besos prohibidos | sebastian vettel
- sus besos sabían a champagne y locura,
sus manos sobre su cintura se sentían correctas,
su aroma a colonia costosa se mezclaba
perfectamente con el olor a deseo de ella.
no era correcto, ya se lo habían adverti...
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Bianca se encontraba en una cafetería, esperando a que Carlos llegara.
Carlos Sainz había invitado a Bianca a tomar un café, diciéndole que tenía algo muy importante que decirle y que no podía esperar. Bianca mentiría si dijera que no estaba emocionada, aguardando, en su corazón, una esperanza de que sus viejos sentimientos por el piloto de Ferrari fueran correspondidos.
Se dió cuenta de que la cita no sería nada de lo que ella esperaba cuando el madrileño entró tomado de la mano de una rubia.
Sin controlarlo, su sonrisa se borró, pero volvió rápido, pensando en que tenía que actuar como si nada.
Al llegar a la mesa, Carlos se acercó a Bianca y le besó la mejilla a manera de saludo, mientras la otra chica le sonreía gentilmente a la alemana.
Carlos jaló la silla para que la rubia se sentará, con la mirada de Bianca sobre ella.
—Bianca, ella es Isa—. Bianca pasó su mirada del español a la rubia, mientras esta le sonreía.
—Isa, esta es Bianca, mi mejor amiga—.
Mejor amiga.
—Oh, Dios mío, es un gusto por fin conocerte, Carlos me ha contado mucho de ti, espero ser amigas—Parecía tan sincera que Bianca se sentía mal por desear ser de todo menos eso. Se sentía mal por quererla lejos, alejada, distante y remota.
—Lo mismo digo, pareces una chica sensacional—Trató de actuar con normalidad, natural, como si por dentro el corazón no se estuviera apagando por las flamas de un amor que ahora nunca podría existir.
—Bi, ella es mi novia—.
Claro que lo sabía, esas palabras solo lo confirmaban, ¿por qué otra razón se la presentaría?
Bianca miró a Carlos, y siguió su mirada que se posaba en Isa con ternura, mientras la misma lo miraba enamorada.
—Creo que lo intuí—Dijo riendo—Es realmente un placer, Isa—.
Isa sonrió, y la charla entre los tres se prolongó unos 20 minutos, hasta que Bianca no pudo seguir actuando con normalidad.
—Bueno, lo lamento muchísimo, pero tengo que irme.
—¡No!, ¿por qué?
—Oh, vamos Bianca, quédate un rato más conmigo y con Isa.
