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El precio de ser un miembro famoso de una familia famosa era el hecho de que cada cosa que hicieras ibas a hacerlo con el ojo de todo el pueblo clavado en tus espaldas, pero al final te acostumbrabas. Pero las veces que estabas especialmente nervioso por una situación especial que al final del día cambiaría tu vida diaria del todo, te ponía el doble de nervioso.

Bruno cargaba al más pequeño, Luca, quien jugaba con sus rizos, con la otra mano llevaba a Oliver y trataba de ignorar la mirada clavada de todos en su nuca. Mia llevaba de la mano a Samantha y a Tomás, de vez en cuando mirando preocupada a Bruno, pues las miradas que les dirigían todos no siempre eran buenas, temía que él les diera importancia. Aún así, ambos se sentían de una manera indescriptible al estar llevando a niños a un parque, como si fueran sus padres, y eso les brindaba una calidez en sus pechos que se iban hacia sus mejillas, en un rubor apenas perceptible. 

- Bueno - dijo Mia cuando divisaron el parque a lo lejos, sabiendo lo mucho que estos generalmente emocionaban a los niños -, no se vayan de nuestra vista ¿si? 

Los niños asintieron y Bruno sonrió. Cuando llegaron, Mia quedó a cargo de los niños más grandes, mientras que Bruno, cargando a Luca, iba a comprar golosinas en el puesto que estaba justo en la esquina de la plaza. 

Para él era extraño llevar cargado a un niño que no fuera su sobrino, siendo que años atrás estos temían de él por su mala fama, y el hecho de que podría adoptarlo como su hijo lo hacía sentir extraño, feliz, nervioso. Mientras esperaba recibir el vuelto, observó al pequeño con una sonrisa, el niño jugaba con sus rizos, que eran similares a los de Oliver, y eso despertaba curiosidad en el pequeño, que enredaba y desenredaba un rizo con su dedo, riendo de vez en cuando al ser golpeado por estos con los movimientos de Bruno. Y eso despertaba en el hombre algo que nunca había sentido, y quería saber más de ese sentimiento. Volviendo al parque, cargaba la bolsa con cuidado de no hacer caer al niño, y divisó a Mia en la zona de los columpios, cuidando de los niños, riendo con estos, empujándolos y causando risas en los pequeños al simular que los iba a dejar suspendidos en el aire. Bruno sonrió ante la escena. 

- Hey. - lo saludó Mia con una sonrisa, Bruno quiso reír por lo bajo al verla acercarse tan feliz. 

- Hey, parece que les agradas. 

Mia asintió con una sonrisa, observando que los niños no se lastimaran. - Eso espero. 

- Lo estás haciendo genial… ahora tengo que agradarles yo… 

Mia volteó a verlo, Bruno observaba los columpios con una media sonrisa y pareciendo a la vez nervioso, por lo que asintió y se acercó más a él. - Okay, entonces yo cargo a Luca y vos andá a jugar con ellos, bonito. 

- Sí… - dijo nervioso, Mia rió por lo bajo y tomó al pequeño de sus brazos, estirándose un poco para depositarle un pequeño beso en su mejilla. Bruno sonrió y, antes de ir a repartir las golosinas, observó a la pelinegra hablarle al niño, quien le sonreía. 

Bruno se acercó a los niños y les mostró las golosinas, diciendo que el que quisiera comer una tendría que ir a sentarse a menos que quisieran lastimarse, y en un segundo los niños estaban sentados en la mesa pidiendo con educación sus dulces, Bruno los repartió asombrado y se sentó junto a ellos, Mia también tomó un asiento. 

El niño llamado Oliver los observaba de vez en cuando, como queriendo preguntar algo, pero sin animarse del todo, cuando sintió la mirada de Mia puesta en él se concentró en su chupetín, causando risas en esta. 

- Podés preguntarnos lo que quieras, Oliver. - dijo Mia, observando al niño con una sonrisa. 

Se siente extraño, pensó. Pero lo estaba disfrutando. 

El niño titubeó un poco, pero su curiosidad era más fuerte que él. - ¿Es cierto? - preguntó observando a Bruno - ¿Tus ojos brillan? 

Bruno lo observó sin entender, pero luego entendió que se refería a su don, y asintió con una sonrisa pequeña. - Sí, y se vuelven verdes… 

Oliver emitió un pequeño “wow” y siguió comiendo su chupetín con ojos brillosos, observándolo casi con admiración, él se sintió extraño al notar su mirada, pero los ojos del pequeño brillaban tanto cuando lo observaba que le era imposible no sentir agrado hacia él, y le sonrió, estirando su mano para revolver sus cabellos. 

- Pues yo oí que sus predicciones son feas y dan miedo. - dijo Tomás, mordiendo su paleta sin darse cuenta de que sus palabras habían causado efecto en Bruno. 

Mia frunció el ceño, sin saber cómo responder a eso, era sólo un niño, un niño que se dejó llevar por lo que decía el pueblo. Bruno sintió la mano de ella tomar la suya y le agradeció ese gesto, porque no estaba preparado para oír eso.

- Pues yo creo que es genial. - dijo Samantha, viendo con el ceño fruncido a Tomás, su boca se fruncía casi en un puchero.

Bruno la observó sorprendido, aún más cuando Oliver la secundó.

- ¡Claro que lo es! Ve el futuro, tú no sabes hacer eso, Tomás. - dijo con una sonrisa, sacándole la lengua al niño, quien se había volteado ofendido.

Mia rió ante eso y Bruno sonrió más relajado.

- Ya, no peleen. - dijo él, sonriendo a los niños que lo habían defendido.

- ¡Pero es cierto! Y Tomás es malo. - dijo Samantha, abriendo sus ojos como platos señalando al susodicho, quien sólo comió su golosina sin oírlos, le parecía más importante su comida. 

Mia y Bruno se observaron con una sonrisa, el pequeño Luca, aburrido, bostezó cerrando sus ojos, sintiendo unas manos acariciar su cabeza. Bruno no se esperaba que el niño estirara sus brazos hacia él, y observó sorprendido a Mia, quien le sonrió enternecida. Tomó al pequeño y lo acomodó de forma que pudiera tomar una siesta, meciéndolo como mecía a sus sobrinos cuando eran pequeños, y sonrió, aún atónito, cuando Luca llevó su pulgar a su boca y quedaba dormido de a poco. A Mia le hubiera gustado poder sacar una foto a esa imagen. 

Los niños observaron la escena casi con tristeza, decepcionados, y suspiraron con rendición, otra vez elegirían al más pequeño. 

- ¿Vamos a ir con ustedes, verdad? - preguntó Oliver, observando triste a Bruno.

Los adultos lo observaron atónitos. Fue Bruno quien se atrevió a hablar.

- ¿Q-Quieres venir con nosotros? 

Oliver asintió con euforia. Samantha hizo una mueca. 

- Yo igual… - dijo en un susurro.

Mia la observó sorprendida. 

Tomás era el único que no había dicho nada, sólo observaba la escena. 

Mia y Bruno volvieron a conectar miradas, sin saber qué decirles. 

- Pues… ya veremos ¿si? No se angustien.

Tímido • Bruno MadrigalKde žijí příběhy. Začni objevovat