Capítulo 22 (I)

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Tache una de las opciones de trabajo que habían disponibles y observé las que quedaban, ninguna era lo que amaba hacer, pero no podía ser quisquillosa. Frustrada busqué el número de Leonardo DiCaprio y le escribí: ¿Estás ocupado?

Su respuesta fue inmediata.

Leo: Para ti nunca estaré demasiado ocupado.

Era muy dulce. Debía estar trabajando y respondía que no estaba ocupado para mí. Esas cosas me conmovían. Le envié un corazón y sonreí tecleando una respuesta.

Tulipán: ¿Alguna sugerencia de dónde puedo trabajar?

Leo: Es tu decisión, yo estoy bien siempre que tengas tiempo para mí y que no tengas que irte lejos.

Asentí enviando un: Anotado.

Eso lo tendría muy en cuenta.

Leo: ¿Podemos vernos en la tarde?

Tulipán: Claro, di lugar y hora.

Leo: El lugar es sorpresa, ve elegante. Será una hora después de que terminé mi trabajo.

Tulipán: ¿En que trabajas? Jamás te pregunté.

Leo: Pues...

Tulipán: Leonardo DiCaprio Girardon Vial, dime ahora mismo.

Leo: Trabajo en el banco temporalmente.

Tulipán: ¿Temporalmente?

Leo: Verás... Quiero ser un youtuber famoso.

Tulipán: ¿¡Qué cosa!?

Leo: Es broma querida Tuli. En el futuro seré fiscal.

Tulipán: Oh. ¿Tendrás tiempo para mí?

Leo: ¿Para mi querida albina con ojos rojos, un hermoso cabello blanco; que no engorda y aparté de robar besos da abrazos? ¡Claro que sí!

Tulipán: Te tomaré la palabra. Voy a seguir buscando trabajos. Que tengas un buen día Leo.

Leo: Igualmente cariño.

Apagué mi teléfono y sonreí volviendo a mi labor de buscar trabajo.

...

Analicé mi reflejo por cuarta vez y me pregunté interiormente: ¿Iré bien?

Leonardo me había dicho que me vistera elegante, y si, tenía un elegante vestido de noche color dorado, mas seguía insegura de si era demasiado elegante o muy poco.

Dejé de cuestionarme situaciones que no pasarían al llegar un mensaje de Leo avisando que estaba esperándome y con una mano aguante una parte del vestido para alzarlo y no tropezar con mis tacones. Hace mucho no usaba estas cosas en mis pies.

Apesar de todo salí de mi casa con mi bolso de mano y me quedé sonriendo con timidez ante la mirada de Leonardo. Él llevaba un traje que se le veía muy bien, su pelo ordenado, sus zapatos brillantes, todo perfecto.

—Luces especialmente preciosa. Aunque no te engañaré, desde siempre eres hermosa —dijo Leonardo totalmente sincero.

Me ayudó a subir en el carro que había alquilado, y comenzó a conducir charlando conmigo.

...

—Es un lugar muy elegante —susurré asombrada.

—Estás perfecta —aseguró Leonardo.

Ambos nos sentamos y nos quedamos varios segundos en silencio. Me resultaba incómodo estar en un lugar así. Solo me relajé cuando Leonardo aguantó mi mano y besó el dorso de la misma dándome una mirada de calma.

—Leo... ¿Estás seguro de que puedes pagar esto?

—Claro que puedo.

Asentí y al ver al camarero hicimos el pedido. Nuevamente reinó el silencio entre ambos y por como él sacudía ligeramente un pie supuse que se encontraba nervioso, aunque tratase de disimularlo.

—No estés nervioso conmigo Leo. ¿Sabes?, me pregunto si habrá trabajo aquí, puedo ser camarera.

—Me niego —afirmó serio—. No dejaré que los chicos anden mirándote.

—Vaya —susurré sorprendida—. ¿Eres posesivo?

—Protector —rebatió apenado.

—Te has sonrojado, que tierno.

—No me digas tierno, me hace sentir que me crees un niño.

—Tienes la edad de mi hermanita Clavel, incluso estudiaron juntos. Te enamoraste de mí en cuarto grado cuando yo estaba en sexto. En resumen, eres un niño que persigue su primer amor.

—No soy un niño, tengo más de veinte, sé lo que quiero —aseguró serio y me miró fijamente—. Y sé a quien quiero.

Le dediqué una sonrisa al saber que se refería a mí y bebí un poco de agua, pero el vaso se me resbaló de la mano y calló la piso rompiéndose en pedacitos.

Todo iba demasiado bien.

Reina de la torpezaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt