꧁Mudanza꧂

131 66 14
                                    

⊱ ─── ஓ๑2๑ஓ ─── ⊰

Llegó el fin de semana y yo me encontraba aún en mi cama a medio día como la buena holgazana que soy.

Mi celular empezó a sonar arruinando mi paz.

Con pereza estiro el brazo para alcanzarlo.

—¿Qué pasa...Leah? —Contesto con dificultad.

No puede ser... ¿Aún sigues en la cama?

—Suenas como mi mamá.

Ya que vives sola, haces lo que quieres.

—¿Envidia? —Dije burlona.

¿Por qué tendría envidia de un desastre como tú?

—Ya dime. ¿Qué quieres? —Ya me estaba molestando.

Esta noche habrá fiesta en mi casa por el cumpleaños de mi hermana. ¿Vienes?

—Obvio.

Perfecto. Paso por ti a las ocho.

—Ok —Cuelgo y vuelvo a hundirme entre las sábanas.

Deseaba dormir tranquilamente hasta la noche, pero de la nada empieza a haber ruido afuera.

«¿Qué rayos?»

Puse la almohada sobre mi cabeza para cubrirme del ruido pero fue inútil.

«¿Qué está pasando?»

Reacia me levanto y arrastrando mis pies, me acerco a la ventana.

Al levantar la cortina para ver qué ocurría, pude saciar mi curiosidad.

El sueño y la flojera que sentía hace unos momentos desaparecieron.

«Había olvidado por completo que el Profesor Daniel se muda a un lado.»

¿Por qué un distinguido profesor de universidad como él, se mudaria a un vecindario tan poco concurrido y aburrido como este?

«Supongo que el precio de estas casas es demasiado bajo.»

Miro el lado positivo de esto.

El anciano cascarrabias de enfrente y las chismosas mujeres de a lado ya no serán mis únicos vecinos.

Me dispongo a darme una ducha rápida y me preparo para salir a darle la bienvenida.

A toda prisa, salgo y noto que mis chismosas vecinas se me adelantaron.

Su postura erguida y elegante sobresalía a la distancia, mientras sonríe amablemente como suele hacerlo con todo el mundo.

—Estamos disponibles para lo que se le ofrezca, joven.

—Muchas gracias.

—Puede venir a comer con nosotras cuando quiera.

«Esto es bastante gracioso.»

—Buenas tardes —Saludo y capto su atención.

—Señorita Ariel, Buenas tardes.

A diferencia de la sonrisa que les mostraba a ellas, la que me está dedicando ahora mismo, demuestra autentica felicidad.

Las mujeres al notarlo, sus arrugas se hacían aún más visibles en su frente.

—Buenas —Respondieron con obvio disgusto.

—Señorita Ariel, me alegra que viniera.
Si no es molestia, ¿Puede ayudarme con algunas cosas?

«Parece desesperado.»

Una Bella Atrocidad ©️ Where stories live. Discover now