13. En Mita

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A medida que viajaban a Mita, Beata presenció cómo Erenn y Muraena se volvían tan cercanos que comenzaron a caminar por el campamento tomados de la mano. Él le enseñaba a limpiar un arma, a cocinar ese estofado delicioso que hacían los guerreros, se sonreían, bailaban, jugueteaban, él no volvió a acercársele, ni siquiera a voltearla a ver, o dirigirle una sola palabra a Erelynn, era como si ambas no existieran para él. Pasó una luna entera, que fue lo que duró el viaje, y Beata estaba destrozada, pero por fuera solo se mostraba indiferente.

Ahora ella Quelan y Crisa estaban totalmente cubiertos de una capa de mugre amarilla y tan apestosos que los soldados hacían muecas cuando les acercaban comida o alimentaban a Bashiri, el tigre defecaba a un lado, y ellos mismos debían barrer los desechos con lo poco que les daban para ello. Las moscas no los dejaban en paz.

Erelynn era la única limpia, Beata usaba parte de su agua de consumo para mantenerla aseada en todos los aspectos.

—Dijiste que soportarías sin importar nada—le recordó Quelan, pero también muy molesto mientras peinaba a Crisa, que parecía desde hacía tiempo más cuerda pero muda; no se comunicaba con nadie. Quelan y Beata vieron cómo muy a lo lejos Erenn besaba la mano de Muraena con alabanza y ella saltaba de alegría—. Te lo prometo, Beata, voy a romperle la cara pronto.

—Ahora sí pareces mi amigo—ella se dedicó a peinar a Erelynn, que a pesar de todo parecía ser muy feliz jugando con piedras y pedazos de tela.

—¡Buen día, plebeyos!—gritó Ruslan apareciendo en caballo a un lado de ellos—. Como ya estamos instalados a las afueras de mi capital amada, les dejaremos salir, pero en la noche, por el tigre—Ruslan miró a Beata de arriba abajo—. Te ves horrorosa, eres del color del excremento ahora.

—Muy amable—forzó ella una sonrisa.

—No te preocupes, ninguna prometida mía se presentará como cerda revolcada a nuestra fiesta.

—¿Así me veo?—le preguntó Beata a Quelan con un susurro de horror.

—¿Cuál fiesta, mi señor?—preguntó Quelan haciéndose el decente.

Ruslan sonrió malicioso.

—Vamos a celebrar el matrimonio de mi hija, no se ha hecho un banquete a su altura, ella lo merece.

Fantástico.

En la noche, los sacaron de allí y llevaron al tigre por un pasadizo oculto en los muros de la capital, hasta la entrada trasera del palacio, que era todavía más grande y magnifico que el de la casa Velzar; luego de dejarlo en un calabozo que fue adaptado para el tigre, llevaron a la familia pisos arriba, separaron a Quelan de las mujeres para asearlos.

Unas esclavas bañaron a las tres chicas dentro de una lujosa fuente de agua con esculturas y pinturas en las paredes. El agua acabó negra y Beata suspiró de alivio secando el cabello de su hija y luego el de Crisa. Pero a sus espaldas percibió los murmullos de las esclavas mientras preparaban las ropas de las tres.

—Él es tan guapo.

—Quisiera que me abrazara.

—Ella no es tan hermosa como dicen las historias.

—Sí, parece una prostituta.

Beata fingió no escuchar mientras vestía a Erelynn, aunque, realmente estaba consternada, ¿Ya no era esa belleza indiscutible? ¿Erenn seguía con el plan o realmente pensaba lo mismo que ellas? Se sintió asquerosa y fea, pero antes de que llorara, se dio cuenta de que ellas la vieron ¡sin haberse bañado en treinta y dos días! ¡Obviamente no conocían el alcance de su poder si parecía una cerda sucia!

Hecha De Sangre Y FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora