1. Asedio

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—¡No van a detenerse! ¡Todos al frente! ¡Son diez mil hombres!... ¡La busca a ella!

Los gritos, las voces desesperadas, todo el ruido la despierta súbitamente. Beata seguía tirada en el suelo de la celda, en medio de la oscuridad y el frío del desierto. Otra luna había pasado desde la boda, otra luna pudriéndose en ese agujero.

—¡¿Qué pidió su comandante?!—eran voces fuera de la celda. Los guardias corrían y gritaban de un lado a otro, al parecer, yéndose de la prisión.

—¡A nuestra princesa!—ella arrugó el ceño, reaccionando, porque la única princesa de los soldados Birrences, era ella. ¿En el ejército de su padre todavía la consideraban de la realeza?—¡No tiene piedad! ¡Están masacrándonos fuera de los muros! ¡Hay que entregársela! ¡Es lo único que pidió!

¡¿Qué?!

Alguien trataba torpemente de abrir la puerta de la celda. Ella se incorporó, golpeada y adolorida, poniéndose en posición de pelea, aunque estuviera encadenada, la posibilidad de salir de ahí fue lo más hermoso que había sentido desde que todo se fue al demonio.

¿Quién estaba atacando la ciudad para asustarlos tanto? A Beata el estómago le tembló con la esperanza de que... no, no podía permitirse soñar con que fuera él, no después de casarse con Calem.

—¡¿Qué haces, tonto?!—dijo otro soldado—¡somos más poderosos!

—¡Nuestra princesa no merece esto!—la sorprendió mucho—Si se la entregamos al hombre que la reclama, el tirano que se cree nuestro rey no podrá deshonrarla más... ¡Y no moriremos hoy!

—¡Robamos sus suministros! Van a morir de hambre si no se rinden, ¡Relájate!

Estamos bajo ataque, el enemigo es fuerte y exige mi entrega, pero ya no tiene suministros para resistir mucho tiempo, el palacio debe estar casi sin soldados ya que se van al frente. Es mi momento de huir, y está agotándose.

—¡A un lado! ¡¿Qué están haciendo?!—esa era la voz de Calem. La puerta de la celda fue abierta y él entró con las facciones contraídas de dureza. Cerró la puerta en la cara de ambos soldados que trataban de ver a Beata.

—¡¿Qué pasa?!

—Atacan la ciudad, son Mitanos—¿El padre de Muraena era su salvador? Beata se puso las manos en la cara con asco, ¡¿No podían dejar de acosarla malditos hombres viejos?!—diez mil, nosotros somos nueve mil; el primer ataque fue al atardecer y ya presentamos muchísimas bajas, su estrategia militar es impecable, obstruyeron el rio, la ciudad se quedó sin agua.

—¡Tienes que sacarme de aquí!—le gritó ella señalándolo— ¡Ya tuviste lo que querías! ¡Libérame!

Calem tragó saliva, tensándose.

—No puedo ahora. Agrimor me llamó para comandar una de sus filas, me llevaré a todos los soldados que están ahora en el palacio. Debo irme—Calem vestía con su armadura roja. Beata se sintió más sola que nunca—. Apenas vuelva nos iremos, supe que perdieron a tu hija de vista, no tienes por qué seguir aquí.

Ella asintió, callándose la rabia porque él hablaba de un "nosotros". Pero tembló de alivio, continuaría de pie en tanto Erelynn estuviera bien.

—¿Podrías, Beata...?—empezó Calem con timidez—¿Desearme suerte? ¿Decir que rezarás por mí para que regrese?

Sintió muy en el fondo lástima por la necesidad de afecto que él mostraba, pero... ella estaba muy golpeada, humillada y en un camisón blanco que ahora era negro por la mugre...

—Imbécil—masculló indignada—¡No mereces ni eso!

Él bajó la cabeza, y asintió.

—Voy a enmendar todo. No tardo... Y—la miró sobre el hombro—los guerreros de Erenn están aprisionados aquí, Agrimor los va a sacrificar en la luna sangrienta, para que sí o sí, te embaraces.

Hecha De Sangre Y FuegoWhere stories live. Discover now