꧁Ir a casa꧂

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¿Cuando fue la última vez que sentí tranquilidad?

Para ser sincera, no lo recordaba.

Había quedado inconsciente por un tiempo y fue en ese lapso que mi cuerpo y mente pudieron descansar.

Todo esto es mi culpa —Alguien habló a lo lejos—. Mi niña.

Era la voz lamentable de una mujer.

Lentamente estaba recuperando la conciencia y al abrir por completo mis ojos, desconocí el techo de inmediato.

—¡Ari! —Exclamó.

—¿Ma...má?

—Gracias a dios, estás bien —Su voz sonaba completamente angustiada.

Ahora me daba cuenta que estaba en una camilla de hospital.

—¿Qué...

—Te desmayaste cariño.

—Parece que la falta de una correcta alimentación y sueño le afecto severamente, además de que tiene los primeros síntomas de gripe —Un médico entró en la habitación.

—Dios mío. Y tu que me decías que todo estaba bien y que comías a tus horas —Sujetó mi mano con fuerza.

—Mami, lo lamen...

Mis ojos se posaron en las iniciales "SF" que estaban en la puerta.
Al darme cuenta que era un logotipo que conocía perfectamente; al instante me alarmé.

—Este... ¿Qué hospital es este?

—Se encuentra en el mejor hospital, señorita. El "Sanatorio Francés" —Dijo el medico con orgullo.

Parecía una broma.
¿Qué hacía yo en el hospital más caro de la ciudad?

—Mamá, tenemos que irnos de aquí.

Rápidamente traté de levantarme pero estaba canalizada, lo cual me impidió movilidad.

—¡¿Pero por qué?!

—Si lo que le preocupa son sus gastos médicos, estos ya fueron pagados.

—¿Eh?

—Así es, el que pagó sus gastos fue...

—¿Ya despertó la señorita?

Una voz que para mi infortunio, conocía muy bien, interrumpió.

—Llega justo a tiempo. El que pago todos sus gastos médicos fue el Joven Daniel.

Las sorpresas no tenían fin para mí.

¿Por qué no podía escapar de este sujeto?
¿Por qué no me deja en paz?

—La señorita se desmayó en frente de su casa. Así que actué rápido.

—Se lo agradezco, joven. Mi hija tiene suerte de que lo tenga a usted de vecino.

—No hay nada que agradecer, su hija también es mi alumna en la universidad, así que la traje al mejor hospital —Habló con confianza.

—La señorita puede irse una vez que se le termine el suero vitaminado. Aquí tiene la receta —Extiende el oficio y lo entrega—. Son vitaminas, además también le anoté medicamentos para la gripe.

—Entonces ¿Estará bien que deje el hospital ahora? —Preguntó mamá con preocupación.

—Puede tomarse su tiempo.
En unos momentos llegará la comida para la señorita.

—Muchas gracias, Doctor.

—Para servirle —Se despidió cortésmente dejándome a solas con mamá y Daniel.

—Cuando la señorita Ariel terminé de comer, puedo llevarlas a casa.

—No queremos causarle más molestias, joven.

—Para nada. Además, Ariel es una de mis alumnas consentidas.

Ellos siguieron hablando animadamente mientras yo aún seguía sin asimilar todo lo que está ocurriendo.

Roy está muerto.

Fue asesinado tan brutalmente y ya ni siquiera estoy segura si fue por este sujeto.
Y en estos momentos, me encuentro en el hospital más caro con los gastos pagados por él mismo.

«Si esto sigue así, me volveré loca en cualquier momento.»

Tocan la puerta interrumpiendo su conversación.

—Traigo la comida para la señorita.

—Muy bien. Entonces las espero en la salida.

—Gracias, joven.

La enfermera entró y colocó la bandeja en mi regazo.

—¡Mira toda esa comida! Cómo se esperaba de el mejor hospital —Expresó con regocijo.

Por otro lado, yo no tenía ganas de comer.
Miraba los alimentos frente a mí como si se tratara de la cosa más simple y aburrida del mundo.

—Vamos cariño, come algo.

—Sí...

Empecé a comer con resignación.
Solo quería irme lejos y no saber nada.

Las lágrimas comenzaron a recorrer mis mejillas mientras masticaba.
Las retiro rápidamente con la muñeca antes de que cayeran.

—Cariño ¿Qué pasa? ¿Te duele algo?

—No pasa nada... mamá —Dije con voz quebrada.

—Mi dulce niña —Sujetó mi rostro con ambas manos—. ¿Quieres venir a pasar unos días en casa? —preguntó con dulzura.

Fue entonces que me quebré.

Me abrazó de inmediato y empecé a llorar como una niña asustada.

—Mamá... quiero... irme contigo —Dije entre sollozos.

—Ya, ya. Está bien —Me acarició—. Nos iremos a casa.

Entre los brazos de mamá sentía mucha seguridad.

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—¿Disculpe? —Dijo confundido.

—Nos iremos por nuestra cuenta, joven. Muchas gracias por lo que ha hecho por nosotras —Mamá agradeció con sinceridad.

Daniel nos miró fijamente con una expresión que no sabría explicar.

—Está bien —Habló finalmente—. Pueden llamarme si se les ofrece algo
—concluyó.

«Como si fuera a llamarte, maldito bastardo.»

Nos dió la espalda y se retiró con su ya característica figura erguida.

—Es bastante guapo —Dijo mamá con algo de picardía—. Yo creo que está interesado en ti.

Mi cuerpo tembló.

—No lo creo —Dije restando importancia.

—¿Por qué no quisiste que nos llevara? —Cuestionó.

Dudé unos instantes.
Debía darle una respuesta convincente.

—Ya no quiero darle más problemas al profesor —Dije con una sonrisa forzada.

«No voy a permitir que ese sujeto se acerque a mi familia.»

—Está bien —Sujetó mi brazo—. Vamos a casa —finalizó sonriente.

Mis ojos volvieron a humedecerse.

—...Sí.

Su sonrisa y voz me daban la paz que tanto necesitaba.

Una paz que por desgracia, no duraría mucho.

Una Bella Atrocidad ©️ Where stories live. Discover now