Capítulo 21

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No había tiempo para lamentarse, no había tiempo para describir lo que sentía, no había tiempo para analizar las cosas de más.

Debía encontrarse con Rubén lo antes posible... Sí el destino no era una mierda, entonces ese avión despegaría sin un pasajero menos.

Tampoco lo obligaría, ni mucho menos intentaría hacer que se quedase; a la más mínima señal de duda en el rostro de Rubius, entonces retrocedería, le daría su espacio y esperaría pacientemente, y si Rubius decidía que ya no quería nada, entonces también estaba bien, al menos lo habría intentado; las palabras en esa carta estaban bastante claras "si en algún momento te cansas de mí, entonces eres libre de irte sin sentir culpa", tal vez en su momento esas palabras no se sentían cercanas, ni mucho menos posibles, pero ahora, en una situación como esta, dolían a más no poder.

"Estúpido Samuel". Pensó el castaño maldiciendo a su "yo" pasado por escribir cosas tan a la ligera, ahora tendría que cumplir con esa promesa, incluso si alejarse de Rubén fuera lo último que quería.

***

Volvió a su casa buscando con desesperación las llaves del auto, el ruido despertó a Willy.

-¿Qué...? –Willy revisó su celular. –Samuel, son las cuatro de la mañana ¿se puede saber qué haces?

Samuel volteó a mirarle, por primera vez después de mucho tiempo, Willy pudo ver al "Samuel De Luque" de antes del accidente. –Busco las llaves del auto.

El morocho lo miraba sin entender nada. -¿A dónde quieres ir?

-Al aeropuerto.

Al instante las cosas se aclararon en la cabeza de Willy. No sabía exactamente qué había pasado ni cómo, pero Samuel había vuelto, y estaba seguro de que sus recuerdos con Rubén también. Ahora que sabía la verdad, Willy se atrevió a preguntar. -¿Encontraste el anillo?

-¿Qué? –el castaño no prestaba mucha atención a la persona recargada en la pared, pero cuando esta pregunta llegó a sus oídos, dejó de lado su búsqueda.

-No sé qué tanto has recordado, pero creo que, ahora que los recuerdos regresan, es importante que sepas acerca de lo que planeabas hacer en el futuro. –Samuel se quedó callado, esperando a que su amigo continuara. –Unas semanas antes del accidente, me pediste que te acompañase a buscar un anillo de compromiso... creo que sabes perfectamente para quien.

El silencio invadió el lugar, ambos rodeados de un ambiente tenso y opresivo, como si ante el más ligero toque, todo se desmoronase.

-¿Por qué no me lo dijiste antes? –pregunto Samuel intentando que no sonara como un reclamo.

-No podía decirte. Ni siquiera recordabas un poco de él, ponte en mis zapatos, todo el tiempo te veías lamentable, mucho más cuando se tocaba el tema de Rubius, si yo te dijera de repente que incluso estabas pensando en casarte con él... No puedo imaginar qué tipo de reacción tendrías, no podía arriesgarte de esa forma, no a ti. Sé como eres, te despreciarías tanto que ni siquiera yo habría podido ayudarte a salir de esa mierda llamada depresión. Samuel, tal vez pienses que soy un egoísta que intentó aprovecharse de la situación para... bueno, lo sabes, pero no es así. Lo único que he querido desde el accidente es que seas feliz, sabía que conmigo no lo serías al 100 %, tal vez incluso ni siquiera un 50 %, pero siempre intenté encontrar la mejor opción para que lo fueses, solo en caso de que nunca volvieras a recordar a Rubén. E incluso si en algún momento tus recuerdos hubieran regresado, entonces no te detendría.

Samuel solo escuchaba atentamente, sin ninguna expresión en el rostro, pero dentro de su corazón, floreció una cálida luz que también alumbraba un pequeño espacio de ese oscuro vacío presente en él.

Willy continuó. –Ahora que sé que lo recuerdas, entonces quiero decirte que debes luchar por él, porque nunca te he visto tan feliz como lo eres con Rubius –hizo una pausa larga, pensando en lo siguiente que diría. –Siendo sinceros, no sé por qué te gusta tanto, te la pasabas quejándote de él todo el tiempo.

-¿En serio? –preguntó Samuel con verdadera curiosidad.

Willy sonrió. –Sí, bueno, pero... si se me permite decir algo cursi, debo decirte que tus ojos siempre brillaban cuando hablabas de él.

Las mejillas del castaño se pintaron de un encantador tono rosáceo. 

"Bueno, creo que hasta aquí termina esta tortura". Pensó Willy con una sonrisa boba.

-No sé qué estás pensando, pero será mejor que subas al auto ahora mismo si es que quieres hacer el ridículo en el aeropuerto intentando detenerlo –dijo Willy mostrando las llaves y saliendo hasta el garaje, dejando a Samuel detrás un tanto atontado.

***

-¿A quién llamaste? –preguntó Samuel sentado del lado del copiloto.

-A Alex, le expliqué un poco la situación, le dije que fuera al aeropuerto, él sabe los detalles del vuelo, así no perderemos tiempo buscando el camino a la puerta de abordaje. Ohh, por cierto, también me dijo que te prepararas porque está listo para golpear tu bonita cara.

-¿QUÉ?

-No lo sé, esos son asuntos suyos, no me involucres.

El tráfico era menos pesado de madrugada, pero aún con eso estaban tardando demasiado en llegar. Cuando por fin llegaron a su destino, la pequeña figura de Alex ya los esperaba en la entrada acordada.

-Buenos días, Alex –dijo Willy como saludo, el menor no respondió; tenía puesta su pijama, unos tenis desentonando su "outfit" y una playera nada ideal para la frescura de la madrugada, bajo sus ojos eran visibles pequeñas orejas, muestra de su sueño interrumpido.

-Imbécil –Alex ni siquiera lo pensó un poco, su puño impactó de lleno en la mandíbula de Samuel, tal vez era delgado y bajito, pero en realidad sabía dar buenos golpes.

-Ok, merezco eso –dijo Samuel sobando su barbilla.

-Pensé que lo decía de broma –comentó Willy sorprendido.

-No perdamos más el tiempo, síganme, estamos llegando de hecho demasiado tarde ya, así que tendremos que correr.

Alex tomó el frente de la carrera, detrás de él, ajustando su velocidad, Willy y Samuel lo seguían.

Tres personas corriendo por todo el aeropuerto, rogando que ese avión no hubiese despegado ya. Cualquiera que los viera pensaría que son miembros de alguna serie dramática. Corazones acelerados, unos por el cansancio, otro por la emoción.

Después de casi diez minutos corriendo, Alex se detuvo frente a una de las recepciones, todos miraron el cartel de los vuelos, ninguno con dirección a Noruega.

Nadie quería atreverse a preguntar, pero sería un desperdicio no hacerlo después de todo lo que habían recorrido.

-Disculpe, ¿el vuelo RV370 a Noruega? –preguntó Alexby.

El destino podía ser muy miserable algunas veces.

Con una mirada mermada, Alex negó en dirección de Guillermo y Samuel. 

Lo que recuerda de mí || RUBEGETTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora