17. Ojo por ojo

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Los guerreros y Crisa ya se habían montado sobre los cadáveres de la carreta; desesperados echaban los cuerpos fuera del transporte, para poder avanzar con mayor rapidez al haber ausencia de peso. Cuando quedaron solamente Beatalyn y Erelynn, cayó sobre ellos un silencio terrible, viéndolas.

Crisa se sacó el casco de la cabeza y lo lanzó a un lado, limpiándose la cara. Los tres se miraron con la misma expresión de "estamos jodidos".

Beata tenía flechas clavadas en brazos, muslos, una en un seno, otra clavada en la piel de su mejilla y la mandíbula, sobresaliendo la flecha, mientras que Erelynn tenía una en la piernita derecha y...

Otra clavada en el ojo derecho.

Crisa tuvo que revisar si la niña respiraba.

Diosa, dulce diosa...

¡Seguía viva!

Las dos inconscientes por el efecto del brebaje que Crisa les había dado.

Lo único que pudieron hacer fue ejercer ligera leve presión con las telas de sus camisas interiores alrededor de las flechas hundidas en las partes más vulnerables, para controlar el sangrado mientras llegaban al punto de reunión, en los límites de la capital, en el muro y entre el bosque.

—Esperen—dijo Crisa escuchando las voces—. Y-ya, mierda, ¡Ya vienen!

Soldados del padre de Beata, iban por los cuerpos, dudosos de que sí estuviesen muertas.

Se giraron hacia atrás. Allí aparecieron caballos montados por hombres de negro. Los hombres sacaron sus espadas, mientras Crisa tomaba a Erelynn en brazos para tratar así de evitar que se moviera demasiado el cuerpo, empeorando la situación.

—¡Quelan, nos siguen! ¡Más rápido!

—¡Están heridas! ¡Eso las puede matar!—gritó Otti.

—¡MÁS RÁPIDO! — y se pegó sentada a la esquina de la carreta para encontrar apoyo firme, el cuerpo de Beata sí podía azotarse un poco, el de Erelynn no, entonces Wei, con el pie, empujó a Beata hacia la esquina, Crisa estiró las piernas y las puso sobre el estomago de su amiga, intentando que se moviera lo menos posible. En eso, los otros guerreros se agacharon y levantaron sus escudos, protegiéndolas de las flechas que empezaron a lanzar.

Crisa veía la carita infantil y cachetona de Erelynn con esa flecha atravesada mientras recibían una lluvia de flechas y los hombres gritaban tratando de mantener el equilibrio en una carreta que no paraba de sacudirse violentamente.

Las ansias de invocar a los espíritus para usar su don y matar a todos la llamó, pero si volvía a hacerlo, moriría.

Haaazloooo, haaazlooo—susurraban estos.

La carreta salió del bosque a la aplanada cerca del muro de la ciudad, en la parte más lejana. Allí la luz de luna los bañó, el frío los envolvía junto a los enemigos.

—V-van a lanzarlo... ¡Van a lanzarlo!—gritó Otti.

—¡¿Qué mierda?!—gritó ella.

—¡Las bolas!—a los lados de la carreta, en caballo, dos hombres empezaron a golpear las ruedas con mazos de los que colgaban enormes bolas de hierro.

Crisa miró a todas partes, azotada por las voces, por los guerreros tratando de sobrellevar la situación, Quelan maldiciendo adelante, la carreta colapsando por los golpes, Beata herida e inconsciente. La bebé en sus brazos con la flecha en el ojo.

Cerró los ojos, apretando los dientes para no gritar, cuando sintieron que las dos ruedas traseras eran impactadas por algún objeto que las rompía. Y los otros dos jinetes también destrozaban una de las delanteras; la carreta perdió equilibrio.

Hecha De Sangre Y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora