Capítulo 5

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Después de ver esa extraña y muy preocupante escena, volví a mi habitación y me quedé ahí viendo mi celular y leyendo los libros que me había traído mi mamá hasta que llegó la hora de ir a almorzar. Clarisse insistía en que almorzara en la habitación, pero yo se lo negaba todas las veces y le decía que quería ir a ver a una niña que había conocido cuando fui a hacerme la radiografía. Luego de varios intentos, aceptó. Ella me acompañó hasta el comedor o casino y me dejó en una mesa dónde ya estaba mi bandeja encima de la mesa.

La cantidad de niñas no era mucha, pero tampoco muy poca, al frente había una chica que –al parecer –tenía un problema del cerebro, ya que una enfermera estaba a su lado dándole de comer. En una mesa que estaba en diagonal a la mía, divisé a Brooke, tenía el ceño fruncido mientras jugaba con la comida moviéndola de aquí para allá con el tenedor. Me apresuré en comer lo que me quedaba y luego me pare en dirección a ella. Me senté a su lado y sonrió cuando me vio.

- Oh, hola Marie –sonrió mientras tomaba algo de agua. Pude fijarme que su plato estaba mucho más relleno que el mío y no había comido nada.

- Hola Brooke –le sonreí de vuelta y ella fijó nuevamente su atención a la comida. - ¿Cómo estás? –pregunté tratando de, otra vez, ganarme su confianza.

- Bien, gracias ¿y tú? –me miró para luego volver a tomar agua.

- Bien, supongo –torcí una sonrisa. Me sentía como si estuviese en la cárcel, habían muchas enfermeras merodeando por los pequeños pasillos que dejaban la distancia entre una mesa y otra, más de una vez, una enfermera pelirroja le lanzaba miradas de advertencia a Brooke, cosa que no entendí.- Oye, ¿No te comerás eso? –le pregunté señalando su comida.

- No tengo mucha hambre. Me da asco la comida –susurró para que las enfermeras no le escuchasen. Y ahí lo entendí todo; sufría de anorexia, y sin contar que ya me había fijado lo delgada que estaba.

- ¿Quieres que me coma el pan? –le susurré tratando de ayudarla un poco. Ella sonrió cómplice y asintió, me lo paso por debajo de la mesa y yo me lo comí de un bocado. Traté de disimular lo máximo posible que masticaba y ella trataba de comerse lo que le quedaba del arroz. Cuando por fin acabó, me habló:

- ¿Quieres ir a mi habitación? Aquí me siento muy observada –me susurró mirando a su alrededor y yo reí. Nos paramos de la mesa y salimos lo más rápido que pudimos. Una ventaja de no ir en silla de ruedas era que podías ser rápida cuando se tratase de una persecución de enfermeras enojadas porque Brooke me había convidado el pan. Al llegar, noté que no estaba tan alejada de la mía, sólo son doce números más que el mío. Entramos y pude observar que habían dos camillas y la pared estaba decorada con cartulinas rosas y de colores claros, dándole así un toque más infantil, comparado con la mía, esta era mucho más cálida.

- Ella es Ann, es mi compañera de habitación –apuntó a una chica rubia sentada en la camilla más cerca a las ventanas mientras que Brooke se subía a la suya. La supuesta Ann me lanzó una mirada cálida y sonrió.

- Hola Ann, soy Marie –le sonreí de vuelta y Brooke me indicó que me sentara a los pies de su camilla.

- Si te conozco, ayer Brooke me habló de ti –sonrió nuevamente y miré a Brooke quien tenía las mejillas sonrojadas, que tierna. – Supongo que ya sabes que tenemos… -suspiró Ann mientras rodaba los ojos, pero no de forma grosera, si no de forma como si todos supiesen lo que tienen, por su aspecto físico.

- Sí, pero no quiero que estés incómoda –le sonreí dándole confianza.

- ¿Quieres saber mi historia? – Brooke sonrió y yo asentí emocionada. –Bien. Cuando tenía once, al inicio de la escuela, mis amigas habían cambiado, no eran las mismas con las que siempre me había juntado. Con tal de sólo mirarlas sabía que algo no andaba bien, vestían con minifaldas y tops muy cortas, como las niñas de preparatoria que no dejan nada a la imaginación. Yo era la única que vestía con jeans y chaquetas, por eso me excluyeron y me dijeron que si no adelgazaba y cambiaba mi forma de vestir no éramos más amigas, cosa que me asustó ya que no tenía a nadie más y no quería quedar sola. Por eso vi en internet de como adelgazar de una forma rápida y decía que me metiera los dedos en la garganta y vomitara lo que había comido. Lo hice constantemente hasta que me miré en el espejo y vi que estaba cómo morsa y esa técnica no estaba funcionando. Por eso mi mamá decidió enviarme aquí, para que me curara –dijo esto último con un suspiro. Su historia me dejó estupefacta.

Aún no puedo creer que unas niñas de once años ya lleven la “moda” de mostrar su cuerpo. Hasta que hicieron que Brooke empezara a verse en el espejo con sobrepeso, eso sí es algo nuevo.

- Cuando Brooke llegó, me sorprendió bastante, ya que yo tengo quince, pero ella es cuatro años menor que yo –opinó Ann mientras se sentaba en la camilla de Brooke con nosotras.

De golpe, se me vino a la mente la operación de mi columna y me sobresalté, Clarisse me va a matar.

- Lo siento chicas, me tengo que ir, se me hace tarde –dije rápidamente mientras me levantaba y un dolor punzante me recorría por la espalda.

- ¿Para qué? –preguntó Brooke, entusiasmada.

- Me tienen que operar de la columna –me despedí de las dos con la mano y caminé con paso rápido hasta la puerta.

- ¡Suerte! –escuchó que gritó Ann y sonreí.

- ¡Gracias! –grité de vuelta. Traté de apurarme lo más que pude hasta llegar a mi habitación y encontrar a mamá y a Clarisse paseándose por la habitación, las dos estaban nerviosas debido a mi ausencia.

[…]

El doctor Evans tiraba de la camilla por los pasillos mientras estaba recostada, ya con el camisón y todo lo necesario para empezar la operación, mentiría si digo que no estoy nerviosa. La sensación me está matando por dentro y que las personas que se encuentran en el pasillo no ayudan en nada cuando me quedan mirando, cómo si me estuviese desangrando en ese momento. Levanté la vista para ver cuánto faltaba para llegar a pabellón hasta que me topé con una mirada oscura y firme, “Shawn” andaba con la bata del hospital y pude ver qué estaba enojado, debido a su ceño fruncido, pero este se estiró cuando lo miré de vuelta. Me siguió con la mirada mientras el doctor seguía tirando de mi camilla hasta que lo perdí de vista. Fue muy poco contacto visual. Estúpido doctor. Pero, siento que su mirada, aunque fuesen por unos milisegundos, me dejaron un poco más tranquila, no del todo, pero ahora me siento un poco mejor.

Espero les guste:) Voten y comenten, me gustaría saber que piensan c:

Alee, xx.

Hospital «Shawn Mendes»Where stories live. Discover now