18. El palacio rojo de Muraena

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El hijo de Ruslan, Resdan, ya se había sentado en el trono de Mita, teniendo que enfrentar la invasión de Birren con Agrimor Zarón al mismo tiempo que, dentro de la capital amurallada y en torno a su castillo, estallaba una violenta batalla con un grupo armado que, aunque hablaba en Verinto, estaban luchando en nombre de un marido y un padre cada vez más popular entre la plebe.

Aunque el nuevo rey dispuso todas las fuerzas y hombres que tenía allí, ya que el ejército de Mita estaba lejos, sus mínimas fuerzas no fueron suficientes contra el anteriormente llamado Príncipe negro.

tres días de batalla.

Una madrugada dolorosa.

Resdan estaba acorralado en su trono esperando la victoria, los señores de las casa más ricas e influyentes de Mita le acompañaban allí por voluntad del usurpador, que los retenía para que vieran su victoria... eso pensó, ahora estaba a punto de hacerse en los pantalones.

Lo que se volvió un hecho cuando los portones fueron abiertos y rodaron hacia adentro las cabezas de sus últimos guardias más fuertes y letales. Todos exclamaron gritos, retrocediendo hasta que tocaron las paredes, Resdan se acorraló en la silla trono de Mita, sacando su espada, temblando mientras lo señalaba.

Al lugar ingresó un hombre enorme, vestido en armadura negra de dragón, no llevaba casco, por lo que su rostro estaba empapado de la sangre de otros, haciendo a sus ojos cristalinos resplandecer con hambre asesina, la espada goteaba de sangre. Al lado de este llegó Quelan, que igual de amenazador, tenía su armadura plateada manchada con palmas de sangre, este sostenía dos machetes.

Hombro a hombro avanzaron ensangrentados, poderosos, más feroces que ninguno al salón del trono llenó de los hombres ricos e inútiles de Mita.

El príncipe negro despedazó a cuanto hombre se le cruzó al frente para evitar que eliminara al nuevo rey. Al tener al hijo de Ruslan frente a él, pensó en cómo este fue un señuelo para subir un escalón hacia la victoria.

Era parte de la estrategia que construyeron con Crisa.

Erenn no podría tener el apoyo de los nobles de Mita o de su ejército si usurpaba el trono de Ruslan, en cambio, si él llegaba como un guerrero restituyendo el orden, podría tenerlo todo, para ello, usaron al guerrero Relmor con el fin de que le dijera la verdad a Muraena, y ella se encargó de ayudar a entrar a su hermano en venganza, lo que ellos necesitaban.

Solo que... Erelynn y Beata fueron un daño colateral que nadie consideró. El ojo que ahora le falaba a la niña, y que esta estuviese muriendo era algo que Erenn no iba a perdonarse.

Pero...

Mató a Resdan decapitándolo aún sentado en su trono.

La sangre manchó más el rostro del guerrero.

Los nobles se quedaron viéndolo. Erenn los miró todavía con ojos asesinos.

—Traeré al verdadero rey.

Caminó por el palacio hasta la prisión, allí estaba Ruslan en el suelo, a un paso de morir porque se encargaron de usar a una sirvienta para que le cambiara su sopa envenenada por una con menos dosis, así, aguantaría más.

Los ojos de Ruslan resplandecieron con esperanza al verlo.

—Vine a rescatarte, viejo, pero morirás. Tú hija te traicionó. Gie, Nura—los guerreros ingresaron a la prisión arrastrando a una mujer, la otra hija de Ruslan, que había estado lejos, sirviendo a los dioses—, esta es la sacerdotisa, la única cuyo vientre podría salvar a tu casa de desaparecer—Erenn puso la espada en el cuello de la chica, que habían secuestrado días antes para este momento—. Si no me haces rey ahora mismo, le sacaré las tripas, y no te daré el antídoto a tu malestar.

Hecha De Sangre Y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora