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Al otro día se había organizado una cena en la que Mariano le iba a hacer la propuesta a Isabela, así que Mia se fue todo el día a pasar el rato con Rosa y la señora Méndez, con quienes había vuelto a tener comunicación a medida que iba mejorando, terminando siendo las mejores amigas del pueblo. Las había extrañado.

Si se hubiera quedado en la cena habría sido de lo más incómodo para ella, no sólo por el hecho de que no se sentía cómoda con la idea del matrimonio arreglado debido a su experiencia a esto, sino que iba a tener que escuchar la dura noticia de la profecía por la cual Bruno desapareció. Pasó una tarde de lo más tranquila, poniéndose al día con las mujeres, sin tener una mínima idea de lo que sucedía en Casita. Estaba sentada tomando café en paz, sintiéndose como no se había sentido hace años, completamente ajena al hecho de que Mirabel estuviera descubriendo que su tío desaparecido estuvo junto a ellos todo el tiempo, sin tener idea de que la puerta de la habitación de Bruno brillaba mientras este tenía otra vez la misma profecía por la que se fue, sin tener idea de que Mirabel estaba reparando las grietas familiares poco a poco.

No podía sacarse de la cabeza el hecho de que la noche anterior unas ratas le habían dicho a su sobrino postizo que fuera hasta su habitación, como si supiera que necesitaba apoyo en ese momento, como si alguien las hubiera mandado. Una sola persona se le cruzaba por la mente, y la distraía demasiado, al punto de derramar el café de la taza. No era posible, no sabía si seguía con vida, pero él se había marchado, no podría haber enviado a las ratitas a socorrerla si ni siquiera estaba ahí para ver el estado lamentable en el que se encontraba. Mia negó con la cabeza, descartando la idea, pensando en que se estaba volviendo loca, que el estrés le estaba jugando una muy mala pasada, y que debía concentrarse en que la señora Méndez quería contratarla nuevamente porque extrañaba su presencia alegre allí.

Pero el chillido de sorpresa y miedo de la gente fuera de la cafetería las puso en alerta. Apenas salieron a la calle notaron que muchas plantas de especies que Mia no sabía siquiera que existían surgieron de la nada, causando que muchos se tropezaran y cayeran con sorpresa. Mia se apresuró en levantar a un niño que se había caído de bruces, notando que se había raspado la rodilla.

- Hey, peque, ¿estás bien? - el niño negó con lágrimas en los ojos, Rosa corrió dentro de la cafetería a traer gasas y alcohol - Bueno… te voy a pasar esto ¿si? te vas a sentir mejor. - le dijo, con una sonrisa. Le sacudió los cabellos y estuvo apunto de limpiarle la apenas visible herida, hasta que sintió una mano en sus hombros.

- Mia… quizás debas ir a la casa de los Madrigal. - dijo Rosa, mirando hacia la casa.

- ¿Por…? - dijo Mia, incorporándose.

Alma corría hacia la casa desesperada, habían siluetas bailando y haciendo piruetas en el techo y escuchaba a Mariano lloriquear a lo lejos. Mia le pasó las gasas a Rosa. Era un marco desastroso.

- Creo que sí… un gusto haber hablado con ustedes, después paso ¿está bien? 

Se apresuró a correr a Casita, esquivando como podía las exóticas plantas de diversos colores, y cuando esta le abrió la puerta escuchó una fuerte discusión. Mia observó confundida a Isabela y Luisa, Isabela se encogió en su sitio evitando su mirada cuando Mia la observó esperando una explicación. Alma y Mirabel peleaban a gritos, llamando la atención de todos, quienes se acercaron temerosos al escuchar a la matriarca de la familia alzar la voz con tanta dureza. Mia tragó saliva, preocupada por la adolescente, quien trataba de explicarle a su abuela desesperadamente que ella sólo intentaba ayudar.

-... ¡tienes que parar ya, Mirabel! las grietas iniciaron contigo - escupió Alma, Mia frunció el ceño con confusión pero sintiendo malestar al ver la manera tan cruda y cruel con la que se dirigía a la adolescente. - Bruno se fue por culpa tuya, Luisa se queda sin poderes, Isabela está fuera de control ¡por culpa tuya! No sé por qué tu no recibiste un don, pero no es excusa para que sigas dañando a esta familia. 

