Enloquecidos

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«La locura, a veces, no es otra cosa que la razón presentada bajo diferente forma».

Goethe

Domingo, 24 de marzo de 2024

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Domingo, 24 de marzo de 2024

La fuerte brisa causada por la velocidad de la motocicleta continuaba encantándole a Ethan, aun con el casco. El solo hecho de estar recorriendo la ciudad que nunca había podido recorrer, a pesar de llevar el nombre de su familia, ya era un gran motivo para sentirse extasiado. Se sentía libre, aliviado, como si por fin pudiese volver a respirar.

Alek también estaba supremamente feliz, pues estaba fuera, vería a su novia y disfrutaría de una noche animada junto a una de sus personas favoritas: Ethan. Nada podría salir mal, o eso creía; lo cierto era que las cosas siempre podían salir muy mal.

En poco más de una hora, desde que habían abandonado el palacio, llegaron a la discoteca en la que habían acordado el encuentro con Evelyn. Ya eran casi las siete de la noche, un poco tarde de la hora pactada. Estacionaron la motocicleta en el estacionamiento de la discoteca y se formaron para entrar; había bastante gente, pero no demasiada, así que no esperaron mucho.

—¡Alek! —exclamó el trabajador de la entrada, un alfa musculoso—. Creí que no te volvería a ver... Hace mucho que no vienes.

—Hola amigo, he estado ocupado, no he podido divertirme mucho.

—Sí, Evelyn me contó que estabas en un viaje de negocios. Espero que hayas vuelto para quedarte, ella ha estado triste —contó el empleado como reprochándole.

—Solo estaré aquí un día y debo volver —avisó Alek—, pero conversemos luego, no quieres hacer esperar a los clientes.

—Claro, pasa, luego me daré un descanso para charlar —dijo el guardia de la puerta, abriéndole paso a Alek, pero cuando Ethan quiso pasar lo detuvo—. Identificación, por favor —pidió causando que Ethan lo mirase con desdén.

—Viene conmigo —intervino Alek, temeroso de que Ethan no hubiese traído una identificación falsa o, peor, que mostrase la real.

—Sabes las reglas, amigo. Sin menores de edad, aunque venga contigo no puedo dejar pasar a un niño. —Ethan soltó una risita ante el comentario, no le molestaba aparentar menos edad de la que tenía.

—Tengo 21 años, hace tiempo dejé de ser un niño —alegó sacando de su billetera una licencia de conducir y entregándola al empleado.

—¿Es real? —dudó el hombre, el documento le parecía muy real, pero tenía detalles extraños.

—Es mi primo, no te preocupes; me conoces, no hago cosas fuera de la ley —abogó Alek.

—Lo sé, así que pasen —aceptó el trabajador luego de dudarlo un poco.

Querido SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora