Dieciséis.

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—Quiero irme de aqui.

—¿Qué? – dijo sorprendido. – Hija, sabes muy bien que no puedes irte del hospital.

—Lo sé. Se muy bien que no podré salir de estas cuatro paredes y que si estoy en el exterior es probable que no dure más de cinco horas pero a unas horas de aquí hay otro hospital, ¿Verdad?

—Si, pero-

—Iré ahí.

—Tsuki

—Se que es todo esto es muy repentino y que no te di tiempo de pensarlo pero es algo que yo quiero, papá. – decías firmemente – Si me quedo aquí será peor para Yuki y no quiero que siga sufriendo por culpa mía y si yo llego a irme quizás su enfermedad llegue a un punto en el que se detenga o desaparezca.

—Tsuki, la enfermedad de Yuki está muy avanzada. Tu misma lo pudiste comprobar hoy.

—Lo sé, pero en parte fue por culpa mía. – dijiste cabizbaja – Todo lo que le estaba pasando a Yuki es por culpa mía y la verdad me cansé de ser yo la culpable de las muertes de mis amigos y no quiero que muera nadie mas por culpa mía.

—Hija...

—Si irme es la solución para que Yuki se recupere... entonces me iré... – dijiste con lágrimas en los ojos viendo la cara que tú padre puso de desaprobación.

—Tsuki, esto no es algo que se pueda tomar a la ligera. Tu enfermedad y la de Yuki deben ser observadas de cerca y si te vas no podré cuidarlo.

—¿Quién dijo que vendrás conmigo?

—¿Qué?

—Se que la mayoría de los hospitales que hay en Japón son tuyos por lo que me iré a otro.

—Tsuki-

—Este hospital es el más moderno y avanzado que tenemos de todos y no pondré en riesgo más la vida de Yuki por un simple capricho tuyo. – sentenciaste molesta.

Entendías que era tu padre y que haría todo para que te cuide pero llegaba a un punto en el que los demás pacientes pasaban a segundo plano y hacia chequeos tediosos con varias personas para lograr encontrar una cura para tu enfermedad.

—Es mi vida y yo decidiré lo que quiero hacer con ella.

—Tienes 14 años Tsuki. No tienes idea de lo que quieres por eso yo como tú padre estoy aquí para ayudarte y guiarte-

—¡Tú no sabes lo que quiero! – gritaste cansada levantándote de la silla mirándolo fijamente. – ¡Desde los 8 años que estoy encerrada en estas cuatro paredes! ¿Sabes lo que se siente no poder salir al exterior? Tener que tomarme medicamentos horribles, hacerme chequeos odiosos, que me metan cosas en el cuerpo que ni siquiera tú sabes para qué sirven, ¡No lo sabes! No lo sabes porque tú no estás enfermo, YO SI.

—. . .

—Se que eres mi padre y haces todo esto para cuidarme pero ya basta. – gritaste intentando detener tus lágrimas. – No me estás ayudando, me estás matando. Me matas al no poder dejarme hacer nada... Es mi cuerpo y ahora yo decidiré que es lo mejor para mí y lo mejor es irme y dejar que Yuki viva.

—¿Eres consciente que me estás pidiendo que mate a mi hija para salvar a la de tu amigo?

—Si.

—Es muy egoísta de tu parte.

—Lamento ser egoísta por querer salvar la vida de alguien que la estuvo perdiendo por culpa mía.

—No. – sentenció – No irás a ese hospital y te quedarás aquí.

—Pero papá-

—¡Dije que no! – grito molestó – ¡Soy tu padre y yo decido que hacer con tu vida!

—¡No es justo!

—Yo te diré lo que no es justo. – gruñó levantándose acercándose a ti – Que una niña malcriada este obligándome a hacer una estupidez por querer salvar la vida de su amigo.

—¡¿Estupidez?! – gritaste furiosa – ¡Qué no tengas amistades no es mi problema!

Cuando querías abrir de nuevo la boca sentiste una fuerte cachetada de parte de tu padre. Sorprendida y a la vez con una profunda tristeza pero mas que nada decepción, levantaste la mirada viendo a tu padre, no, ahora ya no era padre, ahora era Satoshi.

No querías escuchar nada más de lo que él te diga, menos que se te vuelva a acercar. Rápidamente te alejaste de él mirándolo aterrada.

—H-hija...

—¡No haces esto porque me quieras, lo haces porque estás obsesionado con saber qué mierda me pasa! – gritaste entre lagrimas – ¡Ojalá me muera pronto para no verte más la cara!

Rápidamente te diste la vuelta saliendo de la oficina corriendo hacia tu habitación donde te tiraste en la cama no sin antes cerrar la puerta con llave para que nadie entre.

Querías con todas tus almas correr a los brazos de tu mejor amigo Yuki y decirle que era lo que había sucedido pero no podías. Ya no podías volver a hacerlo como solías hacer tiempo atrás y eso era lo que más te dolía en el alma, pero también ver y saber que tu padre seguía obsesionado con saber que era lo que te pasaba, ya no lo hacia porque se encontraba preocupado, era algo mas personal que poco a poco lo llevaría a la locura si no encontraba una cura.

Á𝔫𝔤𝔢𝔩 𝔡𝔢 𝔩𝔞 𝔤𝔲𝔞𝔯𝔡𝔞Where stories live. Discover now