Mia apretó el puño, sintiendo enojo, tristeza y sorpresa ante lo que había dicho la mujer. ¿No era suficiente con todo el daño que hizo ya? 

- Qué mierda acabas de decir. - soltó con furia, Alma volteó a verla indignada, Mia sintió que la tomaron del brazo. Pensaba dejar de contener su ira hacia esa mujer y comenzar una discusión el doble de fuerte, pero todos voltearon a ver a la adolescente que volvía a tomar la palabra con dolor esta vez. 

- Nunca voy a ser suficientemente buena para ti - dijo, Mia retrocedió un paso con lágrimas en los ojos, recordando todo. Esa misma palabra, esa jodida palabra que tanto lo había atormentado, ahora atormentaba también a la adolescente, y todo por culpa de la misma persona. Mia estaba que rabiaba. - ¿verdad? No importa que tanto intente serlo, no importa que tanto lo intente cualquiera de nosotros. Luisa nunca será tan fuerte como deseas, Isabela no será tan perfecta como deseas, Bruno dejó esta familia porque tú sólo veías lo peor de él.

- ¡A Bruno nunca le importó esta familia!

- No, ya está, te fuiste a la mierda. - dijo Mia, tratando de safarse del agarre con enojo. 

- ¡Él ama a esta familia! ¡Yo amo a esta familia! Todos amamos a la familia, tú eres a la que no le importa, tú eres la que derrumba nuestro hogar. 

- ¿Ama? - dijo Mia, con estupefacción, dejando de luchar contra el agarre de Agustín. - ¿A-Ama? 

No escuchó el resto de la discusión, no sintió las grietas expandirse con rapidez separándola de las protagonistas de la pelea, no sintió el agarre flojo de Agustín quien casi se cae tras un fuerte temblor, Mia no registró nada de lo que sucedía. En su cabeza sólo podía pensar en la elección de palabras de la adolescente, estaban en presente, no en pasado. ¿Cómo podía asegurar que aún esté ahí fuera amando a la familia? 

Mia ni siquiera registró que las grietas perseguían a la vela, no se dio cuenta de la persecución que se estaba generando entre los adolescentes que intentaban salvar a la vela, ni de en qué momento Camilo e Isabela habían caído de sopetón del segundo piso al perder sus poderes. Había entrado en shock, podía sentir su cuerpo temblar con violencia, el sudor frío bajando por su espalda, podía escuchar los miles y miles de pensamientos que cruzaban por su mente como bala, torturando a la joven que luchaba por salir del shock, quería gritarle a esa señora cuán equivocada estaba, quería gritarle que era su culpa el hecho de que Bruno se fuera, quería contarle que lo hizo llorar porque pensó que era insuficiente para todos por su culpa, quería acomodarle los ideales sin importar que fuera una persona mayor, porque era tan jodidamente narcisista que no se daba cuenta del daño que estaba generando en todas esas personas.

Sintió como era empujada hacia afuera y caía de espaldas, dejándola sin aire por un momento. Todos gritaban a su alrededor, pero ella no podía distinguir lo que estaban diciendo, incluso vio como Camilo y Julieta se acercaron hacia ella modulando preguntas que la mujer no pudo oír, lágrimas caían de sus ojos y no podía dejar de temblar, vio como Camilo y Julieta compartían unas palabras y asentían, la mujer fue corriendo donde su marido y el adolescente ayudó a la mujer a sentarse, acariciando su espalda murmurando palabras de apoyo, intentando que volviera en sí. 

Se sentía estúpida por no tener control de su cuerpo.

Mientras Mia intentaba que sus pulmones soportaran que todo el aire del mundo quisieran entrar en ella, la casa comenzaba a derrumbarse, causando gritos de pánico en todos, nadie notó que alguien había salido por el costado de la misma. De repente todo quedó en silencio. 

Mia se incorporó de a poco, sintiendo sus piernas temblar, y apoyándose en los hombros de un Camilo muy aturdido, quien observaba hacia la casa.

Pero ya no había casa que observar.

Tímido • Bruno MadrigalWhere stories live. Discover now