𝐯𝐢𝐠𝐢𝐧𝐭𝐢 𝐬𝐞𝐩𝐭𝐞𝐦

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XXVII

—Es la primera vez que veo un cadáver—la mirada de Alex se mantenía al frente mientras Simon regresaba a Gian a los establos, lucía confundida, como si aún tuviera la imagen del hombre desangrándose frente a ella—. Me refiero a que es la primera vez que veo uno de esa forma. Con veintitrés años, solo había visto el de mi padre, y no quería que nadie más lo viera, por eso pedí que fuera enterrado tan rápido como fuese posible.

Alex lanzó un suspiro pesadamente, sus pies descalzos abrazaron el césped debajo de ellos, no le molestaba ensuciarse con la tierra, prefería cualquier cosa a seguir caminando con los zapatos llenos de sangre. Simon caminó hacia ella, pasó su brazo por los hombros de la joven y después acarició su espalda en un intento por reconfortarla.

—Sé que tendremos que hacerlo—murmuró—, sé que papá lo hizo, y que el tuyo lo hizo también. Que tendremos que ejecutar gente en algún momento, o por lo menos dar la orden de que lo hagan. Sé que está en nuestras funciones y que es nuestro deber, lo supe hasta los dieciocho años porque papá me lo dijo, porque siempre cuidó que yo no lo supiera, o que nadie del parlamento me lo dijera.

Los ojos de Alex Spinster comenzaron a llenarse de lágrimas, aún en la poca luz de luna, Simon pudo percatarse y la abrazó con fuerza.

—Le quité hasta el último penique por el resentimiento que tenía con su hija— y, anticipando lo que Simon estaba por decir, siguió hablando—. Todo, absolutamente todo, en una apuesta. Le quité incluso la casa en la que viven a cuenta del interés por no haber pagado su apuesta en tiempo, me encargué de hundirlos y de enviar a Nathaniel a que hiciera valer mi palabra, estaba tan aferrada a eso que incluso tengo las joyas de la familia Featherington en posesión, porque apostó sin capital. Dejé a una viuda y tres huérfanas, porque yo maté a Archibald Featherington.

Simon se separó de Alex, miró la mirada perdida de ella, la tomó de los brazos y la sacudió un poco.

—No jalaste el gatillo del arma que lo mató—dijo, intentando hacer entrar en razón a la joven.

—Lo orillé a que lo hiciera, lo orillé a apostar sin fondos nuevamente, lo orillé a que se pegara un tiro en la sien o justamente lo que pasó— Alex hablaba tan rápido y tenía el nudo en la garganta tan grande, que le fue imposible continuar hablando. El aire le comenzó a faltar, y sus ojos se transformaron en miedo.

—Respira conmigo, vamos, Alex—el duque la tomó de las manos y comenzó a guiarla en la respiración hasta que se sintió mejor, aún así, el labio inferior aún tenía un leve temblor.

—Necesitas entrar y descansar, olvidar un poco esta noche—murmuró, y después la tomó entre sus brazos abriéndose paso a la residencia Spinster por el mismo lugar por el que ella había salido.

—Puedo caminar...—susurró Alex, e intentó bajarse.

—No estás bien ahora y me encuentro completamente aterrado por eso—Simon se sinceró sin mirarla, deteniéndose a la par que terminaba de subir las escaleras—, déjame llevarte a tu habitación, por favor.

Alex no volvió a insistir.

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Alex miró sus manos, sentada en aquella gran cama de su habitación. Sentía la garganta áspera, su mente viajaba por muchos lugares.

—Debes pensar que soy débil—murmuró, incapaz de levantar la mirada por la vergüenza de mostrarse así.

—Por supuesto que no—afirmó Simon, tomando su mano por encima de las sábanas. Él estaba sentado casi a la orilla—. Sé que eres muy fuerte y que puedes defenderte sola, pero estás conmigo, así que nunca tendrás que hacerlo.

𝗟𝗼𝘃𝗲 𝗦𝘁𝗼𝗿𝘆 || 𝖡𝗋𝗂𝖽𝗀𝖾𝗋𝗍𝗈𝗇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora