CAPÍTULO 16

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Año 822 desde el descubrimiento del chacra

Konohagakure

Los rugidos del Kyubi eran cómo gritos de miles de personas. Eran completamente aterradores, pero él no podía dejar que el miedo se apoderara de él.

Hiruzen Sarutobi, el tercer Hokage, maldijo en voz baja mientras terminaba de ponerse su equipo de batalla. Su mente no dejaba de divagar en lo que pudo haber salido mal con el parto de Kushina. Él mismo se había encargado de escoger un lugar lejano para que no hubiera un accidente. Lamentablemente pareció no haber funcionado.

Escuchó que alguien se detenía justo detrás de él. Supo de inmediato que se trataba de un Anbu.

—¡Lord Hiruzen, el Kyubi ha aparecido inesperadamente en la aldea!

—Ya lo sé —respondió Hiruzen—. Ordena a los Chunin para que se encarguen de resguardar a los civiles. Los demás vendrán al frente —hizo una pausa para tomar aire—. Nos encargaremos del Kyubi.

—¡Sí, señor! —respondió el Anbu.

Cuando el Anbu se marchó, Hiruzen tomó su bastón tan duro como el diamante, pero no era esa cualidad por la que lo tomó, sino por la invocación que contenía.

Salió de su hogar y fue directamente al lugar en donde el Kyubi estaba. Pudo verlo en su gloria. La gran bestia erguida sobre sus cuatro patas mientras sus nueve colas ondeaban con fuerza detrás de él. Con sus patas delanteras destruía los edificios cómo si fueran de papel. Volvió a rugir el Kyubi haciendo estremecer la espalda de Hiruzen. Tragó saliva nervioso. Esta era la primera vez que lo veía. La primera vez que pelearía con la bestia que años atrás su maestro había capturado.

Sus pasos resonaban por el asfalto de la calle. Con horror vio las casas destruidas. Entre los escombros había cadáveres; algunos incompletos. La sangre comenzaba a manchar el suelo. Escuchaba los gritos de auxilio de algunos civiles que estaban atrapados entre los escombros. Por el rabillo del ojo notó que varios Chunin ya parecían estar ayudando lo más rápido que podían. Él también quería ayudarles, pero su prioridad era el zorro.

«Minato, ¿dónde estás?»

Subió a los tejados de las casas en un salto. Desde esa altura vio a varios Jounin corriendo con sus armas en mano. Todos tenían el sudor corriendo por sus frentes. Nadie parecía estar tranquilo. No era la situación en la que uno pensaba con seriedad sus opciones. A decir verdad, a Hiruzen le costaba enfocar su vista al frente. La guerra lo había dejado con secuelas de por vida, y ver a la bestia trajo a la luz esos recuerdos. Tensó más su agarre en el bastón. Se dijo a si mismo que no era momento para pensar en esas cosas.

Llegó al frente. Estaba a un poco más de cien metros de distancia del Kyubi. Las llamas de los edificios hacían una imagen catastrófica alrededor del Kyubi.

—¡Acaten todos las órdenes! —gritó Hiruzen—. ¡Nos encargaremos de sacar al Kyubi de la aldea esta que llegue el cuarto!

«Lo deberemos volver a sellar, pero ¿en quién?»

Gruñó y extendió su bastón. Estaba por iniciar su ataque cuando sintió una leve vibración en el bastón. Hubo una bocanada de humo que lo aturdió un segundo. Pronto vio la forma de Enma, el rey mono que era su bastón y a la vez su invocación.

—Entonces el sello se rompió —dijo Enma.

—Todos nuestros impedimentos fueron en vano —comentó Hiruzen—. Ayúdame a sacar al Kyubi de la aldea.

—No necesitabas decírmelo, Hiruzen.

Nuevamente Enma se transformó en el bastón. Con un poco más de seguridad en sí mismo, Hiruzen extendió su bastón para que este creciera de forma descomunal en longitud. Le dio justo en el pecho al Kyubi para alejarlo, aunque pronto notó el gran problema que eso sería.

Despertando en el ayer | Naruto Fem x KakashiWhere stories live. Discover now