ℙ𝕣𝕠́𝕝𝕠𝕘𝕠

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—Van a corrernos del departamento, perdí mi trabajo, debo comprar las medicinas de mi madre, pagar los talleres de mi hermano—bebió su trago de Soju de un sólo tiro—Ya no tenemos agua ni luz porque olvidé pagar los servicios...—suspiró—Sin duda alguna estoy maldita.

—Ya, no digas eso—reprochó—No tengo problema con ayudarte con el dinero.

—No, luego tendría que devolverte el dinero—negó con la cabeza. Apoyó sus codos en la mesa y su cabeza en sus manos—No puedo pagarlo todo, HaeSook.

— ¿No habías dicho que tu madre volvió a limpiar casas?

—Su rodilla no está bien, de nuevo está teniendo dolores en ella y no soporto ver que la humillen—negó con la cabeza. HaeSook le sirvió otro vaso, la castaña lo bebió aclarando su garganta— ¿Es posible tener un trabajo donde no hayan hombres intentando coquetearle a las más jóvenes?—se cruzó de brazos.

—En la oficina eso es algo de cada día—HaeSook rodó los ojos—Oye, Diana, deja que pague por los talleres de tu hermano.

—No, deja que lo haga yo. Hoy me dieron mi paga, sólo debo escoger que pagar.

Hae iba a insistir pero su teléfono vibró con un mensaje de su madre.

—Debo ir a casa. Mañana hablaremos de esto, ¿De acuerdo?, ¿Quieres que te lleve a casa?

—No, estoy bien—se sirvió otro trago.

Aquel restaurante estaba ligeramente vacío. HaeSook tomó su abrigo colocándoselo, al pasar junto a la chica colocó su mano en su hombro apretándolo suavemente.

—Nada es eterno, este mal momento pasará.

Si le pagaran por cada vez que escuchaba aquello todas sus deudas estarían resueltas. Diana volvió a apoyar sus brazos en la mesa teniendo dolores de cabeza, había sido despedida de otro empleo al no permitir que el supervisor la tocara sin su consentimiento, había exigido su paga del mes y la tenía, sólo que debía decidir que pagar primero. Ella era la cabecilla de la familia luego de que su padre falleciera.

La salud de su madre estaba deteriorándose y su hermano presentaba una discapacidad mental, esos talleres lo ayudaban a mantenerse ocupado además de distraído.

Sus ojos picaron, quería llorar, siempre lloraba cuando estaba sobrecargada o preocupada, le molestaba hacerlo porque se sentía débil. Como si le dijera al mundo que era una persona débil, Diana tomó una bocanada de aire dispuesta a levantarse de la mesa, un hombre joven apareció deteniéndola, tenía un traje negro y un abrigo gris.

—Disculpe, señorita. No pude evitar oír su conversación, me gustaría ayudarla.

—No, gracias, no es nada—se incorporó subiendo la cremallera de su chaqueta. El hombre tomó su brazo sin lastimarla.

—Insisto, tengo una manera de ayudarla. Esta oferta resolverá todos sus problemas.

Diana frunció ligeramente el ceño, el hombre la soltó y buscó en su bolsillo una tarjeta. Tenía su nombre junto a su número telefónico, la tarjeta era negra con letras plateadas.

—No necesito...

—Piénselo bien, esta oferta le interesará mucho. Si se decide puede llamar a ese número—hizo una pequeña reverencia—Hasta luego.

"¿Qué demonios fue eso?"

Próximamente al terminar Señorita Miller

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Próximamente al terminar Señorita Miller.

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