𝐃𝐮𝐨𝐝𝐞𝐯𝐢𝐠𝐢𝐧𝐭𝐢

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XVIII

Alex

—Quiero apostar cinco Soberanes originales y siete patrones de oro a Will Mondrich— dije extendiendo una bolsa de terciopelo rojo en frente del mostrador de la casa de apuestas.

—¿Lady Spinster? —el padre de Penélope, Archibald Featherington, se encontraba a mi lado opuesto constipado—. Lo siento, no es muy común que una mujer de su calibre este en este tipo de lugares, más aún, que apueste ese tipo de cantidades.

—Disfruto apostar cuando sé que ganaré, resulta muy satisfactorio—me limité a explicar. Simon afianzó el agarre con mi brazo—. ¿Usted apostará, Lord Featherington?

—Sí—respondió intranquilo—. No apuesto muy a menudo, pero hoy me siento seguro.

—¿Apostará por Mondrich? —preguntó Simon, pero él negó.

—No, Excelencia—respondió—. Tengo mucha confianza en mí peleador.

—Yo también la tengo en Mondrich— dije con una gran sonrisa en el rostro—. Tanto así que doblaré mi apuesta.

Simon a mi lado sonrió levemente.

—Le deseo mucha suerte, Lord Featherington.

—Y yo a ustedes, Excelencias.

Simon saludó a las personas y yo hacía lo mismo con cortesía, el Príncipe Friedrich llegó acompañado de Daphne y Anthony, pero se sentaron en las gradas delanteras. Parecía que el príncipe me saludaría pero lo detuve haciendo un movimiento con la mano en su dirección a modo de saludo, a lo que respondió de igual forma sentándose.

—¿He llegado tarde? — Colin con bebidas en la mano se sentó a mi lado izquierdo—. ¿Qué ha pasado, ya ganó Mondrich?

—No ha empezado la pelea aún—le respondió Simon.

—Uff, excelente—respondió ofreciéndonos de su trago. Simon levantó la mano para agradecer el gesto, pero negando el ofrecimiento.

—No puedo beber alcohol—ante la mirada inquisitoria de Colin, expliqué mejor—. No en público por lo menos.

—Qué difícil resulta ser mujer—dijo Colin tomando de su trago.

—No podría estar más de acuerdo.

La pelea comenzó después de poco tiempo, la gente estaba muy animada apoyando a su peleador, Simon estaba eufórico gritando, parándose de su asiento en ciertos momentos mostrando que estaba del lado de su amigo Mondrich.

Sin percatarse y en medio del tercer round, Simon puso su mano en mi muslo aún por encima del vestido y la apretó levemente. No la sacó de ese lugar. Estaba concentrado en lo que pasaba en el ring, pero yo no podía pensar en otra cosa que no fuera esa extraña sensación dentro de mí cada que su mano subía.

Muy a mi pesar al término de round la quitó. Se levantó para ir a la esquina del ring donde estaba Mondrich, después regresó a sentarse. En el décimo round sin embargo, Simon volvió a levantarse después de quitarse el saco, y arremangarse la camisa.

—¿Puedes sostenerlo un segundo, bonita? —me preguntó y asentí. Era extraño, estaba cohibida—. Enseguida vuelvo.

Doblé aquel saco impregnado con su aroma y lo coloqué en mis piernas para después apoyar ambos codos en estas. Simon animaba a Will pero esta vez era diferente, gritaba, pero yo era incapaz de distinguir lo que decía. ¿Simon tenía esos músculos? La forma en la que fruncía el ceño, en la que caminaba de un lado a otro. Definitivamente esa camisa le quedaba bien, le quedaba perfecta. Entonces aspirando su esencia grabada en aquel saco, mi vista comenzó a bajar involuntariamente.

𝗟𝗼𝘃𝗲 𝗦𝘁𝗼𝗿𝘆 || 𝖡𝗋𝗂𝖽𝗀𝖾𝗋𝗍𝗈𝗇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora