Capítulo 16

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El interior de la habitación era sobrio y simple, con una cama matrimonial cubierta de cobijas de un peculiar tono morado, muebles negros y blancos sin ningún tipo de adorno y un cuadro minimalista adornando la pared al lado de la ventana. No había mucho que mirar, ni nada que le trajera recuerdos. Al parecer el Samuel del pasado se había encargado de complicarle las cosas al tener un gusto tan discreto en el diseño de interiores.

Sin embargo, se sentía como un espacio que realmente apreciaba, esta habitación, SU habitación, guardaba todos sus secretos, sueños y pesadillas. Poco a poco la sensación de pertenecer a un lugar remplazó la angustia que había estado sintiendo desde que entró a la casa.

Paseó por el espacio, detallando con la mirada algunos rincones vacíos pero significativos de alguna manera. A los costados de la cama había dos pequeños muebles, uno con una lámpara sencilla y una vela aromática, el otro tenía algo encima, pero era difícil distinguir qué.

Con curiosidad se acercó hasta estar frente al mueble opuesto, sobre este, un portarretratos volteado ocultaba alguna fotografía. Sus manos temblorosas tocaron el marco de madera, el tacto frío y hormigueante.

"¿Qué tal si solo se trata de una foto mía?" Pensó Samuel intentando calmar sus nervios; en realidad no sabía qué esperar, ni el por qué estaba tan inquieto, había muchas probabilidades de que solo se tratara de una foto familiar, o de alguna de sus mascotas de cuando era niño, o incluso que el portarretratos estuviese vacío esperando que Samuel encontrara una foto digna de adornar su espacio más tranquilizante.

Con esas ideas en su cabeza, tomó el portarretratos con mayor seguridad. Ya había avanzado tanto, ya había logrado entrar a su propia casa... solo, había logrado entrar a su habitación, incluso se sentía parte de ella... Todo estaba yendo tan bien. Hasta que dio vuelta al objeto revelando el secreto detrás del marco.

Una fotografía.

Una fotografía de él.

Una fotografía de él con alguien más.

Sus manos temblaron, complicándole sostener con firmeza el portarretratos, sus ojos al instante se llenaron de lágrimas, complicando la vista, aunque la imagen de la fotografía ya había sido grabada en su cabeza con total detalle.

Todo este tiempo, desde el accidente, se había encargado de enterrar cualquier recuerdo relacionado a esa persona, incluso negando y desconfiando de las palabras de Alexby cuando le contó la verdad. Ahora, con total seguridad, sabía que no podía seguir huyendo de la realidad, por muy cruel e injusta que esta fuera.

En la fotografía, Samuel aparecía besando la mejilla de Rubén, mientras que el peliblanco sonreía hacia la cámara. Samuel rodeaba a Rubén con sus brazos desde atrás, una posición que no podía ser encasillada en la sección de "amigos". El fondo era el de una playa, en una tarde deslumbrante que le otorgaba a la fotografía una luz natural y encantadora, haciendo que los chicos de la fotografía resaltaran sobre el paisaje paradisiaco.

Se podía notar el amor que había cuando esa foto fue tomada, acompañado de una felicidad dichosa y de una paz tranquilizante. Todo en esa fotografía era perfecto, solo que... Samuel seguía sin recordar nada sobre él.

"¿Por qué? ¿Por qué no recuerdo a Rubén?" Las lágrimas salían sin parar, su respiración agitada y la opresión en el pecho habían regresado.

"Esto es tan injusto, es tan injusto para él".

"Doblas... No puedo recordar, y aunque lo hiciera... Te mereces a alguien mejor".

La noche pasó lentamente. Entre sollozos y un odio hacia sí mismo, se quedó dormido; no hubo pesadillas, no hubo sueños, solo un vacío agobiante que le recordaba lo horrible persona que era.

¿Qué clase de persona no puede recordar al amor de su vida? En ese momento, pensó que lo mejor sería morir.

***

-¡SAMUEL! ¡SAMUEL!

Una nueva mañana comenzaba, los gritos lo despertaron. Sus ojos hinchados se abrieron con pesar, enfocando poco a poco el lugar donde se encontraba. Los recuerdos de la noche anterior golpearon fuertemente sobre su cabeza; había entrado a su propia habitación en busca de respuestas.

Y las había encontrado.

-¡SAMUEL!

Los gritos se escuchaban cada vez más cerca, sabía que se trataba de Willy buscándolo, sin embargo, no tenía la intención ni las ganas de responder, así que esperó hasta que Willy lo encontrara.

La puerta de la habitación se abrió de golpe, mostrando a un Willy angustiado y con gotas de sudor frío escurriendo sobre su rostro. –Sam... -las palabras no salieron. Samuel estaba sentado en la orilla de la cama, con la mirada perdida en un punto muerto, una apariencia lamentable y lastimera. En sus manos sostenía la fotografía detonante.

-¿Qué haces aquí? –Willy se atrevió a preguntar después de un rato; continuó al no recibir respuesta. –Pensé que habíamos acordado en entrar juntos.

-No podía esperar.

-¿No podías esperar? –dijo el morocho con un tono sarcástico, muestra de su molestia. -¿No podías esperar a qué? ¿A que tus recuerdos regresaran?

Samuel por fin salió de su trance, las palabras de Willy habían golpeado un punto frágil. Willy no tardó en darse cuenta de su error, pero ya era demasiado tarde, el castaño lo enfrentaba, con una expresión afligida y los ojos llenos de furia.

-¿Por qué nunca me dijiste sobre esto? –Samuel lanzó la fotografía hacia Willy, quien la tomó antes de que cayera al suelo. -¿Te divertiste ocultando la verdad? ¿Creíste que si no me lo decías jamás me daría cuenta? JA, la verdad es que no entiendo cuales era tus intenciones, pero puedo darme una idea.

Su voz sonaba profunda y cargada de rencor, Willy lo escuchaba atentamente, manteniendo su fingida serenidad. -¿En serio pensaste que correspondería tus sentimientos? Willy, eres lamentable, si no lo hice antes, mucho menos ahora.

Un golpe bajo, por un golpe bajo. La sensación de sentir como su corazón se rompía de nuevo era incluso más dolorosa. Pero Willy sabía cómo aparentar tranquilidad a pesar de que su mundo estuviese cayéndose a pedazos.

-¿Has terminado? –dijo con quietud.

Samuel no dijo nada. La culpa de nuevo volvía. Sus ojos brillaron con lágrimas. –Willy yo...

-Lo sé.

-Lo siento.

El castaño se acercó hasta su amigo, quien lo rodeó en un abrazo atestado de calidez. Willy podría estar desmoronándose, cargando sobre sus hombros con todo el dolor sentimental que había acumulado a lo largo de estos años y, sin embargo, no permitiría que nadie más pasara por una sensación similar.

-Intenté que lo recordaras –dijo el morocho. –En serio que lo intenté, pero mientras más lo intentaba, más sombrío te volvías, no quería perderte. No de nuevo.

-Willy –llamó Samuel entre sollozos. –No importa quién esté en mi corazón, te aseguro que siempre tendrás un lugar ahí. SIEMPRE.

Dos almas lastimadas por la realidad se consolaban la una a la otra; dos corazones rotos latiendo en sincronización; dos chicos sufriendo por saber que habían perdido algo esencial, resignándose y dejando ir aquello que más amaban.

No estarían juntos, pero tampoco se abandonarían.

No se complementaban, pero tampoco se repelían.

No eran la respuesta que buscaban, pero eran la más acertada.

Eran, son y serán, el consuelo en el sufrimiento del otro.  

Lo que recuerda de mí || RUBEGETTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora