Temp. 2, cap. 3

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—¿A dónde iremos? —pregunté mientras abrazaba la espalda de Souya.

—Si te digo, ya no será sorpresa —respondió sonriente.

—Uhmm, está bien, esperaré a que ya no puedas ocultar más la emoción y me lo digas —recosté mi cabeza en su espalda, él solo rio.

—Esta vez no voy a caer, estoy aprendiendo a guardar secretos.

Esa calidez, ese amor y esa felicidad no quería dejar de sentirla nunca. Intenté relajarme, pero solo podía pensar que cada vez faltaba menos para que alejen de mi a Souya, pequeñas lágrimas salieron de mis ojos, agradecí que el viento limpiara mis lágrimas con cada ráfaga.

—Llegamos —Souya se detuvo en un pequeño edificio.

No pregunté más, quería que sea sorpresa, entramos al lugar y Souya encendió las luces, habían varios muebles cubiertos y demasiadas cajas amontonadas.

—¿Y este lugar? —sonreí.

—Aquí será el restaurante —Souya habló con emoción— por este lado estará el mostrador, aquí la entrada a la cocina y oh, oh, de este lado —corrió de un lado a otro señalando un rincón— ¡Aquí estarán las mesas!

Su voz hizo eco por todo el lugar, ya podía imaginarme todo, bueno... Ya lo había visto en aquel sueño. Su sonrisa me traía paz, quiero mantener siempre viva esa sonrisa, fui corriendo hacia él y lo abracé con todas mis fuerzas.

—Estás cerca de alcanzar tus sueños amor —susurré— estoy muy orgullosa.

—Nuestros sueños —Souya me abrazó— cuando nos vaya bien en el restaurante, nos vamos a casar y nos vamos a ir a vivir juntos.

—¿Ya tienes planeada nuestra vida? —reí.

—Sip, tendremos una casa de dos pisos con jardín y patio, el jardín tendrá muchas flores y un parque para nuestros hijos.

—¿Y el jardín puede tener una huerta? —dije mirándolo a los ojos.

Souya me sonrió y besó mi frente.

—Sí, tendrá la huerta más grande del mundo. También quiero muchos bebés.

—¿Y si salen gemelos como Nahoya y tú?

—No importa, solo quiero que formemos nuestra familia juntos.

Mi corazón casi explota al escucharlo decir eso, sentía un nudo en la garganta y con ello muchas ganas de llorar, acerqué mi rostro al suyo y lo besé con dulzura. Souya enrolló mis piernas en su cintura y acarició mis muslos con lentitud, se encargaba de tocar absolutamente todo mi cuerpo, sin dejar ninguna zona sin caricias, levantó levemente mi buzo tocando mi cintura con sus manos frías, a lo que solté un ligero jadeo.

—Quieto —dije entre el beso— no estamos en casa.

—Creo que a Nahoya no le importará si usamos uno de los sillones.

Caímos en uno de los asientos y la cubierta cayó, nos besamos apasionadamente, dejé que Souya tocara mi cuerpo como quisiera. No podía imaginar a nadie más intentar tocarme, solo él podría.

—Souya.

—¿Si?

—Te amo.

Souya me miró, mi rostro estaba sonrojado, sonrió y besó mi mejilla.

—También te amo, Hyung.

Sus besos bajaron a mi cuello, no nos quitamos la ropa completamente debido al lugar en donde estábamos. Hicimos el amor, mis manos se aferraban a su espalda, su cuerpo se movía apresurado, era emocionante estar en aquel lugar. Cuando terminamos, nos miramos sonrojados, nos besamos con dulzura.

Nunca te olvidaré.Where stories live. Discover now