Dieciocho.

422 62 4
                                    

Luego de estar unos cuantos minutos jugando y corriendo, decidieron sentarse en la arena disfrutando de la hermosa vista de ahora, la luna llena acompañada de hermosas estrellas.

No hacía frío, era una noche perfecta. Los tres estaban en silencio, pero no uno incómodo, sino uno acogedor y tranquilo donde disfrutaban el ruido de las olas chocando con la arena.

Cerraste los ojos sintiendo las ligeras brisa del frio donde te comenzaste a sentir mal. Sabías que te habías excedido pero te daba igual, sólo querías disfrutar a lo grande aún cuando tú cuerpo ya estaba en sus últimas. Decidiste dejarlo de lado a pesar de los dolores que comenzaste a sentir en tu cuerpo y en tu pecho más que nada.

Suplicaste para tus adentros que todo dolor desaparezca, que venga otro día. Querías disfrutar almenos un día, querías sentirte normal por un día.

— Cof Cof. – tosiste de golpe.

El de cabello plateado rápidamente se sacó la gabardina roja que tenía poniéndotela en tus hombros cubriéndote del frio.

—No es necesario... – decías al verlo en remera.

—Esta bien, úsalo. – decía restándole importancia.

—Gracias... – decías tomando su gabardina con una mano algo avergonzada.

La única ropa que usaste era de tu amigo Yuki, por lo que usar ropa de un desconocido te ponía algo nerviosa.

—"¿Cómo estará Yuki...?" – pensaste de golpe mirando al cielo suplicando que no sepa de tu huida.

—Por cierto, ¿Cómo te llamas? - pregunto el joven de la cicatriz. 

— Nishimura Stuki, ¿y ustedes?

— Kakucho hitto. – sonrió amablemente.

— Kurokawa Izana. – murmuró sin despegar la vista de enfrente suyo.

Comenzaste a conversar con kakucho por unos minutos, donde izana cada tanto se les unía, pero este era más de quedarse en silencio y escuchar, que de hablar.

A pesar de no conocerse, el ambiente que crearon los tres era muy calido y a la vez muy agradable. Hablaban como si se conocieran de toda la vida y eso era lo que más te gustaba.

— Ya se está haciendo tarde. – murmuró kakucho mirando su celular. – ¿Te llevamos a tu casa, tsuki?

Casa. Esa simple palabra y con tanto significado. Hace años que no volvías a tu casa. Ahora tu casa era el hospital, ese lugar que a muchos les gustaba y lo sentían como un lugar seguro, para ti era una cárcel. Amabas a todos los que trabajaban allí, pero todo el mundo se cansa de estar siempre encerrado y ver a las mismas personas y hablar con ellos todos los días.

— No tengo... – soltaste de golpe.

Ambos te miraron sorprendidos ante tu respuesta. Creían que por como estabas vestida, tan bonita, pensaron que tenías un hogar.

— ¿No tienes una casa? – pregunto esta vez izana mirándote.

— Tenía. – susurraste con dolor.

— ¿Y donde te quedas? – pregunto kakucho.

No sabías si decirle o no, ya que todas las personas a quienes conocías en el hospital y les decías que vivías en el hospital debido a tu condición, se reían o se alejaban creyendo que tú enfermedad era contagiosa.

Sabías que si les llegabas a decir que vivías en un hospital podrías no volver a verlos, y eso en el fondo te dolía, ya que eso te dejaba claro una cosa y era que no podías tener amigos.

Á𝔫𝔤𝔢𝔩 𝔡𝔢 𝔩𝔞 𝔤𝔲𝔞𝔯𝔡𝔞Where stories live. Discover now