━━ 23. disculpa.

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Escuchó los golpes a la puerta de su casa, y al ella estar en la sala, decidió atender el llamado.

Saltó del sillón blanco para no seguir haciendo esperar a la persona, dejando a un lado su manta rosa y poniéndole pausa a la película que estaba viendo. Sus pies calientes hicieron contacto con el tapete de la sala, y al tocar el piso de mármol se enfriaron.

Toda la mañana había estado lloviendo, apenas hacía unos minutos había parado. El viento no había faltado, y el ambiente era frío y grisáceo.
Jack y la niñera estaban en la cocina preparando chocolate caliente, y el padre de Bianca estaba en su oficina trabajando.

La casa de Canadá de los Wolff era la favorita de Bianca por mucho. Siempre le había parecido más acogedora que la de Mónaco, más lujosa que la de Alemania y más familiar que la de Inglaterra, definitivamente más cómoda que la de Suiza. También le gustaba Canadá. No más que Alemania, Austria o Suiza, pero siempre había creído que era un lindo país. No era una sorpresa que fuera uno de sus circuitos favoritos, sin mencionar el hecho de que Lewis había ganado su primera carrera ahí.

Llegó a la puerta, y antes de abrir observó por la mirilla de quién se podría tratar.

Y ahí estaba él.

Tenía un rompe vientos, negro y empapado. A pesar del gorro de este, se podía ver que el cabello del hombre le caía sobre la cara algo mojado, contrastando las oscuras hebras con la palidez de su piel debido al clima. Sus labios estaban rosados y ligeramente hinchados, sus pestañas caídas y su expresión permanecía expectante.

Pensó en dejarlo ahí, en abrirle la puerta y cerrársela en la cara, en abrirle, en dejarlo pasar, en lo que diría si lo hacía.

Consideró realmente dejarlo afuera y no contestar los toques a la puerta -a pesar de que tenían timbre-, pero hacía mucho frío y sabía que no era su culpa.

Abrió la puerta con timidez, y él arregló su postura al ver quién le había abierto. Sus labios se separaron pero nada salió de su boca, y solo entonces ella se dió cuenta de que tampoco sabía que decir. Abrió un poco más la puerta y se hizo a un lado, indicándole que podía pasar si hacía lo deseaba. Una vez que entró ella cerró de nuevo la puerta, dejando afuera un rayo que amenazaba con más lluvia.

—Hola.

—Hola.

—¿Cómo estás?—Preguntó el hombre después de un largo e incómodo silencio.

—¿Qué haces aquí, Lance?—Preguntó Bianca finalmente, sin responder la pregunta del piloto.

—¿Whiplash?Preguntó viendo la película en pausa en la sala, tratando de evadir el motivo de su visita.

forbidden kisses | sebastian vettel Where stories live. Discover now