda continuaba y los que quedaban en los escombros intentaban sacar lo que se podía salvar, Mia se había quedado junto a Camilo todo el tiempo, notando que el chico de a ratos entraba en estado de shock con la vista fija en todos los pedazos grandes de piedra, entonces Mia lo abrazaba hasta que por fin podía dejar caer sus lágrimas. Le dolía la situación. Le dolía escuchar llorar a Antonio por sus animalitos, porque no podía entenderlos, porque algunos de ellos se habían lastimado. Le dolía escuchar los gritos desesperados de Julieta llamando a su hija, Mia tenía la sensación de que tenía el mismo temor que ella. 

Tímido • Bruno MadrigalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora