Once

1.3K 159 2
                                    

No se sabía cuanto tiempo había pasado desde que la menor se largó a llorar abrazando a sus dos mejores amigos los cuales no se separaron ni siquiera un milímetro de su lado, estaban aferrados a ella como si de eso dependiera su vida.

De apoco la menor se fue calmando dejando de llorar y comenzando a aflojar el agarré en ambos gemelos. Apoyó su cabeza en el pecho del Nahoya y tomó la mano de Souta, mientras ambos acariciaban la cabeza y la mano de está.

—¿Te sientes mejor, tsuki? – la vio asentir.

—Si, gracias... – respondió jugando con la mano de Souta.

—Peque, sabes que no debes guardate nada...

—Si vinimos es para que sepas que puedes contar con nosotros. – siguió Souta.

¿Debía hacerlo?

Era una pregunta que frecuentaba en la cabeza de la menor. Se la pasaba día y noche alejando a las personas de su lado para que no le tomen cariño para que estos no sufran de su perdida al morir, ya que ella ya tenía claro que su destinó era ese.

—Peque... – murmuró Nahoya acariciando la mejilla de la menor.

Estaba entre la espada y la pared. Tenía tantos pensamientos que le decían que no diga nada, que se eleva te y se vaya corriendo de ahí encerrándose como siempre solía hacer, pero por otra parte no quería levantarse, quería quedarse ahí con ellos. Se seguía sintiéndose segura en los brazos de ambos gemelos kawata.

Una leve sonrisa aparecio en su rostro. Se levantó solo un poco para poder acomodarse mejor entre medio de ambas piernas de Nahoya para después estirar sus manos hacia Souta el cual se sorprendió al igual que su hermano, pero se acercó rápidamente a abrazarla. Aún si pasaron años, ambos hermanos sabían que cuando la menor hacia eso, es porque los necesitaba a ambos con ella para poder desahogarse como era debido.

Nahoya abrazo con fuerza a su amiga por la cintura mientras que ella abrazaba a Souta quien relajó su expresión al sentir suaves caricias acariciar su cabello esponjoso.

—Yuki va a morir. – dijo sin rodeos hacie do templas a ambos hermanos, pero ninguno se levantó, debían dejarla hablar. – Papá me dijo que su enfermedad empeoró abruptamente en estos días. Los medicamentos ya no le hacen efecto, menos los que compraron en el extranjero. Me dijo que sus días están contados y que no iba a llegar al año...

Ninguno de los dos hermanos sabía que responder en esos momentos, lo único que podían hacer es abrazarla y decirle lo mucho que sentían esas palabras y estar ahí para ella en todo lo que podían.

—Me siento inservible y me da bronca verlo morir lentamente sin poder hacer nada para ayudarlo o que simplemente no sienta dolor... – dijo entre lágrimas – Tengo miedo de ver morir a alguien que quiero de nuevo... Nunca pude hacer nada para poder ayudarlo, siempre fue él quien me ayudaba a mi a estar bien... Estuvo desde el primer día en que lo internaron aquí hasta el día de hoy aguantando todo de mía, mis enojos, mis caprichos, mis berrinches infantiles, todo sin pedir nada a cambio cunado el que estaba peor era el...

Sus lágrimas habían vuelto siendo testigos del dolor que la menor sentía. Sus amigos se aferraban al abrazo intentando transmitirle todo lo que ellos pensaban en esos momentos.

—Siento que es mi culpa...que es culpa mía que él esté tan grave...

—¡No es tu culpa! – gruñó Souta levantándose tomando con cuidado las mejillas de la menor. – No es tú culpa lo que le estaba pasando. No debes culparte por algo que no hiciste.

—Pero... Si le hubieran prestado más atención quizás estaría mejor de lo que está...

—No puedes saber siempre lo que les pasa a los demás, Tsuki. – respondió está vez Nahoya haciendo que la menor lo vea.  – Si Yuki estuvo ahí para ti es porque el lo quizo así. Quería cuidarte como nosotros lo hacíamos cuando éramos pequeños.

—No es culpa tuya y no debes pensar que lo es. Las cosas a veces pasan porque así están previstas.

—No nos podemos imaginar ni siquiera un 30% de todo lo que estuviste sufriendo, pero queremos estar aquí contigo para poder ayudarte porque así lo queremos.

—Pero-

—No te dejaremos sola, tsuki. No de nuevo. – respondió Souta viendo como aquellos ojos brillosos volviron al rostro de la menor quién solo comenzó a llorar cada vez más abrazando a ambos hermanos.

—Nos quedaremos hasta el último segundo contigo. No importa lo que pase, no importa lo que nos digas, no nos iremos aún si nos pateas el trasero como solías hacer cuando te enojabas. – dijo sacándole un pequeño risita a la menor.

Nahoya la alejó un poco tomando su mejilla con una mano acariciándola.

—Esa es la sonrisa que me gusta... – dijo sonriendo contagiandola.

—... gracias...

—Tonta, no nos debes agradecer nada...

—Entonces me disculpo... – dijo cabizbaja. – Perdón si en estos días les dije cosas hirrientes o los hice sentir mal ..

—Pfff. – río Nahoya – Sabemos que no lo decías enserio y que hacías todo lo que estuviera a tu alcance para alejarnos.

—No te preocupes por eso, tsuki.

—Aun si nos obligabas a irnos nosotros seguiríamos al lado tuyo como buenas garrapatas que somos. – dijo Nahoya abrazando a la menor haicendola reír para a los segundos acercar a Souta abrazándose entre los tres.

—Los adoro... – respondió escondiendo su rostro en el pecho de Souta quien acariciaba su cabeza.

—Y nosotros a ti, tsuki. – respondieorn al unísono abrazando a su amiga sin percatarse de la presencia de un hombre del otro lado de la puerta quién escuchaba atentamente todo lo que su hija decía.

Una sonrisa aparecio en el rostro del hombre al saber que su hija por fin dejaría de ocultar su dolor y sentimientos gracias a ambos hermanos. Aunque no era un hombre que demostrará sus sentimientos al tener un porte serio, les agradecía con todo el alma a los menores por devolverle no sólo el brillo a los ojos de su pequeña, sino que volvería a ser ella.

Á𝔫𝔤𝔢𝔩 𝔡𝔢 𝔩𝔞 𝔤𝔲𝔞𝔯𝔡𝔞Where stories live. Discover now