15. La virginidad de Muraena

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—No deben saber que estoy bien—dijo Crisa bebiendo aguamiel, todavía en la posada. La niña bruja estaba quemando sus cabellos en la ventana, para terminar definitivamente el daño hecho por Dasán.

—¿Qué vamos a hacer?—pidió Alaris asustada. Crisa cerró los ojos un momento—. No tenemos nada.

—Gracias al compromiso de Erenn con ser el imbécil lameculos de los Mitanos—Beata y Crisa se rieron bajo la mirada amargada de él...

Beata lo miró con ternura. El guerrero estaba librando la batalla más dura, puesto que era orgulloso y violento, su modo de ayudar siempre fue igual, pero tener que hoy, agachar la cabeza por su familia, siendo como era, demostraba que Erenn también estaba dispuesto a todo por los que amaba.

—... Ruslan cree que lo tiene en sus manos, sabe que sigue amando a Beata, pero, cree que Erenn hoy es manejable luego de todo lo que le pasó; empecemos por ahí, por vernos más separados y débiles que nunca, incapaces de ser un enemigo real.

—¿Es seguro hablarlo frente a ella?—murmuró Quelan señalando con la cabeza a la pequeña bruja que en la esquina seguía quemando los restos de cabello.

—Sí—dijo Crisa sin duda—. Todo su viaje se trató de llegar a mí.

—¿Por qué?—preguntó Beata.

—Me quiere como su maestra; soy muy popular en Sortia. Ella es de fiar, sabe que nosotros la trataremos mejor que Dasán. La niña es buena.

—Soy buena—repitió la chiquilla viéndolos con paciencia—. Y les debo mi vida porque la guerrera me liberó de ser una esclava.

—Entonces—continuó Alaris luego de acariciar la cabeza de la niña y sentarse cerca de su familia—. Agrimor, Ruslan, Zadarah, el hermano de Quelan, que es rey de Cal y seguramente entrará en la guerra; todos reyes, todos con un reino, ¿Cómo un puñado de sirvientes vamos a lograrlo? Con los guerreros de Erenn somos ciento y algo de personas contra millones.

—Me encanta cuando podemos presumir—dijo Crisa pasándose las manos por la cabeza calva, llena de altives—. Somos dos brujas, tres guerreros impecables, y la que carga a la muerte en su espalda—dijo pensativa—, saldremos adelante.

—Podríamos huir—murmuró Quelan, ganándose una mirada fría del resto—. Esta vez, desaparecer en verdad, ¿Por qué seguir sufriendo cuando nunca quisimos ser reyes? Estamos juntos ahora mismo ¡Larguémonos!

—La vida nos dejó claro que no es nuestro destino, no me apetece seguir recibiendo sus golpizas por negarnos—dijo Beata.

—¿Entonces qué es lo que quieres, Beata?

Ella los miró con un semblante digno de un rey poderoso, aunque no tuviera nada:

—El trono de mi casa, erradicar a los Sezede por nuestro pueblo masacrado, y la cabeza de cada enemigo puestas en estacas—tomó la mano sin dedos de Erenn—. No merecemos ser el tapete de todo el mundo solo por algo tan imposible como la libertad.

Escucharla hablar así, confirmaba que ella ya no era la chiquilla queriendo correr, fantaseando con una vida humilde; estaba sorprendida de sus propios planes, pero no había otro sendero. Era la vida que le había tocado, y lo haría bien esta vez.

—La libertad es nuestro motivo para seguir luchando hoy—dijo Quelan.

—Si quieres libertad—le dijo Erenn, con la misma mirada de su esposa—, espera a que estés muerto. Nacimos príncipes, fuimos reyes, y lo hicimos bien, la muerte y su libertad son eternas, esta vida corta no; voy a llegar al final de lo que sea que me toque aquí.

Las mujeres le miraron con agrado y respeto.

Esa noche, armaron un plan que al fin les dio la sensación de que podían vencer con total dignidad, pero sobre todo, pasaron ese tiempo agradecidos ante tan cálida reunión.

Hecha De Sangre Y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora