Capitulo 42: Las veces que tú quieras

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En medio de la noche Yelena se despertó con los dedos de Kate dentro de ella. Se quejó, luchando contra el sueño y la excitación. La pelinegra trataba de convencerse de dejarla en paz, sabía que su novia necesitaba descansar. Le había exigido demasiado. Pero no pudo detenerse, siguió adelante.

No se trataba de ella sino de esa pasión que sentía por su rubia, de esa sensación, de ese deseo que la manipulaba como a un títere, como si se estuviera muriendo de hambre o de sed, y su novia fuera lo único de lo que ella pudiera alimentarse o de lo que ella pudiera beber. El problema era que nunca acababa de saciarse.

Yelena terminó de despertar y casi enseguida volvió a desvanecerse. La fotógrafa sabía que su novia era insaciable, lo supo desde la primera vez que hicieron el amor, Kate la conocía de memoria, sus puntos débiles, sus posturas favoritas, la pelinegra sabía como derretirla, sabía como volverla vulnerable, como tocarla, como calentarla.

Y para colmo el entorno era aun más excitante, la habitación estaba totalmente a oscuras, sólo unas sabanas las cubrían, el aroma de sus cuerpos, la respiración agitada de su pelinegra, sus propios gemidos, todo la excitaba. A Yelena se le erizó la piel cuando escuchó a Kate susurrarle.

- ¿Por qué tienes que volverme tan loca? ¿Por qué? No puedo dormir cuando te tengo desnuda a mi lado - La deportista no había dejado de mirar a su novia en toda la noche. Se controló, lo intentó, trató de conformarse con solo mirarla, pero bastó solo un movimiento de la dormida mujer para que la sabana resbalara de su cuerpo dejando a descubierto uno de sus pechos, para que Kate se perdiera.

- ¿No me vas a dejar dormir cierto? - alcanzó a preguntar entre gemidos

- Puedes apostarlo - sentenció

De un momento a otro Kate aprovechó la debilidad de su novia y la movió con total destreza, que la obligó a ubicarse de costado, su espalda estaba siendo sostenida por los pequeños pechos de la pelinegra. Kate aprovechó su rodilla para levantar la pierna de la rubia, quien volvió a sorprenderse cuando Kate volvió a introducir sus dedos en ella, fue un empujón certero y rápido, que para ser sincera Yelena nunca creyó que lograría en esa postura. La rubia llevó el brazo hacia atrás para sujetarse a la nuca de la deportista.

- Prométeme - gimió Yelena - que siempre será así entre tú y yo. Que siempre me amarás así, que siempre seré la única mujer a la que le hagas el amor.

- Te lo prometo - aseguró - Te lo prometo porque te amo como se que nunca voy a amar a nadie más, porque fuiste, eres y serás la única mujer de la que me he enamorado - afirmó sin dejar de tocar a su chica.

Con esta promesa y con el cansancio de este último orgasmo, Yelena logró el sueño justo un segundo antes del amanecer.

Mismo día - Mucho más tarde

Cuando Yelena se despertó lo primero que vio fue el enorme ramo de rosas rojas que adornaba la habitación acompañado de una pequeña nota "Una rosa por cada vez que dejaste que hiciera de las mías. Te amo." - Doce - contó la rubia. Y Kate no se había equivocado, doce fueron las veces que Yelena pensó que iba a morir de placer, si bien la fotografa le devolvía los favores a su novia ella no entendía como hacía la pelinegra para seguir de pie después de cada orgasmo.

Al final solo tenía que aceptarlo y dejar que su chica hiciera, como dice en la nota, de las suyas.

Después de todo lo que Kate despertaba en ella era más fuerte que su propia voluntad. Yelena sonrió ante los recuerdos de la noche y sino fuera porque todavía podía sentir los efectos de la "bestia" juraría que se estaba excitando de nuevo con tan solo imaginar a su novia cerca de ella.

Decidió distraerse leyendo la parte que seguía de la nota "Me gustaría estar aquí para cuando te levantes, pero hay otra rubia demandando atención. PD: en la mesita dejé una pastilla que te va ayudar con las molestias, Perdóname. TE AMO".

Cuando, donde y como el amor quieraWhere stories live. Discover now