Capitulo 17: Marcas.

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7 am.

Siento su sedosa piel pegada a la mía, su cabello en mi brazo y su aroma invade mis fosas nasales, el sol nos da a través de las hojas.

Sus curvas, sus gemidos, el sabor de cada centímetro de su cuerpo, la manera de pedirme más... Deliciosa.

Elba se acurruca más en mis brazos, bajo las mantas, ambos estamos desnudos.

—No quiero irme Dominik— yo bajo la mirada y me encuentro con la de ella que me mira con un puchero.

—Creeme, yo tampoco, quisiera que ambos pudiéramos quedarnos aquí como lo hacen los árboles— respondo poniendo un mechón de cabello tras su oreja.

—Siento envidia de los árboles— dice pegando sus pechos de mi costado, puedo ver un poco de su lindo y rosado pezón.

—¿Por qué?— pregunto mientras le hago cariño en la espalda.

—Porque el tiempo de ellos juntos es más largo, nuestro tiempo en la tierra para estar juntos es corto.

—Somos jóvenes, aún nos falta mucho por recorrer, además ¿Quién sabe? Si nosotros queremos, podemos ser eternos juntos.

Ella sonríe y comienza a vestirse, no hemos dormido nada de nada.

Me pongo la camisa, los boxers y el bermudas.

Los chicos seguramente estarán dormidos, así que podemos ir a dormir al hotel unas horas antes de emprender el viaje a Alemania.

Me bajo de la carreta, ya vestido.

Volteo a ver a Elba, se sienta para ponerse los zapatos pero hace un mueca de dolor que me preocupa.

—¿Estas bien? ¿Te ayudo a ponerte los zapatos?

—Estoy bien, solo... Me duele un poco, ahí abajo— dice mientras un precioso rubor se esparce por sus mejillas.

—Lo lamento, creo que... Para haber sido la primera vez, se me fue la mano y no quería lastimarte...

—No me lastimaste, está bien, las chicas el día del picnic me dijeron que era normal el dolor la primera vez— me sonríe, baja su rostro hacia el mío y después de un pequeño beso, vuelve a hablar— y me gustó, todo está perfecto.

Le sonrío complacido

Me comienza a contar tranquila lo que le comentaron Regina y Adelaide mientras yo le pongo los zapatos, escucho con atención todo lo que me dice.

De repente, bosteza.

La observo tapar su boca y cerrar los ojos por unos segundos, siento que poco a poco voy conociendo todas sus facetas, fascinante.

—¿Estas cansada?— pregunto.

—Te estaría mintiendo si digo que no— responde, yo le sonrío y después doy la vuelta, dándole la espalda— ¿Qué haces?

—Sube a mis espalda.

—¿Hablas en serio? Tu también debes estar cansado.

—Hablo en serio, no estoy tan cansado y creo que tengo un poco más de resistencia que tú, por los largos entrenamientos de Tenis— respondo, aunque, es una mentira piadosa.

Si estoy cansado pero no quiero que camine, ya he dicho que es mi adoración y se merece que la trate como la reina que es.

Siento como sube a mi espalda.

—¿Tenemos todo? ¿Teléfonos, dinero...?— pregunta y yo asiento— entonces, vamos a dormir.

Comienzo a caminar, en silencio, ella recuesta su cabeza en mi hombro y así estamos por unos minutos hasta que rompe el silencio, hablando de una manera tan dulce como la miel.

Todos los días veo tu foto.Where stories live. Discover now