Capítulo 4: Demuéstrame lo que sabes, ChiFeng-Zun

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Después de esa primera cena juntos que logra arrancarle, la primera semana en Yunmeng Jiang pasa en un extraño abrir y cerrar de ojos que parece eterno y que evidencia las diferencias entre sus dos sectas. Algunas le gustan, le parecen llamativas, curiosas o incluso lógicas, dado lo distintos que son los entornos que los rodean. Otras —la gran mayoría— se aposentan como pinchazos en la rígida cabecita del rígido ChiFeng-Zun, que se esfuerza por no fruncir el ceño cuando la mirada fulminante de Jiang WanYin cae sobre él.

Sigue pensándolo y así lo hará siempre: el chico tiene valor. Al fin y al cabo, Nie MingJue está acostumbrado a que la gente se achante ante él. Jiang Cheng nunca lo hace.

Mientras los sanadores (matasanos) del Muelle del Loto examinan su caso, su desviación de qi, las consecuencias de la intromisión de su líder para salvarle la vida y plantean los próximos pasos a seguir, Nie MingJue se encuentra ocioso, una sensación rara en su vida. Lleva sin sentirse libre y desocupado... desde que Wen RuoHan y la desviación de qi mataron a su padre y le echaron una secta que liderar encima. Desde hace, como mínimo, diez años. Nie HuaiSang le ha dicho una innumerable cantidad de veces que necesita un respiro, que debe disfrutar más de la vida. Lan XiChen otro millón más. Pero hasta ahora han sobrevivido a una guerra; casi dos, si se cuentan los desagradables eventos con el Patriarca YiLing y los desastres que provocó. No es que tomarse un rato libre para cultivar sus propios pasatiempos haya sido siquiera una posibilidad en este tiempo dividido entre la política y los campos de batalla. Por eso ahora Yunmeng Jiang le ofrece aire que respirar, lagos en los que sumergirse y delicias en las que perderse... y él se ha quedado desconcertado. Perdido. Ahora que tiene tiempo para dedicárselo a sí mismo —sin cultivo, sin política ni diplomacia, sin preocupaciones más allá de relajarse como le han insistido tanto los doctores tanto de su secta como de Yunmeng— no sabe muy bien qué hacer.

Está... está quieto. Está flotando en mitad de un lago de incertidumbres, y eso, de alguna retorcida manera, le aterra.

La vida en Yunmeng Jiang, al menos durante esta primera semana en la que todavía no se ha acostumbrado al día a día que le rodea, es radicalmente distinta a la vida en el resto de sectas. Si bien cada una de las Cuatro Grandes Sectas tiene sus peculiaridades, el Muelle del Loto podría ser la más llamativa de todas. Sí, Lanling Jin basa sus recursos y su economía en el comercio en la ciudad, y su poderío cada día se aleja más y más del mundo del cultivo, pero siguen mirando a los locales que los rodean por encima del hombro, apestan a ínfulas de superioridad. Gusu Lan, aislados en las montañas, viven casi como monjes, el estereotipo perfecto del taoísta asceta. En Qinghe Nie, se sustentan en su cultivo con el sable, y sus negocios, aunque no se hallen descuidados, son un pilar de refuerzo en el día a día de la secta, pero no su base principal. No es así en Yunmeng Jiang. Con cierto asombro, mientras pasea por los embarcaderos sobre los que se alza el Muelle del Loto, Nie MingJue contempla el equilibrio entre los cultivadores Jiang y los locales. Y le parece... admirable.

En otras muchas sectas —la suya incluida, mal que le pese— los "plebeyos", la gente normal, tienen la entrada prohibida a territorios del clan, a no ser que acudan con una petición importante y bajo una solicitud previamente aprobada. No es así en Yunmeng Jiang. La ciudad más cercana al Muelle del Loto está en la orilla del lago en el que nace la cuna del propio clan Jiang, y los embarcaderos y puentes que conectan ambos núcleos de población se han convertido en un mercado en el que los comerciantes venden de todo, desde chucherías hasta juguetes, pasando por diversos artículos de artesanía e incluso servicios básicos que ofrecen a precio reducido a la secta, lo que dicen que no es más que una muestra de gratitud hacia Jiang WanYin, su benefactor y protector. Los niños de la ciudad entran y salen del Muelle del Loto a voluntad, espían los entrenamientos de los junior e incluso se les permite jugar con los niños bajo la protección del clan, la mayoría huérfanos de la guerra a los que se les ofreció un lugar seguro a cambio de su futura lealtad. Jiang WanYin no hace distinción entre los críos del Muelle del Loto y los de la ciudad que vienen de visita, y si hay juegos o comida disponible para los de su secta, también la habrá para los locales. Al atardecer, se presentarán madres y padres agradeciendo a los discípulos Jiang sus cuidados con reverencias; quizá con algún regalo que el joven líder del Loto intenta rechazar, pero que siempre se ve obligado a aceptar. Y si algún niño acaba queriendo convertirse en cultivador, el Muelle del Loto le dará la bienvenida con los brazos abiertos. 

Clarity Bell [MingCheng] [Mo Dao Zu Shi fanfic]Where stories live. Discover now