Diez

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—¿Tsuki? – murmuró su padre moviéndola suavemente.

—Hmm...¿Papá? – murmuró para a los segundos levantarse abruptamente de la camilla donde se encontraba durmiendo para después hacer que un leve dolor de cabeza aparezca.

—Tonta, no debes levantarte así. – dijo sobando su cabeza.

—Gomen... – murmuró mirando a su alrededor viendo a su amigo durmiendo en aquella habitación a la cual ella seguía sin poder entrar.

—Hija, vamos a comer algo.

—Pero, ¿y si Yuki despierta y no me ve? – pregunto tocando el vidrio con su mano mirando dentro de la habitación.

—Descuida, será rápido. Aparte le dimos un sedante parael dolor que hizo que durmiera, dejémoslo descansar un poco, ¿Si?

—De acuerdo... – no estaba convencida del todo, pero solo hizo caso a lo que su padre dijo.

Salieron de la habitación en completo silencio comenzando a caminar a paso lento hacia la cafetería del hospital en la cual no había muchas personas, ya que era muy temprano por la mañana.

Al llegar saludaron al personal sentándose en una de las tantas meadas que habían, al sentarse en la silla mientras el padre de la joven pedía algo para tomar y comer, unos minutos después llegó con el desayuno colocándolo con cuidado en la mesa aora que no se derramé. La joven iba a tomar un té con una pequeña porción de torta de frutilla con crema y sus respectivas pastillas, pero algo le pareció extraño, ¿Por qué le está dando una porción de torta cuando él es muy cuidadoso con su alimentación?

—Papá, ¿Por qué...? – pregunto mirando la torta y él te que aunque sea suave, a la joven podría llegar a caerle distinto.

—No viene mal comer algo que a uno le guste cada tanto, además debes alimentarte bien para estar fuerte.
– su rostro se mostraba bastante relajado ante los ojos de los demás, pero no para su hija que lo conocía desde años y más al verlo tratar con varias personas.

—Pasa algo, ¿Verdad? – pregunto haciendo que el hombre deje su café en la mesa largando un suspiro, se acomodó en la silla y miró a su hija a los ojos, haciendo que está tiemble un poco ante la mirada de su padre.

—Hija... No sé cómo decirte esto... – dijo tocándose la nuca con una mano y la otra jugando con la taza de café.

—¿Es sobre Yuki? – pregunto viendo como su padre tuvo un tick en el ojo dándole a entender que el tema iba por allí. – Dime...

—Tsuki...hija...Yuki... – suspiró pesadamente. ¿Cómo le dices a tu hija que su mejor amigo tiene los días contados? ¿Cómo haces para que eso no afecte su salud? Había tantas cosas que le estaban molestando, tantas preguntas que se iba haciendo y la mayoría no tenía una respuesta clara. Odiaba ver a su hija sufriendo.

—Dime. – dijo lo suficientemente alto para que su padre la escuché, pero lo suficientemente baja para no llamar la atención del restó.

Suspiró mirando hacia bajo, no tenía el valor de ver a su hija a los ojos, menos cuando él era el que siempre le decía que lograrían salvarlo. – La extraña enfermedad que Yuki tiene esta volviendo y más rápido de lo normal.

—¿Q-qué quieres decir con eso? – pregunto aún si sabía la respuesta, pero quería escucharlo de su boca.

—Sus órganos están dejando de funcionar al igual que su sistema inmunológico. Ya no podrá caminar como solía hacerlo ya que sus huesos se están desgastando, no podrá comer comida como lo estás haciendo tú o yo, todo será vía oral.

Su padre siguió contándole con lujo de detalles absolutamente todo lo que le iba a ir pasando al mejor amigo de su hija para que ella este preparada para lo peor, ya que en el pasado cometió el terrible error de no decirle lo que le estaba sucediendo a su amiga. Sabía que todo lo que decía era demasiado para ella, pero algo en el le reclamaba que debía hacerlo o se arrepentiría nuevamente.

