Capítulo 12: Me tienes de tu parte, Jiang Cheng

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Esa noche, Nie MingJue no logra pegar ojo.

Tampoco es que lo haya intentado con demasiado ahínco, de todas formas. Tal y como están las cosas, cuando llegó a su habitación tras un último té nocturno con HuaiSang, dio por hecho que conciliar el sueño sería un imposible que no le merecía la pena intentar, por mucho que Yunmeng Jiang le esté enseñando que el mundo entero está al alcance de sus manos. Y, en efecto, así le ha ocurrido. Sabiendo que se hallaba ante una batalla perdida antes siquiera de empezar a lucharla, Nie MingJue se limitó a tumbarse en la cama bocarriba, los brazos tras la nuca y la mirada fija en el techo. Los ojos bien abiertos y siempre, siempre, evitando la incómoda presencia de Baxia allá en el expositor de armas y notando la punzada de la culpabilidad hundirse en su pecho como la espada de Meng Yao durante la guerra. Y ahora, horas después, llega el amanecer y le sorprende justo en esa misma postura.

Sin dormir. Sin meditar. Sin cultivar. Solo... siendo. Pensando.

Pensando en Jiang WanYin, por supuesto.

Jiang Cheng llena su cabeza. No solo al respecto de los sucesos del día anterior, si no también él en sí mismo como concepto, como tormenta encarnada en un cuerpo mortal. La suavidad y el temblor de sus labios embriaga sus sentidos y su furia enferma y su mirada hecha pedazos le rompen el corazón cuando le recuerda. Su fragilidad le hace temblar, y la culpa por haberle conducido a aquel estado —aunque haya sido sin saberlo— le apuñala con un filo envenenado y le perturba. Su mente está llena de él y de sus sentimientos por él, de su mirada y de su imagen, pero no siempre es para bien. 

Una varilla de incienso tras el amanecer, Nie MingJue se levanta de la cama con movimientos automáticos que ni siquiera se molesta en pensar. Se asea y se cambia las túnicas del día anterior por un conjunto nuevo, cómodo, fresco y limpio, con la idea de pedirle a Yu Tian un uniforme de Yunmeng Jiang revoloteando de vez en cuando por su cabeza. El espejo que le revela su propio aspecto habla de la preocupación, de las ojeras inevitables tras una noche de insomnio absoluto y de la arruga entre las cejas, que persiste incluso cuando deja de fruncir el ceño, curioso dedo acusador con el que señalarse a sí mismo. Nie MingJue se echa agua por la cara, no le importa que las gotas salpiquen el cuello de su túnica interior. Después se aferra a la palangana con ambas manos, tan cerca del espejo que su nariz roza el cristal. Respira hondo.

-Prepárate.

Se lo dice porque necesita ánimos, y solo él mismo, en su situación de tonto enamorado, sabe lo que quiere oír. Lo que debe oír para atreverse a salir por esa puerta en busca de un destino incierto. Así, se anuda la campana de claridad que Jiang WanYin le dio en el bosque en su cinturón y sale de allí.

Y es que, ni siquiera el propio Nie MingJue sabe lo que le espera. Irá a buscar a Jiang Cheng, sí, eso está claro. Se está encaminando hacia sus aposentos, de hecho, a pasos rápidos de larga zancada que no se esfuerzan en ocultar lo azorado que se siente. De vez en cuando, saluda con la cabeza a algún discípulo Jiang madrugador que se cruza en su camino. Sin embargo, y aunque a estas alturas es capaz de relacionar la mayoría de nombres y caras de la secta Jiang, no sabe a quiénes ha saludado y a quiénes no. Su cabeza está absorta en intentos fútiles, averiguaciones al respecto de Jiang WanYin y de qué versión suya se encontrará cuando llegue a sus aposentos. ¿Será la desquiciada de la desviación de qi o el interior derrotado que deja ver cuando le fallan las fuerzas, ese que necesita desesperadamente una mano amiga? ¿Será la vulnerabilidad de sus ojos al ser besado o una faceta nueva que todavía no conoce? ¿Será el líder de secta Jiang, Sandu ShengShou, o Jiang Cheng, el niño huérfano que juega a ser un hombre?

La respuesta es sorprendente: no encuentra ninguna. 

Al llamar a la puerta principal de las habitaciones de Jiang WanYin, Nie MingJue frunce el ceño. No obtiene ninguna respuesta y, cuando vuelve a llamar, el silencio se mantiene inamovible. Pero ChiFeng-Zun respira hondo y no se da por vencido. Todavía es pronto y cuando dejó a Jiang Cheng ayer, parecía al límite de sus fuerzas, así que quizá siga durmiendo. Y quizá una transferencia simple de energía espiritual le ayude a reponerse. Se aferra a eso cuando pasa dentro, pero, para su sorpresa —y horror— el cuarto está vacío. En el mismo caótico y preocupante desorden que ayer... pero vacío. Allí no hay nadie.

Clarity Bell [MingCheng] [Mo Dao Zu Shi fanfic]Where stories live. Discover now