Diecisiete.

678 85 6
                                    

Te despertaste muy cansada de tanto llorar pero también decepcionada y molesta. No querías ver a tu padre, mucho menos cruzártelo por algún pasillo. Pensabas que quizás te estabas pasando al no querer verlo, pero cuando por primera vez tomaste el valor de pedirle algo, él simplemente se negó.

Querías irte de ese lugar pero no para irte a otro hospital, simplemente te sentías cansada en todos los sentidos, querías irte del hospital y simplemente respirar aire puro, estar en el techo ya no era lo mismo.

Miraste por la ventana el cielo donde por primera vez en tu vida sentiste envidia al ver a los pájaros volando en el cielo. Te acercaste a la ventana donde viste hacia abajo las personas que entraban y salían sin preocupaciones. Sabías que tener envidia de alguien estaba mal, pero hasta tú tenías un límite al cual estabas llegando.

Frustrada y molesta decidiste tomar una opción, una que quizás no sea la más adecuada o la correcta pero era lo que elegiste. Era tu vida y tú cuerpo. Querías por primera vez tener el poder que tú deberías tener en el, quizás nadie te tomaba en serio por tener solo 15 años, pero eras muy inteligente y eras consciente de todos los peligros que hay fuera. No eras idiota.

Caminaste hacia el mueble viendo allí tu ropa, la que usabas sólo en navidad o año nuevo. Había un vestido amarillo y unos zapatos blancos muy bonitos muy bien guardados y en buen estado, en otra bolsa había ropa como remeras, pantalones y demás, pero suponías que te quedarían muy pequeñas por lo que optaste por el vestido.

El día estaba hermoso por lo que el vestido era perfecto. Rápidamente fuiste al baño donde te diste una ducha para luego ponerte la ropa interior y el vestido el cual quedaba por arriba de las rodillas y los zapatos. Te arreglaste el cabello y saliste del baño viéndote en el espejo de cuerpo entero como te quedaba. Estabas hermosa.

Miraste de reojo el reloj viendo cómo aún era temprano por lo que algunas enfermeras estarían despertando o cambiándose de turno por lo que los pasillos estarían algo vacíos y podrías salir sin que nadie te vea. Sonreíste al verte pero antes de irte tomaste un barbijo por si las dudas el cual te lo pusiste saliendo de la habitación.

Miraste a ambos lados viendo que nadie estuviera pasando y comenzaste a correr en sigilo hacia la salida. Una vez fuera te paraste en seco al ver que estabas literalmente a un paso de la salida que daba a la calle. Estaba nerviosa, eso no lo ibas a negar, tu cuerpo temblaba, tu respiración comenzó a ser más agitada y comenzó a dolerte ligeramente el estómago pero sabías que todos esos síntomas eran de los nervios. Tu cuerpo te estaba diciendo que no lo hagas pero era un miedo que debías superar. Querías salir y ver el exterior aunque quizás sea la última vez que puedas permitirte hacerlo.

Suspiraste pesadamente golpeando tus manos en tus cachetes y decidida diste el primer paso. Lágrimas de felicidad cayeron al ver que saliste. Realmente habías logrado dar el primer paso y sin pensarlo mucho comenzaste a correr rápidamente por las calles. No sabías a donde estabas yendo ya que hace años no salías y suponías que todo había cambiado, hasta la ubicación del hospital. Quizás la calle era otra, quizás la casa en donde vivías se vendió o la demolieron. No sabías y eso era lo que más curiosidad te daba y las ganas de verlo.

Ahora mismo eras una niña curiosa que le llamaba la atención todo. Las casas, los árboles, el cielo, las flores, el aire, los colores, las personas, los vehículos, todo era nuevo y muy hermoso.

Querías ver si el centro de Tokyo había cambiado pero al no saber dónde estabas parada le preguntaste a una pareja que pasaba por allí y te indicaron el camino. Al llegar tus ojos no sabían a dónde mirar, todo era tan llamativo y hermoso que no podías con tanto. Habían tantos puestos de ropa, comida, bares, restaurante que no sabías a donde ir primero o qué hacer pero tenías todo el día para simplemente disfrutar tu salida.

Á𝔫𝔤𝔢𝔩 𝔡𝔢 𝔩𝔞 𝔤𝔲𝔞𝔯𝔡𝔞Where stories live. Discover now