10. Cacería nocturna II

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Con mucho miedo, pero lanzada a lo que viniera, como siempre, Alaris abrió con la llave el candado, e ingresó a la habitación del altar donde esa bruja espantosa tenía los cadáveres clavados a la pared.

Malnacido grito que Alaris dio al ver a esa maldita vieja horrible parada en medio del recinto oscuro. Con actitud tranquila y loca miraba a Alaris, la estaba esperando. Era aterradora, fea, pero de una forma no natural, sus facciones parecían deformadas por algo un espíritu terrible.

A la guerrera se le revolvieron las tripas como nunca; había caído en una trampa por impulsiva, esa niña bruja la había engañado al decirle que Calem estaba ahí, ¡¿así que en dónde se hallaba él?!

La vieja parecía un demonio medio humano, su cara tenía algo inquietante y horrible, la expresión, muy oscura y aberrante.

Ya todo el plan se jodió—pensó la guerrera resignada—así que recibo lo que sea que venga.

Alaris sacó lentamente la espada de la funda mientras la bruja empezaba a sonreír de oreja a oreja, de una manera todavía más aterradora.

Entonces las puertas detrás de Alaris se cerraron de un golpe, haciendo a la guerrera brincar levemente, jurándose con desespero que debió ser algún soldado, no los espíritus de la bruja. Notó que en una esquina estaban las otras dos niñas, con sus trenzas rojas falsas pegadas a unos gorros blancos.

No estaba la verdadera niña bruja.

—La hermana del guerrero es mi amenaza, decían las voces—explicó Dasan con calma—. Hurgué en su familia y tumbas por días cuando quién quiere mi cuello estaba comiendo en mi propia casa...

—El palacio Velzar no es tuyo, bruja—dijo la guerrera entre dientes, intentando no perder los estribos.

—Eres tú, su hermana de armas, idéntica a Erenn; ¿sabes cómo mato a los que usan el dolor para protegerse de mi don, como ustedes?—Alaris solo la fulminaba—. Dándoles lo contrario. ¡Ahg! Tu estúpida princesa de Sortia te ronda, pero morirá con lo que le hice, todos los de tu bando, ¿Y por qué? Porque una imbécil niña se acercó a mí en un mercado a pedirme que leyera su vida para comprobar si otro imbécil la amaba.

A Alaris le bajó la sangre del rostro.

—Te equivocaste; Paki no me amaba.

—Cambiaste mucho por fuera, Alaris, pero sigues siendo esa mocosa que no puede vivir sin hombre.

Bien. La rabia pudo adueñarse de Alaris, extinguiendo su miedo.

—Nadie te llamó a esta guerra, vieja.

—La lucha de una bruja de la claridad es solo destruir cuánta nación pueda—sonrió más—. Yo no había matado a miles hasta que llegaste a mi vida, y me diste esperanza para cumplir mi propósito, yo empujo esta guerra porque tu bruja es una inútil que no puede terminar nada, así que gracias por aparecer ese día en el mercado, tan necesitada de hombre. Tú, niña, me metiste en esto cuando me abriste tu corazón, y a largo plazo, lograste que el rey dios masacrara a tu propia gente, lograste todo el dolor que sufren y sufrirán los tuyos... solo por un hombre... qué mediocre eres.

Alaris se sintió culpable y estúpida como nadie por esa revelación, claro, ella abrió la puerta de sus vidas a una bruja del tipo de Crisa, una que sí deseaba dañar a todos, porque esa era la función de las pelirrojas como ellas.

La guerrera levantó su espada lentamente, preparándose para atacar

—Pues rectificaré mi error. Ahora sé que tengo que matar a los extraños, no contarles mi vida.

—Tu espada no me atemoriza, veo a través de ti, solo ladras—Dasan hizo un mohín—, y también estoy viendo lo que el rey está provocándole a tu hombre, ¡Pobre! Él sí que es menos que tú.

Hecha De Sangre Y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora