꧁Tempestad꧂

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El tráfico resultó ser nefasto.
El taxi avanzaba con tal lentitud que el recorrido era tedioso hasta ser soporífero.

Lo único que se le ocurrió hacer en ese momento fue observar a través de la ventana, lo cual le recordó el porqué odiaba las grandes ciudades.
Todo lo percibía tan grisáceo a diferencia de su pueblo que estaba rodeado de un verde tan refulgente.

Se percató de los grandes charcos que estaban por doquier;
todo indicaba que había llovido la semana entera que estuvo con sus padres.

El pronóstico del tiempo no era favorecedor.
Podía escuchar los truenos ensordecedores que anunciaban un fuerte aguacero.

Solo deseaba llegar a casa antes de que diera inicio lo que parecía ser una tempestad.

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Después de casi una hora atorado en el tráfico, finalmente llegó a su destino.

Al bajar del taxi, pudo sentir las pequeñas gotas caer sobre su cabeza.

Debía darse prisa y entrar a casa.

No pudo evitar ver de reojo la residencia contigua y el auto de su temible vecino.
Era una vista terrorífica, además el clima no le favorecía.

Ariel buscaba sus llaves con desesperación, sus manos se volvieron torpes por lo que al tomarlas, se le resbalaron.

No paraba de maldecir mentalmente.

Creía que ese sujeto en cualquier momento saldría para atormentarle cómo ya le era costumbre.

Procedió a levantar las llaves a regañadientes.
En ese momento escuchó que la puerta de aquella casa se abría.

Su corazón dió un brinco.
El temor lo abrumó tanto que parecía que miraba todo en cámara lenta.

Quería entrar cuánto antes pero
la llave no entraba en su lugar, no lograba atinarle ya que le temblaba la mano haciendo que sus movimientos se volvieran aún más tardos.

Sentía como si un asesino de película de terror lo persiguiera.
Algo que no era muy diferente de su situación.

Después de unos segundos que parecían horas, al fin había logrado entrar a su casa e inmediatamente dió el portazo.
Su pobre corazón latía con bastante fuerza.
Este parecía que se le saldría del pecho, agregando que su respiración era agitada; cómo si hubiera estado corriendo largas distancias.

Se encontraba recargado en la puerta tratando de calmarse, no sabía cuánto tiempo había transcurrido.
Cerro los ojos unos segundos e inesperadamente tocan el timbre, haciéndolo reaccionar.

En micro-segundos llegaron varios pensamientos pesimistas, bastante precisos para su desgracia.

El timbre volvió a sonar.
Con lentitud se separó de la puerta.

Le parecía que cualquier paso en falso acabaría con su vida.

—Señorita Ariel.

Bien podría desmayarse en cualquier instante.

No había pasado ni una hora en casa y ese tipo hizo presencia de inmediato.

—Dejaste tus cosas afuera.

Le era difícil creerlo.
Fue la primera vez en su vida que hacía algo tan estúpido como olvidar sus pertenencias afuera de su casa.
El miedo lo había dominado tanto que solo le importó ocultarse.

Una Bella Atrocidad ©️ Where stories live. Discover now