2. Destino

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El campamento armado de los Mitanos estaba algunas colinas amarrillas lejos de las murallas de la capital de Addana la guerra seguía estallando; el campamento tenía la distancia suficiente para invadir, pero sin ser atacados por los soldados extranjeros.

—¡Médicos, atiendan a los heridos! ¡Escuadrón oeste, en formación para ir al campo!—Erenn llegaba en su caballo al campamento con los soldados a sus espaldas, malheridos y exhaustos, mientras enviaba a los otros para que ayudasen a Daster, que se había quedado en batalla con las tropas resistentes. De un lado a otro, todos corrían para cumplir con sus distintos deberes, pero sabía bien que lo miraban extrañados porque llevaba entre sus piernas y brazos, de forma muy íntima, a un pequeño soldado desmayado.

El porte salvaje y que Erenn estaba completamente ensangrentado, eran un motivo para ni burlarse ni mirar mucho.

Excepto para Alaris, que fue la primera en interceptarlo cuando Erenn bajó de su caballo, cargando a Beata hacia la tienda.

—¡Esperaaa!—Alaris se interpuso frente a él, iba de armadura—¡¿Es ella, cierto?! ¡De seguro ha de estar haciéndose la muerta!

Alaris había prometido seguirlo hasta la muerte, pero se había opuesto desde el inicio a su plan de sacar a Beata de la ciudad sometida.

—¡No te metas en esto, piojo!—cinco generales, incluyendo a Wei, su antiguo guerrero, lo rodearon para hablarle al mismo tiempo sobre la situación.

—Esa es... es...—dijo Wei pálido viendo cómo cargaba al "soldado" en brazos—POR LOS DIOSES.

—¡Quedan raciones para un día!—dijo otro general—. El robó de la comida nos quitó la victoria.

—Mañana vamos a derrotarlos definitivamente—Erenn siguió caminando hacia su tienda—alimenten a los hombres con normalidad.

—¡¿Cuántos soldados vamos a perder por una sola mujer?! ¡Sin comida, hay que dar la retirada!

Erenn miró a ese general como si hubiese insultado a su difunta madre, y sin consideraciones le dio una patada por el vientre que lo mandó al suelo. Los demás quedaron pasmados.

—¡Consigan a alguien que sí tenga las bolas bien puestas! ¡Amarren a este!—todavía no podía confirmarle a nadie que ya tenía a Beata, era muy peligroso, pero tampoco tenían otro lugar seguro al que llegar.

Aclarado todo con los generales, llegó hasta su tienda, que era la más grande y lujosa.

—Erenn—Alaris se interpuso entre la entrada y él—. Recuerda lo que nos hizo, por favor, casi morimos, no caigas.

Él siguió adentro, ignorándola. Bueno, Alaris no iba a quedarse callada.

.....

Unas voces trajeron a Beata de vuelta a la realidad, cuando reconoció la voz de Alaris y Erenn discutiendo, no pudo evitar quedarse igualmente petrificada, pero entreabrió los ojos para mirar un poco, puesto que seguía llevando el casco.

—No me voy a ir. ¿Si te descuidas y esta vez te apuñala por la espalda?—Erenn y Alaris, ambos en armadura, discutían parados a un lado del lecho donde estaba Beata.

—No es tu problema, Alaris. Baja la maldita voz—estaban dentro de una carpa militar de tela blanca, más lujosa que la desértica cuando Erenn era nada más un guerrero. El fuego iluminaba muebles lujosos, hasta telas caras colgando del techo. Beata yacía en el lecho mullido.

—Eres mi mentor, nuestro rey, no voy a dejar que vuelva a pasar sobre ti. Merece... merece un castigo por lo que nos hizo.

Beata quedó tiesa de horror.

Hecha De Sangre Y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora