Capítulo 11 (I)

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Cogió impulso con su pie, saltó con la patineta girando bajo él y cayó en ella perfectamente. Dejó su peso en una esquina elevando la otra punta y la aguantó con la mano quedando en esa posición varios segundos, me dedicó una sonrisa y yo le aplaudí fascinada por su talento. Leonardo DiCaprio era asombroso.

Volvió a tomar impulso y saltó sobre cinco conos, luego patino marcha atrás pasando en zigzag por los cinco conos sin tambalear o chocar. Yo nuevamente le aplaudí boquiabierta. Finalmente se bajó de la patineta y se paró a mi lado.

—¿Cómo estuve?

—¡Genial! —exclamé impresionada.

Él sonrió más y, recién en ese instante, noté que le brillaban sus hermosos ojos cada vez que felicitaba su talento.

—Lo hiciste como todo un profesional Leo.

—Gracias Tuli, tengo muchos años de práctica. ¿Quieres seguir con las clases?

—Prefiero que me dés una vuela —expresé sincera y le sonreí con timidez.

—No sé si Jacinto nos aguante a los dos. Patricio podía porque mi bisabuelo me lo hizó con una buena madera pero esta no se ve tan buena —explicó Leonardo observando su patineta.

—Por eso era tan importante para ti —mencioné sorprendida—. Siento mucho haberte destruido a Patricio con mi torpeza.

—Está bien, se rompió porque tenía muchos años, todo tiene fecha de espiración. Era su momento... ¿Te puedo pedir algo Tulipán?

—Lo que sea —aseguré.

—Por favor no te vayas de mi vida. Aunque nos enojemos, quédate.

—Con mucho gusto, amigo.

—Yo... Debo ir a casa de mis padres —comentó Leonardo con tono incomodo; algo muy raro de él—. Hoy cenamos allí.

—¿Puedo ir? —cuestione tímidamente.

Él me observó con asombro y asintió asomando nuevamente una sonrisa a su rostro. Me hizó un gesto de que le siguiriera y caminamos lado a lado.

—¿Cuantos años tienes Leo? —cuestione intrigada.

Él rascó su nuca y me miró con vergüenza.

—Veinticinco —respondió en voz baja.

—¡Eres menor que yo! —exclamé incrédula.

—Solo dos años —murmuró apenado.

—Podrías ser mi hermanito.

—Pero no lo soy —indicó serio y un sonrojo apareció en sus mejillas.

—Lo veo y no lo creo, te has sonrojado Leonardo.

—No es cierto.

—Si es cierto.

—Que no —insistió abochornado.

—He hecho que te sonrojes —declaré sorprendida.

Leonardo se sonrojó más y giró su cabeza en otra dirección. ¡Era una ternura! Eso era algo nuevo.

—Dime algo —pedí y él me miró de reojo—. ¿Cuándo me sonrojo piensas que soy tierna?

Él negó, mostró una pequeña sonrisa y habló.

—Cuando te sonrojas pienso que te ves linda, Tulipán.

Era mi turno de sonrojarme. Apesar de todo, sonreí sintiéndome halagada.

—A veces siento como si te conociera de toda la vida Leo —expresé sincera—. Es una linda sensación.

Mi amigo solo me observó sin decir nada al respecto y luego volvió su vista al camino señalando una casa no muy lejos.

—Esa de allí es mi casa.

—Es bonita.

—No tanto como tú —aseguró mirándome.

Sonrojada nuevamente. ¿Por qué me sonaba a coqueteo? Obviamente eramos solo amigos y los amigos no se coqueteaban. Seguro solo era uno de sus comentarios amistosos.

—Pues gracias —murmuré sonriendo.

—Aquella es la casa de mis padres —informó señalando otra casa.

Asentí viendo la casa, una mediana, más pequeña que la mia, pero muy bonita. Entonces en silencio llegamos y nos paramos frente a esa puerta.

N/a
Segunda parte en el siguiente Capítulo.
Apropósito, ¿cómo sabía Leonardo la edad de Tulipán? Ella no se la había dicho.

Sospechoso.

Reina de la torpezaWhere stories live. Discover now