Al terminar de contarle todos los problemas y decirle que a su amigo le quedaba menos de un año, un silencio sepulcral se hizo presente. No tenía el valor de levantar la vista, por lo que respiro profundamente levantando la cabeza de golpe encontrándose con el rostro neutro de su hija, sus ojos ya no tenían aquel brillo que tanto la caracterizaba, ahora eran un degrade de negro y azul.

Su cuerpo no temblaba, pero sus manos si haciendo que este se levante abruptamente seguido de la joven.

—Estoy bien. – respondió rápidamente con una sonrisa demasiado forzada.

—Hija...

—Voy a dar una vuelta por el hospital y luego iré a ver a Yuki. Si llega a despertar y ver que no estoy, dile que estoy desayunando así no se preocupa. – antes de que su padre pueda decirle algo está se giró comaninando a paso apresurado, no debía correr en el hospital, pero tenía esa necesidad de salir de aquel lugar.

Sin que ella se de cuenta por estar mirando el suelo alguien la tomo de la muñeca, no se giró a ver quién era solo que detuvo.

—¿Tsuki? – murmuró una voz familiar.

—¿Tsuki, estás bien? – pregunto otra persona preocupada poniéndose enfrente suyo. No podía ver su rostro ya que lo cubría su cabello que a pesar de estar corto, tenía una gran cantidad. Con delicadeza fue quitando su cabello del rostro de la joven hasta quedar petrificado llamando la atención del otro joven que se encontraba allí poniéndose al lado de esté viendo como su amiga ya no tenía esa hermosa sonrisa que tanto la caracterizaba, sus ojos ya no brillaban con intensidad y su cuerpo se notaba un poco más flaco.

La joven solo quería irse de allí no se sentía del todo bien, quería escapar de aquel lugar pero no podía dejar a su amigo solo, tenía que cuidarlo, estar ahí para el como él siempre lo estuvo. Pensamientos negativos comenzaron a invadir la cabeza de la menor haciendo que está comience a temblar, balbucear cosas por lo bajo y lo que más alertó a los chicos, amabas manos la tenía en su pecho como si buscara ayuda, antes de que ambos peguen el grito para pedir ayuda la joven salió corriendo.

—¿¡Tsuki!? – gritaron ambos al verla irse corriendo siguiéndola sin pensarlo.

—“Corre, corre, corre” – pensaba una y otra vez hasta llegar a la escalera de la azotea, al subir solo dos escalones tropezó cayendo en estas. Las fuerzas comenzaron a irse de su cuerpo, pero tenía que salir de allí, necesitaba respirar aire puro. Intento subir las escaleras a gatas pero simplemente no podía.

—¡Tsuki! – gritaron ambos jóvenes al ver a su amiga intentamos subir las escaleras.

—¡Souta, abre la puerta! – gritó cargando a su amiga como una princesa.

—¡Si! – respondió subiendo las escaleras rápidamente como si fuera cosa de todos los días abriendo la puerta de la azotea haciendo que una ráfaga de viento golpe en sus cuerpos sacudiendo fuertemente sus prendas.

Ambos hermanos salieron a la azotea sentándose en el suelo, el mayor no soltaba a su amiga por miedo a que le ocurra algo, pero está solo comenzó a respirar aquel aire puro que tanto necesitaba para a los segundos comenzar a llorar por lo bajo mirándo en suelo.

Ambos hermanos al verla de esa manera sintieron como si algo dentro suyo se rompiera abrazando a la joven con la fuerza suficiente para que sepan que ellos estaban ahí para ella. Al principio la joven intento escapar, odiaba que la vean así, pero luego recapacitó recordando que esos dos hermanos eran de fiar, que con ellos podía llorar todo lo que quiera y no se irían de su lado hasta que vean una enorme sonrisa en sus rostros.

—hmm...a..aahhhhh!! – grito llorando abrazando a ambos hermanos quiénes la abrazaron un poco más fuerte.

—“¿Cuánto tuviste que aguantar tsuki...?” – pensaron ambos hermanos como si compartieran mente mirándose a los ojos para después volver su vista a su amiga.

Á𝔫𝔤𝔢𝔩 𝔡𝔢 𝔩𝔞 𝔤𝔲𝔞𝔯𝔡𝔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora