━━ 8. amanecer.

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Los rayos de la luz del sol atravesaban la cortina mal cerrada, pero no era eso si no el ruido de su teléfono lo que le molestaba a Bianca.

Lo que sonaba claramente como el tono de llamada de su celular sonó dos veces antes de dejar de hacerlo, pero eso había sido suficiente como para arruinar su sueño.

Apenas abrió los ojos notó que la habitación en la que estaba no era la suya, y rápidamente sintió un brazo sobre su cintura, aferrándola, y una cabeza con el cuello estirado arriba de su cabeza, como protegiéndola.

La ropa de Sebastian se sentía suave, y sus piernas desnudas estaban enredadas en el pantalón de piyama del alemán junto a ella, envueltas en sus piernas.

Sonrió inevitablemente al sentir la respiración de Sebastian y los latidos de su corazón, que increíblemente estaba alineado con el suyo aún en el abrazo.

Con el mayor cuidado quitó lentamente el brazo del piloto, y tomó su teléfono antes de ir al baño, pasando por toda la ropa de Sebastian en el suelo.

Apenas abrió sus mensajes supo que estaba en problemas.

Más de 30 mensajes de Daniel y 4 llamadas perdidas del mismo.

Dan
Tu y yo necesitamos hablar, ahora.

Dan
Te vi ayer, Bianca.

Dan
Tienes mucho que explicarme.

Dan
¿Puedo saber por qué no estás en tu habitación?

Dan
Te espero en el restaurante del hotel a las 10.

Mierda, mierda, mierda.

Eran las 9:27 y aún tenía que regresar a su habitación y cambiarse por lo menos, no podía ir en solo ropa interior y la camisa de un hombre 11 años mayor que ella, no en el restaurante del hotel donde se hospedaban su padre y los amigos que no estaban del todo contentos con él.

Pensó en volver a ponerse su vestido para ir a su habitación, pero los chupetones que tenía en la clavícula iban a ser demasiado notorios como para pasar desapercibida por los pasillos.

Gracias a Dios su habitación estaba solo en el piso de abajo, y no tardaría mucho en llegar, pero aún así la idea de encontrarse a alguno de los pilotos en ese estado la llenaba de vergüenza.

Se lavó rápidamente la cara, y luego de verse en el espejo maldijo el nombre de Sebastian en voz baja.

Las marcas que ya había visto en su clavícula no eran exclusivas de ese lugar, si no que se extendían por su cuello y abajo del lóbulo de su oreja izquierda.

Parecía que la hubiera marcado como si le perteneciera, como si fuera su propiedad.

Maldijo de nuevo, quitando sus dedos de su cuello, y por fin decidió salir del baño, caminando con cuidado por la suite y recogiendo unos pantalones que eran al menos 2 tallas más grandes que la suya.

forbidden kisses | sebastian vettel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora