Capítulo 5: Va más allá de lo que puedes entender, Nie MingJue

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Esa misma noche, Nie MingJue se descubre incapaz de pegar ojo.

No es que no quiera, es que, sencillamente, no puede. Hay determinadas partes de su anatomía demasiado despiertas. Y con demasiada buena memoria, porque no puede sacarse de la cabeza —y de lo que no es la cabeza— la imagen de Jiang WanYin ante él, luchando como un relámpago hecho persona. Da igual que se alivie o que no, ya lo ha intentado y no ha servido para mucho, solo para obtener un triste consuelo momentáneo. Y ni siquiera uno demasiado duradero. Durante un segundo, ha sido un soplo de aire fresco. Pero ahora, otra hora y media después de cambiarse de túnicas interiores, vuelve a jadear encima de sus sábanas mientras mira al techo. Siente su qi descontrolado de nuevo, intoxicado, pero consigue calmarse a base de meditación.

Lo que no consigue, da igual lo que intente ni cuánto lo intente, es dormirse. Esta noche está maldita. Entre sus sentimientos turbulentos, su excitación y su energía espiritual explosiva, no hay quién logre relajarse. Su última opción —y no lo hará, no quiere despertar a todo el Muelle del Loto— es empezar a darse cabezazos contra las paredes. O entrenar, pero también lo descarta. No quiere que los centinelas de Yunmeng Jiang (y menos Jiang Cheng, en especial tras la paliza que se ha llevado hace tan solo unas horas) le tomen por un loco... más de lo que ya deben hacerlo.

Es desesperante. Es terriblemente desesperante, y puede con su paciencia. Pero da igual cuánto trate de centrarse en las vetas de la madera del techo o contar abanicos pintados por Nie HuaiSang, nada le destensa. Y nada le aleja de la imagen de Jiang WanYin, del recuerdo de esa sonrisa suya que es con facilidad la más bella que ha visto... y eso que ha pasado media vida siendo amigo de Lan XiChen.

(No, no está enamorado de su hermano jurado. Ya no. Es su Er-di, siempre lo ha sido y siempre lo será. Pero tiene ojos en la cara y es un hombre con instintos. El mote de "ZeWu-Jun" no nació por nada.)

Nie MingJue está desesperado. Ni siquiera la campana de claridad de Jiang Cheng, que reposa a su lado en la almohada, consigue hacer efecto y tranquilizarle con su sonido. Todo lo contrario. Cada vez que cree que las notas cristalinas le ayudarán a cerrar los ojos, lo que consiguen es despertarle todavía más con el renovado recuerdo de su legítimo dueño. Y no lo necesita. ¡Ya sabe que está enamorado de Jiang WanYin! ¡No tiene por qué perder horas de sueño (y de cordura) solo pensando en él!

Este inconveniente en particular de querer cortejarle y pedirle matrimonio no se lo esperaba.

Frustrado y desesperado, Nie MingJue se pone en pie. Se arregla sus túnicas exteriores, se sube los pantalones y se cierra el batín que cubre su ancho pecho tan bien entrenado. No debe, porque tan solo es un invitado en el Muelle del Loto, y uno no del todo deseado, pero no puede evitarlo. Sí, pasear por los embarcaderos de Yunmeng Jiang en mitad de la noche es una idea terrible. Paupérrima incluso. Si a algún centinela le da por ensartarle (por intentarlo) no podrá culparlo. Pero le da igual. Necesita calmarse... Otra vez. Necesita respirar, y en esas habitaciones —grandes como son, porque Jiang WanYin no cometería la descortesía de ofrecerle nada menor a su propio estatus— se está ahogando, aunque está vez nada tiene que ver Baxia en sus sofocos. Se ahoga porque no tiene con qué respirar. No tiene a quién respirar.

Así que abandona la habitación sin mirar atrás, sin pensarlo ni una segunda vez, porque sabe que se arrepentirá si le da más vueltas de las necesarias.

El Muelle del Loto le recibe en el silencio de la noche. Se escucha el croar de algunas ranas, anfibios nocturnos que nadan felices en sus infinitos lagos. El penetrante aroma de la lluvia reciente y la tierra mojada todavía flota en el aire. El viento ulula entre las columnas abiertas del complejo de edificios entre los que camina, tan distinto al Reino Impuro o a los Recesos de la Nube. Tan hermoso a su manera, elegante y soberbio. Todavía en construcción, todavía recuperando y poniéndole nuevos cimientos a su esplendor renacido en determinadas zonas. Otras, ya han sido ampliadas. Hay un cierto regusto decadente y roto en el ambiente, algo en las visiones allí a lo lejos, todavía en ruinas, pero también  bravucón, fiero, que no se deja vencer ni avasallar. Hay un regusto que es la esencia misma de Jiang WanYin, y que le encanta. Le enamora del Muelle del Loto como lo está de él, como debería estarlo de Qinghe Nie y de Baxia... y cómo ya no lo está.

Clarity Bell [MingCheng] [Mo Dao Zu Shi fanfic]Where stories live. Discover now