12. Una princesa amada.

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Alaris había logrado salir de la prisión y subir torpemente las escaleras cargando al moribundo Calem, que no paraba de gemir y tener desmayos cada cierto momento cuando el dolor le sobrepasaba. Los jadeos exhaustos de ella aumentaban por la cantidad de escaleras, yéndose de un lado a otro, cada musculo lloraba de ardor por el esfuerzo, una capa gruesa de sudor cubría su cuerpo.

Podemos aguantar— subía la temblorosa pierna en el siguiente escalón, porque la armadura que llevaba puesta también pesaba—, un poco más, dioses.

Apenas lo pensó vio al fin la puerta que daba con la primera planta del palacio, el fin de las escaleras, solo que el alivio vino con su pie doblándose de la fatiga. En un gemido, Alaris cayó hacia adelante con Calem impactando en su espalda. Ambos jadearon. Tendida bocabajo contra los filosos escalones, Alaris supo que no llegarían lejos, y no iba a abandonarlo por eso, aunque era lo mejor.

Como una maldición, en ese momento la puerta adelante se abrió, Alaris apenas pudo levantar la espada, porque cualquier movimiento brusco perjudicaría las piernas destrozadas de Calem. Vio entonces, un hombre en armadura azul y cabellos negros, que les miraba absorto.

— Ustedes no son Birrences— dijo con el mismo acento de Beata— ¿Amigo o enemigo?

¡¿Qué está pasando?!

— ¡¿Por qué atacan?! ¡¿Son enemigos de Agrimor?!— el hombre estaba viendo fijamente a Calem, que tenía los ojos en blanco y la boca llena con el calzón, delirando de dolor.

— Correcto.

— ¡¿Lo mataste?!— el desconocido estuvo más sorprendido.

— Está fuera de la ciudad, cazando a su hija— Sacros dioses—. A un lado, he de salvar a mi princesa.

Oooooh, que no fuera otro pretendiente loco de su hermana.

Alaris estaba muy confundida.

— ¡Beata no está acá!— el hombre la miró ceñuda.

— ¿Quién eres?

— ¡Ayuda, por favor! Mi... mi amigo necesita ser curado.

— Tengo que buscar a mi princesa, te ayudo no matándolos, pero cuidado, los demás podrían— Y sin más, cerró la puerta, dejándolos ahí.

— ¡Hijo de puuutaaa!— gritó Alaris delirando de rabia, pero motivada así, consiguió entre gemidos y más dolor, ponerse de pie con Calem todavía a cuestas; empujó la puerta en un bramido y salió. Las llamas se habían apagado, dejando una nube de humo adentro, Alaris se empujó a seguir, su cuerpo temblaba agónico con cada descontrolado paso, sumando la tos del aire sucio, entonces volvió a doblársele el pie y de cansancio cayó al suelo. Calem volvió a gritar ante esa tortura.

Alaris, tosiendo, ya no podía ir más lejos, y la impotencia la hizo llorar, viendo al suelo, sintiendo a Calem respirar en su cuello.

— Perdón— pidió entre el llanto—. Perdón.

Sentía que ese era el fin de ambos, así que decidió librarse de todo pesar.

— Paki no es lo más cercano que conocí al amor— tragó entre el llanto—, fuiste tú, a pesar de lo desalmado e imbécil. Y ni eso fue suficiente, ni así vamos a salir de...

Calem jadeó como en un lloriqueo.

— Por los dioses— Alaris se estremeció al escuchar esa voz frente a ella de repente, levantó su mojado rostro para encontrarse con, oh, los dioses tal vez sí la querían.

¡Navill!

Usando la armadura azul de los Birrences.

Él estaba patidifuso:

Hecha De Sangre Y FuegoTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang