Capítulo 9: Siempre has sido transparente, Da-ge

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Nie MingJue respira hondo hasta que se le llenan los pulmones de ese aire maravilloso, fresco y húmedo de Yunmeng Jiang. Hasta que se le llenan los pulmones del dulce aroma a lotos de Jiang WanYin. Después, lo deja ir. 

Inspira.

Y espira.

Y repite.

La respiración consciente de la meditación es un proceso cíclico. Rutinario incluso. Un Nie MingJue más joven —un Nie MingJue furioso, rígido y sediento de sangre, el niño-hombre que fue alguna vez— lo detestaba. Para su desgracia, y sobre todo con el propósito de retrasar al máximo posible la llegada de la desviación de qi, la meditación es una de las prácticas para el cultivo más arraigadas en Qinghe Nie. Quizá no debió habérsela saltado tan a la ligera, como HuaiSang los entrenamientos con el sable, cuando era un crío.

Aunque, quizá, si la hubiera respetado, ahora no estaría en esta situación. Y sí, su situación es sin duda inconveniente por una inenarrable cantidad de motivos, pero... hay ciertos momentos en los que no está tan mal.

Ese es uno de esos momentos.

Nie MingJue vuelve a inspirar otra vez. Profunda y lentamente, como si quisiera tragarse todo el aire del mundo. Tiene los ojos cerrados... vendados, en realidad. Es algo que han empezado a hacer hace ya algunos días, cuando Jiang WanYin se percató de que los abría con demasiada frecuencia, se ponía nervioso y no se centraba ni en la meditación ni en la transfusión y todo eso acababa desembocando en reacciones indeseables. Sin embargo, con el resto de sus sentidos alerta basta y sobra. Escucha lenta y constante la respiración de Jiang WanYin a su lado, tan cerca que también es capaz de percibir su calor corporal, su olor limpio y recién aseado, su jabón mezclado con la esencia de la tinta que a veces mancha tímida las puntas de sus dedos. Siente con perfecta claridad las manos del joven líder del Loto, pequeñas y ásperas, sosteniendo la suya. Y encima, la campana de claridad, cálida y musical. Parece que irradia calor, y llena sus oídos con la melodía que siempre toca cuando sus transfusiones están en curso, a veces más tranquila y otras frenética, cuando su energía espiritual vuelve a descontrolarse.

Eso, por suerte para todos los implicados, eso cada vez pasa menos a menudo. Y, por lo que les ha dicho Yu Shi, es una señal maravillosa. Implica que su energía espiritual cada vez está más renovada, que apenas queda contaminación en su núcleo que pueda llevarle a una muerte prematura. Que se está curando. Y lo siente, lo siente de verdad. La rabia en su corazón se ha atenuado y cada vez son menos las veces en las que siente la adrenalina arder en sus venas por una tontería sin importancia. A veces se enfada, claro está. Eso, como los discípulos de Yunmeng Jiang le han dejado muy claro —e incluso su mismo líder— es normal. Es sano. Es humano. Pero está lejos de esa rabia enfermiza y de esos ataques de ira cuya única solución era la destrucción absoluta. Está lejos del ahogamiento, de las olas que lo arrastraban al fondo de un mar compuesto de las voces de sus antepasados pidiendo muerte y sangre a través del filo de Baxia. Ahora es capaz de entender y de disfrutar, de apreciar, como en ese amanecer de iluminación tras el incidente del bosque, que los colores pueden ser más brillantes y que el mundo, de hecho, tiene todavía miles de maravillas que ofrecerle, que mostrarle. Ahora es capaz de hablar con su hermanito, sonreírle y pedirle perdón con sinceridad, está empezando a entender que no necesita tirar su vida por la borda con un maldito sable para ser un digno hijo de Qinghe Nie. Lo ha hecho, se lo ha dicho, y ha visto a Nie HuaiSang romper a llorar al recibir esas palabras.

Ahora el mundo parece un lugar más claro, más bello, un sitio cubierto de flores que nacen del fango más sucio y de aromas que limpian su corazón y su mente. De una canción tintineante y de un perfume a lotos que juntos le acunan al dormir. Ahora, ChiFeng-Zun sabe sonreír sin desprecio en sus ojos.

Clarity Bell [MingCheng] [Mo Dao Zu Shi fanfic]Where stories live. Discover now