Capitulo 34: Quiero todo

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Departamento Belova - domingo en la mañana

La mañana siguiente del épico, inolvidable y empalagoso cumpleaños de Beth encontraba a Yelena en el marco de la puerta de su habitación, con bandeja de desayuno en mano admirando a la mujer que se encontraba en su cama. Ella quiso seguir moviéndose, lo intentó, pero ver a su novia durmiendo, boca abajo, abrazada a la almohada de Yelena y con su torso desnudo fue demasiado.

Tuvo que detenerse y mirar cada parte de su chica para creer que era cierto, que su felicidad tenía una razón de ser, que su corazón latía por alguien que estaba ahí, que ella podía tocar, rozar, besar en cualquier momento. Yelena, ya lo había echo, su mente ya había avanzado al siguiente casillero. Ya no tenía las dudas o inseguridad que uno tiene en los primeros momentos de una relación, Yelena sabía que esa mujer, esa mujer que ella estaba mirando en este preciso momento, esa mujer era que ella quería a su lado, no por un tiempo, tampoco por el resto de su vida, sino por el resto de la eternidad.

Yelena no quería reencarnar en otra vida sin saber que la pelinegra iba a aparecer en ella de alguna forma. Si en su otra vida a la rubia le toca ser planta, Kate tenía que ser su tierra. Si de repente la pica una araña que le da súper poderes y descubre que puede combatir el crimen haciéndose llamar Spiderman, pues entonces la deportista tenía que ser su Mary Jane. El caso es que no le importaba en que ni como, ni cuando, pero Kate tenía que estar en su vida. Una vida sin su pelinegra no era vida.

Demás está decir que si su novia se reencarnara en algo, Yelena estaba segura que iba a ser en orgasmos. La gente de ese momento va a decir "tuve un Bishop" o "¡no sabes el multibishop que me dio!" Porque su chica era jodidamente buena en la cama.

Esa noche después de que Yelena logró convencer a su hija de que no era hora para que su otra madre le enseñara a andar en moto sino que era hora de dormir, la fotógrafa entró a su cuarto y no tuvo ni tiempo de desprenderse un botón. En fin una camisa menos. Pero esta vez no hubo encierros en el baño ni persecuciones por el departamento, Yelena dejó que la pelinegra hiciera con ella lo que quisiera, porque sabía que ella iba a hacer con el cuerpo de la basquetbolista lo que ella quisiera, varias veces, incesantemente y con millones de sentimientos de por medio.

Un movimiento en la cama, sacó a la rubia de sus pensamientos. Yelena veía como Kate, sin levantar la cabeza de la almohada ni abrir los ojos, buscaba con su brazo izquierdo a la rubia palmando el otro lado del colchón.

Tratando de hacer el menor ruido posible, dejó la bandeja en uno de los mubles de la habitación y se fue directo a la cama. Así como en Bolivia existe "La ruta del Che", "La ruta Belova" es el camino que va a seguir Yelena, beso por beso, hasta llegar a su perdición. Una vez que estuvo en los pies del mueble, se agacho silenciosamente y dejó un beso sobre el llamado talón de Aquiles de su chica.

- ¡Pero que...!- Kate se asustó y trató de correr su pierna.

- ¡Shhh! - la fotógrafa calmaba a su chica mientras sostenía la pierna en su lugar - tranquila bebé, que no soy ningún payaso - le dijo no pudiendo evitar que el próximo beso fuera con sonrisa incluida.

- No es gracioso - alcanzó a murmurar antes de sentir los labios de la artista en la parte de atrás de su rodilla.

-¿Y si yo estuviera disfrazada de payasita? - Si a los que le tienen miedo a las alturas los hacen subir escaleras entonces tenía que haber una forma de que su novia enfrentara sus miedos. Mientras esperaba la respuesta seguía por su ruta que poco a poco se acercaba a terrenos peligrosos.

- Emsomssssjusustof- estoy casi segura de nadie entendió lo que Kate quiso decir.

- Bebe si le hablas a la almohada no puedo entender lo que dices - Era una forma linda de decir "no te entendí un carajo". Y para hacerla más linda aún la boca de Yelena llegaba justo por donde empezaba la única prenda de ropa que tenía puesta Kate, que para desgracia de la fotógrafa tapada la cola de la pelinegra.

Cuando, donde y como el amor quieraWhere stories live. Discover now