Capítulo 11: No juegues conmigo, Jiang WanYin

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Lo primero que ve es a Lan XiChen. No lo entiende, no del todo, y, por un instante, piensa que está soñando, porque... ¿qué demonios hace el líder de secta y primer jade de Gusu Lan en sus aposentos personales?

Darse cuenta de que está en su habitación en vez de en el campo de entrenamiento con sus discípulos es otro golpe en sí mismo, pero en ese no reparará hasta más tarde, cuando comprenda por fin lo que ha ocurrido. De momento su cerebro adormilado y su cuerpo dolorido se han compinchado contra él para robarle el buen juicio y arrastrarle de nuevo al mundo de los sueños, para soltarle y no dejarle ir jamás. El ramalazo de dolor abrasador que nace directamente desde su núcleo y se expande por todos los rincones de su ser es un buen primer indicio de que algo no va bien, pero eso lleva ya algunos meses sabiéndolo, desde que las transfusiones diarias empezaron. Le da igual, puede con ello. Puede soportarlo. Lo que le importa algo más es que ese mismo dolor punzante que ataca cada terminación nerviosa y que actúa como llamas lamiendo su piel está a punto de llevárselo de nuevo al reino de la inconsciencia, y eso no puede permitírselo.

Gime. No se da cuenta, pero gime de dolor.

Unos dedos finos y habilidosos rasgan las cuerdas del guqin. La música —música que ya estaba sonando, pero su maldita y aletargada cabeza ha tardado en procesar su efecto, en oírla y en dejarla actuar sobre su alterada energía espiritual— curativa de Gusu Lan invade la habitación. Lan XiChen toca con destreza acordes destinados a calmarle. Funcionan como un necesario analgésico. Aunque se había detenido durante algunas horas, mientras Jiang WanYin continuaba sumido en la inconsciencia, con la llegada del atardecer y las últimas horas de luz vuelve a entonar una nueva melodía con la que conducir sus sueños a algún lugar tranquilo, abrir sus meridianos y dejar que su qi se tranquilice y fluya a través de sus caminos espirituales, limpio y revitalizante.

Jiang Cheng lo siente como pesado mercurio en sus venas, pero al menos el Sonido de la Claridad levanta una buena parte de ese lastre abrasador.

Mientras toca, Lan XiChen tiene los ojos cerrados. Está tan concentrado en la música y en los sonidos que produce —en que sean perfectos bálsamos curativos, porque es una técnica que puede tornarse en veneno con demasiada facilidad, lo sabe bien— que no se percata de los ritmos exteriores, como el evidente cambio de velocidades en la respiración del joven líder del Loto ahora que se halla despierto. Tampoco en que esta misma respiración desaparece durante un instante, cuando al intentar incorporarse debe morderse los labios para evitar que otro gemido de dolor se le escape, su cuerpo traicionero en su debilidad.

Que está en sus habitaciones es innegable. El cómo ha llegado allí, incierto, pero por el color del cielo y la presencia de Lan XiChen y su guqin sin duda no ha sido por su propio pie. Jiang WanYin frunce el ceño, avergonzado e incómodo por el estado de sus aposentos, los rastros de sus ataques de ira cada vez más frecuentes allá en las paredes y el desorden generalizado que los invade, porque ni siquiera ha tenido tiempo para mantenerlos en condiciones. También le avergüenza el —sin duda alguna; si ha pasado lo que cree que ha pasado, no existe otra opción— haberse visto descubierto. Más que eso, que su fragilidad haya quedado expuesta. Creyó que podría con ello, creyó que podría soportar la amenaza de la desviación de qi, superarla sin que se notasen los síntomas... y se equivocó. Pero, claro, ¿qué puede hacer él, un triste intento de líder de secta, si ni siquiera uno de los mejores cultivadores conocidos ha logrado resistirse a los estragos de la energía espiritual contaminada?

Si la vida de Nie MingJue, aunque nimio, aún corre peligro, ¿qué le hizo creer que él, que no ha sido suficiente ni para su propia familia, podría salvarlos a los dos?

Sus demonios siempre han hablado alto en su cabeza. Muy alto, demasiado alto. Sin embargo, nunca han gritado tanto como ahora. Jiang Cheng es consciente de que se lo debe a la amenaza de la desviación de qi, a la corrupción que atenaza su núcleo, más susceptible a estos desequilibrios de lo que lo era antes, pero no puede hacer nada para evitarlo. No puede hacerlos callar.

Clarity Bell [MingCheng] [Mo Dao Zu Shi fanfic]Where stories live. Discover now