Quédate

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«Tú sabes que cuando te odio, es porque te amo hasta el punto de la pasión que desquicia mi alma».

Julie de Lespinasse

Existen relaciones tempestuosas, bizarras, que no tienen nada que ver con el amor, que se basan en cualquier otra cosa, como una simple necesidad de demostrar poder y dominio

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Existen relaciones tempestuosas, bizarras, que no tienen nada que ver con el amor, que se basan en cualquier otra cosa, como una simple necesidad de demostrar poder y dominio. Esas suelen ser las relaciones que no tienen futuro, pero también las que más tiempo duran.

Así era lo que existía entre el joven jefe de seguridad de los Orlov con un simple guardia. Sergei no amaba a Nikolay, ni siquiera lo quería, pero no podía dejarlo libre desde que lo había reencontrado en el palacio. Y Nikolay se aferraba la más mínima demostración de cariño porque jamás había sido amado por nadie, había sido vendido a los Orlov a los cinco años y, aunque no recordaba los rostros de sus progenitores, si recordaba los golpes, los maltratos y vejaciones que ningún ser humano debería vivir y menos un niño. Ser vendido a la mafia había resultado mejor que quedarse con esas bestias despiadadas.

Nikolay, como muchos otros niños, había sido entrenado para convertirse en máquinas asesinas sin piedad ni miedo, con el único propósito de servir y morir por los Orlov. Esa era la manera más efectiva de conseguir hombres leales, que no se revelaran contra sus dueños, pues no conocían nada más y, al menos, se les trataba con decencia. Una costumbre que el Boss bossov de los Orlov reprobaba, pero no había hecho nada para terminarla. En la actualidad diez niños de varias edades estaban siendo entrenados en el palacio Orlov, la mayoría alfas. Justamente Nikolay se estaba encargando de el entrenamiento de ese día en el patio más alejado del palacio; los guardias con experiencia se turnaban para enseñar a los pequeños el arte de las armas y el combate.

El joven guardia era diferente a otros, los niños lo querían, porque era amable y tenía más paciencia que otros que hasta llegaban a golpearlos. Ahora les enseñaba a luchar con varias armas cortopunzantes, siempre repitiéndoles que lo más importante no era salvar sus propias vidas, sino las de los Orlov.

—¡Nikolay! —gritó Sergei a unos metros de donde los pequeños entrenaban con esmero, estos se detuvieron al instante para colocarse en fila y agachar la cabeza, porque Sergei, si bien no era un Orlov, tenía más poder que algunos de ellos y daba mucho miedo.

—A sus órdenes —respondió Nikolay.

—Hablemos —exigió Sergei.

—Disculpe, señor, pero estoy a mitad de una clase —negó, ya había logrado evitar esa conversación porque había huido de Sergei cuando le había pedido hablar, poco después de que Ethan y Alek habían regresado al palacio. Se había escondido de Sergei todo un día, pero ya lo había atrapado.

—Cancélala, ¿o prefieres que te diga lo que tengo que decir frente a tus queridos alumnos?

—Niños, sigan practicando, vuelvo enseguida —pidió Nikolay, aceptando seguir a Sergei, quien ya estaba caminando hacia el palacio.

Querido SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora