Capitulo 3

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Santana acaba de salir de una corta pero estresante cirugía, y se dirigió directamente hacía una sala de descanso. Hacía más de 48 horas que no dormía, y ya le estaba pasando bastante factura.

Y también, quería volver a su casa... no solo por el cansancio.

Los últimos meses de su vida, habían sido muy estresantes, de hecho, el momento más estresante de su vida. Nunca es fácil ser cirujana, ya que te toma más horas del día de las que realmente existen, y muchísimo menos si tenés una hija.

La latina dejó de pensar por un rato, puso su mente en blanco, y cerró los ojos, deseando poder dormir... pero lamentablemente, su celular sonó.

Lopez— gruñó.

Santana, soy yo— habló Elaine— El familiar de un paciente quiere verte ¿podrías venir a la recepción de la sala de espera?

—Poder, puedo. Querer, no quiero— se quejó.

—Lopez...

—Elaine, estoy cansada...

—Santana...

—Okey, ya voy.

Enojada, cansada, y con el sueño frustrado, Santana se dirigió hacía dónde su colega le pidió.

—Elaine— habló molesta— sabes que cuando duermo no me tienen que despertar a no ser que alguien se esté muriendo.

—Lo siento.

—No, no. Hubieras echado al familiar, o le hubieras leído los informes.

—Son informes que la doctora Berry tiene marcado como estado reservado— habló, encogiéndose de hombros.

—¿De que paciente estamos hablando?— frunció el ceño, sabiendo la respuesta.

—De mí mamá— escuchó a sus espaldas, y el tiempo se frenó.

Ella sabía que este momento iba a llegar en el instante que vió a Susan entrando por urgencias, pero sinceramente deseaba que nunca sucediera. Volver a verla nunca estuvo en sus planes.

No después de tantos años.

Además de que seguía muy enojada por las cosas que siguieron después... mejor dicho, decepcionada.

—Brittany— dijo antes de darse la vuelta para enfrentarla.

El último día que la vió, fue cuando discutieron y tomaron la decisión de separarse.

La rubia estaba igual que siempre, aunque eso ya lo sabía, porque veía una imagen de ella en cada revista que saliera.

—Hola— respondió en voz baja— ¿podemos hablar?

—Si, claro.

—No quería molestarte a vos, pero... dios— contestó nerviosa— primero que nada ¿cómo estás?

—Bien, cansada, hace más de dos días que no piso mi casa— suspiró— ¿y vos cómo estás? ¿hace cuanto llegaste?

—Pocas horas. Llegué y vi en un tablero el apellido López, en ese momento supe que estabas acá... que seguías trabajando en este hospital.

—Si, si, trabajo acá. Es el mejor de Nueva York.

—Por supuesto, tiene a las mejores cirujanas— la señaló con su mano, mientras sonreía nostálgica.

—¿Que precisas, Brittany?— preguntó cansada— no quiero ser maleducada, pero tengo poco tiempo.

—Informacion sobre mí mamá.

—Lo siento, no estuve siguiendo el caso, estuve muy ocupada, y...

—Me imagino, pero, San.. Santana, quiero saber que tiene mí mamá. Rachel no nos dice nada, solo que la sigue evaluando, pero pasaron muchas horas.

—Si ella les dice eso...

—Por favor.

—No puedo pasar por encima de la decisión de Rachel— contestó duramente— Si alguien se enterara...

—Te prometo no contarle a mí familia, pero por favor, decime algo.

—Elaine— miró a la pelirroja— ¿tenés los informes?

—Si— respondió con mala cara, y señaló la computadora. Santana rodeó el escritorio y los leyó— ¿Es ella, no?— preguntó en voz baja.

—Si— respondió, tragando en seco— ni una palabra— luego levantó su vista, y miró a la rubia— Susan tiene una miocardiopatia.

—¿Eso es...?

—Es una afección en la cual el músculo cardíaco se vuelve débil, estirado o tiene otro problema estructural— explicó— y cómo resultado, el corazón no puede bombear suficiente sangre al resto del cuerpo.

—¿Osea que... se le alargó el corazón?— preguntó confundida.

—Si, algo así— se enderezó, y volvió a caminar hacia la rubia— Te pido por favor que no le digas a nadie, me estas comprometiendo con Rachel, y también mi trabajo. Te lo informe porque te conozco hace años, así que por favor, respeta eso.

—San, si te dije que no voy a decir nada, lo voy a cumplir. Confía en mi.

—No tengo por qué hacerlo— contestó, ignorando como la había llamado.

—Se que no terminamos de la mejor forma pero...

—Si, abandonar a una hija nunca es buena forma— murmuró Elaine.

—¿Perdón?— preguntó Brittany— no escuché...

—Nada, no dijo nada— respondió Santana interrumpiendola— Tengo que irme, espero que salga todo bien con tu madre, y dale un saludo de mi parte.

—Podrías hacerlo vos, sabes que Susan te quiere.

—Lo siento, Brittany, pero no quiero involucrarme con nadie de tu familia— contestó, y pudo ver el dolor en los ojos de la rubia.

—Doctora, la necesitan en el tercer piso— intervino Elaine.

—El deber llama— miró a Brittany— Suerte.

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Hola, Em. Estoy estacionando en la puerta de tu casa— habló Santana mientras estacionaba su coche.

Ya te abro, igual tranquila que Sugar ya se durmió. ¿No queres dejarla dormir acá?

—No...— apagó el auto— necesito estar con ella hoy.

Colgó su teléfono, bajó de su coche, y caminó hacia la casa al mismo tiempo que la puerta se abrió, mostrando a Emily con la pequeña dormida en brazos.

Sugar tenía tan solo tres años y era la única hija de Santana. La vida de la latina giraba totalmente entorno a ella. Si bien a veces no podía estar cada día en su casa, todo su trabajo era dedicado a su hija, y su futuro.

—¿Estás bien?— preguntó Emily preocupada en un susurro, mientras le daba a Sugar.

Santana antes de contestar sonrió, porque le daba ternura como su hermana se preocupaba por todo, y siempre estaba ahí para ella.

—Estoy cansada, Em...— contestó, abrazando a su hija.

—Tana ¿estas bien?— repitió suavemente.

—Estoy preocupada por Susan— respondió negando con su cabeza— no tiene muchas probabilidades.

—¿Y en cuanto a Brittany?

—Estoy bien, pero no la nombres— pidió— Me voy, que tuve un día muy largo. Gracias por cuidarla.

—De nada, Tana.

mentira- brittanaWhere stories live. Discover now